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La competitividad actual y el miedo al despido fomentan el acoso laboral

Especialistas sociólogos y jurídicos critican en la UA el incremento del mobbing como fruto de la crisis económica y los incentivos espurios

Especialistas de la Sociología y el Derecho debatieron ayer en la Universidad sobre el mobbing. Héctor Fuentes

La feroz competitividad social y empresarial que marca el ritmo de nuestras vidas, junto al temor a perder el puesto de trabajo, se han convertido en caldo de cultivo del acoso laboral que sufren ya 13 millones de personas en el continente europeo. La Universidad de Alicante puso ayer el foco sobre las posibles soluciones y estrategias para combatir el «gravísimo problema» -como subrayó la jurista Obdulia Martínez- que la crisis económica y el acervado individualismo está fomentando en el ámbito laboral.

Profesionales sociólogos, psicólogos y jurídicos invitados al programa sobre el acoso moral en el trabajo o mobbing organizado por la UA, coincidieron en apuntar a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, como el modelo de acosador por excelencia: histriónico, chantajista, amoral, sobreactúa, trata de deslumbrar, adolece de habilidades sociales, es muy adulador de los poderes fácticos, no cumple sus promesas, piensa que todo se compra, desprecia la ingenuidad y actúa bajo la máxima de que «delito es si te pillan».

Son características que definen a un acosador, según el trabajo elaborado por el experto en Psicología Social de la Universidad Jaume I de Castellón, Francisco Fuertes.

La última estadística del XV congreso nacional de psiquiatría legal, celebrado recientemente en Alicante, apunta a que el 16% de los empleados sufren acoso laboral, pero el silencio tanto de la víctima como del propio entorno ante el temor a perder el puesto funcionan como una losa que impide sensibilizar a la sociedad.

Es el primer muro a abatir según los especialistas para que el asunto acabe figurando en la agenda política y pueda fructificar en una ley nacional, que tan necesaria consideran.

«Abogo por una ley específica no solo como medida de prevención, sino para dar a conocer a la sociedad el gravísimo problema que es el acoso», subraya la jurista Martínez. «La legislación actual recoge preceptos como los derechos fundamentales, pero una ley concreta centraría el tema y se buscarían medidas civiles, penales y laborales, como pasa con la violencia de género».

Delito silenciado

Obdulia sostiene que el mobbing, pese a estar tan «extendido» se ha convertido en el «delito silenciado» por excelencia. El miedo por un lado, y la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad que padece la víctima por otro, no favorecen «que se hable» del acoso laboral, como sí está sucediendo por contra con los vientres de alquiler, ejemplo que los ponentes pusieron sobre la mesa de debate aventurando que será lo que protagonice la próxima legislación.

También los incentivos laborales que individualizan el trabajo organizado, -cuando por definición debería ser un trabajo corporativo-, dan alas al acosador, que destaca como el empleado modélico a la hora de cumplir hasta los últimos criterios de la empresa.

Por lo general, concluye la abogada Obdulia Martínez, «el acosador no tiene una patología sino un objetivo, que es someter», demostrar su poder. No es un enfermo. Y el psicosociólogo Fuertes alerta por su parte, ante la proliferación de casos de corrupción, de que negarse a una invitación de corrupción también suele ser motivo de acoso. ¿Qué hacer, entonces, frente a esta lacra?

Los expertos admiten que «encontrar una solución definitiva es muy complejo. Hay gente que ha sufrido mucho sin que haya forma de que se les resarza», abunda Fuertes, quien a su vez aventura una luz al final del túnel: «La solución radical, yendo a la raíz del problema, está en la cultura. Hay que analizar criticamente por dónde vamos y frente a un individualismo tan fuerte, recuperar las identidades colectivas para que el grupo frene al agresor».

Recomienda buscar apoyo en cuanto se percibe una situación de sometimiento, pero advierte de que si la ayuda procede del grupo de trabajo, hay que procurarla «en privado» para poder contrarrestar el miedo sociológico existente.

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