Profesional de la magia desde hace 25 años, Héctor Seva ofrece su espectáculo todos los jueves a las 22.15 horas en Pueblo Acantilado. Combina su «viaje a la ilusión» con su trabajo como comercial de una distribuidora de papelería.

¿Conoce algún truco para que un trabajador que no llega a cobrar mil euros llegue a fin de mes?

Eso no es magia, eso es un milagro. Con imaginación siempre se puede estirar el dinero un poco, pero la verdad es que entramos en el terreno de lo milagroso y, ojalá pudiera decirlo, pero es un truco que no he aprendido aún.

¿Les hacen competencia los políticos con el tema del ilusionismo?

Claro que sí. La diferencia es que nosotros no engañamos al público. Ellos utilizan el engaño con trucos pero nosotros ni siquiera llamamos trucos a lo que hacemos, sino juegos, precisamente porque truco lleva implícito el engaño, que es lo que hacen ellos.

¿A qué personaje público o político haría desaparecer?

En estos momentos a todo nuestro arco parlamentario, se salvarían muy poquitos.

¿Cómo se puede aplicar la magia a la vida?

La vida en sí es pura magia. Está en la sonrisa de un niño, en una lágrima, en un beso....lo único que tienes que hacer es dejarte llevar por el camino de la ilusión.

¿Qué trucos o juegos funcionan mejor?

Es curioso pero muchas veces los más sencillos. A veces te vuelves loco tratando de incorporar algo grande e impactante y al final lo que triunfa es la sencillez. Lo que sí es importante es alcanzar una complicidad por parte del público.

¿Le han pillado alguno?

A veces al acabar el espectáculo se te acercan y te dicen: creo que lo han hecho así, pero es muy raro que acierten. Hay dos tipos de público, el que se enfrenta al reto, ve la imposibilidad de lo que ha ocurrido y trata de descubrir el cómo, y el que se ilusiona. Para los magos el mejor es el segundo.

¿Con cuál triunfa de su repertorio?

Hay uno muy sencillo que a la gente le encanta y es el de hacer aparecer y desaparecer una flor. Pero el que siempre recoge una gran ovación es el de Las simpáticas 10. En este cojo el palo de trébol de una baraja ordenado del as al 10 y lo dejo en una copa. El palo de corazones lo reparto entre el público y son ellos quienes barajan las cartas. Lo dejo en otra copa, cubro ambas con un pañuelo, echo polvos mágicos y resulta que el palo ordenado se ha desordenado y aparece exactamente en el orden del que ha barajado el público. Es muy espectacular.