Los cruceristas, en su mayoría estadounidenses, canadienses y australianos, que desembarcaron ayer en Alicante tuvieron que hacer cola a pleno sol ante la entrada del ascensor al Castillo al funcionar sólo uno de los dos elevadores que hay; echaron de menos guías que expliquen su historia; y les chocó la cantidad de antenas que estropean la panorámica de la fortaleza.

Les sorprendió el peligroso tráfico en la zona del túnel de acceso frente a la playa del Postiguet, con un minuto para los coches y sólo 30 segundos para que los peatones pudieran cruzar. Así como la falta de cuidado de las calzadas en el Casco Antiguo; el caos de la Explanada, con obstáculos -como los puestos de artesanía- que ocultan su dibujo de olas; y las pintadas en algunos centenarios ficus de Gabriel Miró.

Alicante Cruise Terminal, empresa que gestiona la estación de cruceros, está recibiendo además numerosas quejas de pasajeros que llegan en cruceros a Alicante sobre la suciedad, el abandono y la falta de atractivos de una ciudad en la que cada crucerista se deja una media de 50 euros en comercio y hostelería. Con un pasaje como el de ayer, 70.000 euros.

Lo poco que se cuida el Casco Antiguo, en el que aprecian muchas posibilidades si se implantaran nuevos negocios pero que ven muy abandonado, y eso que ayer estaba recién baldeado; la suciedad en la calle San Francisco, que suelen visitar para fotografiarse con las setas; y el descuido de las plazas más céntricas son otros puntos negros para los cruceristas, que han puesto en conocimiento de la empresa de cruceros el acoso de gorrillas en la zona del Postiguet, llegando algunos a darse la vuelta y volver al buque. También alertan de la basura entre los ficus del acceso al Castillo y en la mediana de Lafora.

Cuando bajan del barco en Alicante, los cruceristas se tienen que buscar la vida al no haber aún, y se lleva tres años hablando de ellas, rutas organizadas que ofertar al pasaje que opta por quedarse en la ciudad, aproximadamente el 70% del barco: el resto contrata excursiones por la provincia, según datos de la empresa de la terminal de cruceros. El Westerdam atracó ayer en el Puerto en una escala entre Málaga y Mallorca con 2.000 pasajeros. Este año se esperan 100.000.

Según el director de Operaciones de Alicante Cruise Terminal, Francesco Balbi, el crucerista destaca las bondades de València, Cartagena y, sobre todo de Málaga, por encima de Alicante, de la que le sorprenden su pobre cuidado y escasos atractivos, y donde echan de menos algún hito, puesto que el Castillo se convierte para muchos sólo en una gran roca desde la que observar, eso sí, una espléndida panorámica, pero con actividades nulas. Reclaman alguna visita teatralizada o guías con explicaciones.

Cuando llegan a Alicante, se les entrega a pie de buque un mapa y se les explica dónde están el centro y la zona de compras. Después, una lanzadera les deja en la Zona Volvo y desde allí ellos optan por irse caminando en dirección al Castillo o a la Explanada, o bien se suben al Turibús para dar una vuelta por Alicante.

«Es una ciudad agradable pero he notado que hay muchas cacas de perro en las aceras. He tenido que bajar a la calzada y es una pena porque es una zona muy bonita», dijo el turista Roger Toftum en el Castillo. Muchos cruceristas que suben por el ascensor bajan después hacia el centro por la carretera de los coches, algo incómodo por el tráfico, las curvas y el desnivel que hay, como pensaban hacer Charles Adams y su esposa, buscando una ruta distinta hacia el Mercado Central. Otros despistados andaban por el Casco Antiguo en dirección contraria al ascensor del Castillo preguntando por este acceso, que está frente a la playa. El canadiense Jack Fernihoug opina que falta información.

Los que suben hasta la basílica de Santa María se encuentran con numerosos desperfectos en la calzada de la calle Villavieja. También los hay en la propia Explanada, con zonas donde se han perdido las teselas, indicadas con vallas de la Policía.

Otro lugar que interesa mucho a los cruceristas es la calle de las setas pero se suelen quejar del descuido y los malos olores -hay pegatinas y pintadas-, así como las plazas con ficus centenarios como Gabriel Miró y Calvo Sotelo, que a menudo les desencantan por descuidadas. Las propias jardineras de la plaza de la Santísima Faz, frente al Ayuntamiento, están llenas de colillas que desagradan al turista.

¿Y qué hacer, además de subir al Castillo? Hay cruceristas que optaron por sentarse en una terraza del Portal de Elche, otros por comprar comida rápida en San Francisco, donde una mujer les abordaba pidiendo limosna, otros por el «shopping». Como ejemplo, la pareja de australianos Anna y Jason Z., que pensaban probar la gastronomía local, y comprar si les daba tiempo, «ropa o zapatos».