El perfil del Rebolledo, a la derecha de la autovía, es lo primero que ven de Alicante desde las ventanillas de sus vehículos los viajeros que llegan por la A-31. La vieja pedanía formada por casitas de una planta que creció a ambos lados de la antigua carretera de Madrid, fue ampliándose con nuevas viviendas y urbanizaciones de bungalows a finales del siglo pasado y principios de este, y ahora más parece un pueblo que una parte de la capital de cuyo nucleo urbano lo separan 13 kilómetros.

Aquí conviven por ello familias jóvenes con niños que llenan las aulas del colegio Los Almendros, con viejos vecinos que aún recuerdan su pasado relacionado con la ganadería y con la agricultura, muchos de los cuales llegaron a Alicante a mediados del siglo pasado procedentes de Granada, Jaén, Zújar o Baza buscando trabajo; un origen andaluz que se refleja, por ejemplo, en la celebración de las fiestas rocieras en abril.

De ese viejo pasado agrícola quedan pequeños huertos, y en algunas viviendas de la partida hay quienes aún crían gallinas o conejos aunque más por gusto que por negocio. Varios vecinos de la partida trabajan en los viveros de tomates de la sierra de Fontcalent -que se aprecian desde la carretera cubiertos de sus plásticos protectores blancos-, aunque son más los que van diariamente a trabajar a Alicante o se ocupan de alguno de los bares y tiendas del pueblo. Destacan la farmacia y la gasolinera situadas en el Paseo Mayor, como se llama ahora la antigua carretera de Madrid que se ha convertido en una vía urbana pero cuya fisonomía sigue siendo la de una carretera pese a las peticiones de los vecinos para que se acondicione como un paseo con aceras, árboles y bancos.

En la partida hay en activo dos asociaciones de vecinos. Laura García, presidenta de la AVV Amigos de Fontcalent del Rebolledo, es una amante de la partida aunque solo vive aquí desde hace tres años. «Me vine de rebote y ahora no cambiaría la ciudad por esto. Todos nos conocemos, es tranquilo y se vive bien». Frente a otras partidas, El Rebolledo dispone de un «razonable» servicio de autobuses con Alicante cada hora y media. Además también aquí están pendiente del proyecto de taxi a demanda que presentó el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento y que hasta el momento no se ha materializado pero que para los vecinos «sería una buena solución en caso de una urgencia».

También facilita mucho la vida de los vecinos la existencia del consultorio médico que se abrió hace más de 20 años donde estaba la antigua caseta de peones camineros de la pedanía y que cuenta con un médico de cabecera y un enfermero aunque, «nos haría falta un pediatra», indica la representante vecinal.

En cuanto a las reivindicaciones de la partida, la presidenta, junto a Guillermina Hernández y su hija Noelia, vocal y secretaria de la asociación respectivamente, alude al alcantarillado, un problema que se remonta a hace décadas cuando se instaló solo en una parte del nucleo urbano del Rebolledo. Sin embargo, todos los vecinos pagan una media de 30 euros al trimestre por el saneamiento, incluidas unas 400 viviendas que no tienen el servicio.

Otra queja recurrente de El Rebolledo es la existencia de una antena de telefonía de 28 metros ubicada junto al colegio y al parque infantil, y que los vecinos intentan que se elimine desde su instalación hace 13 años ya que hay temor de que influya en algunos tipos de cáncer.

Este año, debido a la mayor vegetación provocada por el aumento de lluvias, en El Rebolledo, como en la mayoría de las partidas rurales de Alicante, hay un problema con la limpieza y con la recogida de la poda que desborda los contenedores situados a la afueras del núcleo urbano. «Nos preocupa porque tardan mucho en recogerlo y con este calor, hay riesgo de incendio», indican las vecinas.

También ha pedido más limpieza el presidente de la Asociación Virgen del Carmen del Rebolledo, Félix Sánchez, para quien «algunas cosas en la pedanía están fallando como el problema del desbroce». Otra reivindicación de esta asociación es «que hay algunas calles como la de la iglesia donde los coches pasan pegados a las casas. Hemos pedido guardias tumbados o alguna medida de seguridad pero no nos la conceden», señala Sánchez, quien, pese a estas carencias, también destaca la comodidad de vivir en la partida. «Yo me crié aquí, luego me fui a vivir a un barrio de Alicante pero, de mayor, he vuelto». Al preguntarle los motivos responde sin dudar que «por la tranquilidad y por la comodidad al aparcar. Al centro de Alicante no se puede entrar. Aquí además te acuestas por la noche y no hay ruidos. Vivimos muy tranquilos».

En cuanto a su imagen, en el Rebolledo perviven viejas casas de labranza, solares vacíos, pequeñas huertas, las tradicionales casas de una planta, nuevos bungalows y obras que se quedaron a medias por la crisis de la construcción ofreciendo un aspecto algo anárquico a lo que no ayuda el que algunas de sus calles estén sin asfaltar. Tal como señalan los vecinos, «destinaron una partida económica para asfaltar calles de las pedanías, pero somos muchas y a nosotros nos tocaron sólo dos».

La falta de nombre de algunas calles y caminos de la zona «que dificulta la llegada de una ambulancia o de los bomberos»; la escasez de policía «que se solucionaría si nos pusieran un retén como hemos pedido muchas veces», y los olores que a veces llegan de la planta de basura de Fontcalent son, a juicio de los vecinos, otros de los problemas de la zona.

La Coronela y El Castillo

Por su tamaño y población, el Rebolledo acoge en las dependencias de las antiguas escuelas, la Junta de Distrito 5 a la que corresponden todas las partidas rurales de Alicante. Entre los inmuebles históricos con los que cuenta esta pedanía, destaca la Finca Torresella, también conocida como Finca La Coronela que durante la Guerra Civil acogió a los niños de la escuela provincial de ciegos. Otro «monumento» del Rebolledo como señala un vecino, jocoso, es El Castillo, un club de alterne situado junto a la gasolinera y por el que, según indica, «ha pasado medio Alicante».