A sus 67 años recién cumplidos Virginia Martínez ha visto la luz tras más de treinta años de médico en médico desde que en 1983 su doctor en Ibiza, de donde es originaria, le dijera que tenía «un conjunto de enfermedades al que no sabía qué nombre ponerle». El nombre que debía poner era fibromialgia, pero Martínez ha convivido con su dolor todo este tiempo que trataba de paliar «inflándome a antiinflamatorios y antidepresivos».

Hasta que aterrizó en la Unidad de Fibromialgia del Hospital de San Vicente del Raspeig. Allí se ha sentido «atendida y comprendida» y escuchándola hablar se podría decir que ha vuelto a nacer. «Yo sólo tenía ganas de llorar. Es muy duro cuando te encuentras fatal, tanto que no puedes cumplir con tus obligaciones, y notas cómo los distintos especialistas sólo quieren deshacerse de tí tratándote como si estuvieras loca», narra.

«Ahora sé que lo que tengo es fibromialgia y que es algo que no se cura pero que sí me pueden ayudar», explica. «El pánico ha desaparecido y hasta tengo ganas de hablar y de hacer cosas aunque es verdad que nunca sabes cómo te vas a encontrar mañana. Es un alivio porque vivía hundida», afirma Virginia.

«Aquí he aprendido a relajarme, a darme una buena ducha con agua caliente cuando me duele algo para que se me vaya pasando, camino una hora al día y hago estiramientos cuando antes casi no podía moverme, y la rigidez del cuello ya no existe. Tomo muchos menos fármacos», añade. Durante años ha sido incapaz de caminar mucho rato ni de subir escaleras, tampoco podía cocinar y se vio forzada a dejar su trabajo en una inmobiliaria. «Esta enfermedad te limita muchísimo a nivel familiar y laboral. Es normal que tu jefe no te quiera allí si no puedes cumplir. Menos mal que mi marido siempre me ha apoyado muchísimo», indica Virginia.

Sólo lleva tres meses acudiendo cada quince días al hospital para seguir su tratamiento, el mismo tiempo que no va a Urgencias ni al médico, al que acudía cada semana. «Ojalá lo hubiera descubierto antes», se lamenta, porque «he aprendido mucho en poco tiempo y he comprobado lo importante que es la cabeza, aparcar lo que no debes pensar y centrarte en lo bueno ayuda muchísimo», recomienda esta paciente.