Del francés «mode», a principios del Setecientos pasó al español el término «moda» con el significado de «uso, costumbre», al que muy pronto (1734) se añadió: «tómase regularmente por el que es nuevamente introducido, y con especialidad en los trages y modos de vestir».

De «moda» derivó «modista», que primero significó «el que observa y sigue demasiadamente las modas», pero al que se agregó en 1817 la acepción «el que hace las modas ó tiene tienda de ellas; se usa mas comúnmente en el género femenino». El masculino, «modisto», desaprobado repetidamente por la RAE, ha vuelto al diccionario académico: «hombre que se dedica a hacer prendas de vestir o a crear modas o modelos de ropa, principalmente para mujer».

En mayo de 1879 se abrió en Alicante un taller de modista en Infanta 1, 3º; en mayo de 1880 la francesa «Mmes. Pillas y Compañía» abrió otro taller de modista en San Francisco 40; en 1899 se recibían encargos de modista en el Colegio Modelo de Corte y Confección, en pasaje Amérigo 4, 3º, y la modista Clara Despons daba clases de corte y confección en Labradores 9. Todas confeccionaban ropa femenina. Ya en el siglo XX, algunas modistas abrieron establecimientos en los que ofrecían prendas femeninas importadas, como la «Sucesora de A. B. Solbes», que en 1900 tenía tiendas en Labradores 8 y San Pascual 2-4; y Laura Crespo, propietaria de «El Capricho», en la calle Mayor, «que ha marchado á Madrid y Barcelona con objeto de adquirir las últimas novedades de la moda» (Heraldo de Alicante, 5-10-1909).

De manera que el sastre, que siempre había trabajado mucho más en la confección de ropa masculina que femenina, dejó esta última para la modista desde principio del siglo XIX. Pero el oficio de modista fue devaluándose paulatinamente, convirtiéndose en sinónimo de costurera, hasta que, con la aparición de la alta costura, volvió a tomar relevancia, no tardando entonces en aparecer el masculino, modisto, como diseñador de moda femenina («sastre para señoras ó modisto, como ahora se llama», El Liberal, 23-3-1899). «De una mujer escuálida ó de una obesa sin líneas ni contornos regulares puede un modisto hacer una mujer de adorables perfecciones», afirmaba en La Unión Democrática (20-4-1886) la cronista de moda Ernestina, desde París. Fueron los modistos franceses los primeros y más valorados, de ahí que la sastrería alicantina de M. Irles, que aún confeccionaba ropa femenina en 1897, anunciara que «las señoras que deseen hacerse trajes, abrigos ó cualquier prenda para vestir, el cortador que esta casa tiene, se ofrece á hacerlo como el mejor modisto de París».Las casas de alta costura surgieron en España en el siglo XX. Hasta entonces, existían casas con clientela selecta, que no presentaban colección propia con maniquíes. Alicante carecía de este tipo de casas, por lo que las novedades se daban a conocer muchas veces por comerciantes foráneos en los mismos lugares donde se hospedaban. El 6-8-1844, por ejemplo, se repartió por la ciudad un folleto en el que se avisaba «al vecindario de la llegada de géneros de última moda para señora y caballero», a cargo de «tres forasteros con un buen surtido de pañuelos de seda de varias clases», que atenderían al público interesado en la posada de Tadeo.

Modernización y democratización

La industrialización textil hizo que se abaratara la indumentaria, la cual empezó a estar al alcance de las clases más humildes, lo que provocó el deseo de la burguesía de diferenciarse adquiriendo ropa más exclusiva, confeccionada según las novedades surgidas en determinadas élites, especialmente la parisina. Esto coincidió con que la moda, que hasta entonces había prestado preferencia al traje masculino, pasaba a tener como principal objetivo la elegancia femenina.

Tras el dandismo del siglo XIX, la indumentaria masculina empezó a democratizarse en el siglo XX: la chaqueta fue siendo adoptada por todas las clases sociales; el traje experimentó pocas variaciones desde los años cincuenta; y la camisa dejó de ser definitivamente una prenda interior para convertirse en exterior (tomando otros colores además del blanco), tras pasar una transición como prenda de faena de las clases populares. Fue a partir de entonces cuando empezaron a abrirse establecimientos alicantinos especializados en la confección de camisas, sobre todo masculinas, como el de Adolfo Morla (1909), en Calatrava 17; Camisería Benavent (1918), en plaza Castelar 1, trasladada en 1960 por Pascual Benavent Martínez a Rambla 9; Camisería Florida (1951), en Castaños 1; o Camisería Soler (1955), en Bilbao 2 y Manero Mollá 1.

A partir de la década de 1960 la moda empezó a ser un fenómeno masivo con la aparición de la ropa confeccionada en serie o «prêt-á-porter», más barata y dirigida también a los jóvenes (pantalones vaqueros, minifalda). «Moda joven para gente Pop», anunciaba en 1971 la tienda Louisiana Shop, situada en las Galerías Castaños (Castaños 17), que avisaba: «Al comprar le obsequiaremos con una invitación para la discoteca Whisky a Chorro».

La moda en la prensa

Las primeras revistas dedicadas a la difusión de la moda, procedentes de Francia, aparecieron en Madrid en los años 30 del siglo XIX. En Alicante no se publicó ninguna, por lo que las alicantinas interesadas recibían las publicaciones mediante suscripción.

Una de las más importantes fue «La Moda Elegante Ilustrada», cuyo precio de suscripción en 1869 oscilaba desde los 160 reales/año por la edición de lujo, con 48 figurines iluminados y 24 patrones tamaño natural, hasta los 60 reales/año por la edición en papel común, sin figurines ni patrones.

Algunos de los artículos de las revistas de modas eran copiados por la prensa alicantina. En uno de ellos, Eco de Alicante (27-5-1869) se hacía eco de una de las virtudes de la moda: «No es solamente por capricho por lo que la moda abandona una tela ó un objeto de vestir; hay formas que no se acomodan á tal ó cual tela, y hay trages que son incompatibles con tal ó cual objeto. Así, para citar un ejemplo sólo entre mil, hace muchos años que no se han llevado en verano trages de muselina blanca, tan cómodos sin embargo, tan lindos, tan racionales; esto consistía en que era imposible llevar trages de muselina con cola, que era imposible recogerlos é irse al campo, subir á un carruage ó á un wagon, sentándose sobre aquellos paquetes para formar en ellos los pliegues mas estravagantes. Surge en esto la moda de los vestidos cortos, se establece, se extiende á todas las edades (?). La muselina blanca vuelve á hacerse posible, vuelve á ser bella, gracias á los trages cortos.»

El alicantino Semanario Católico criticó ferozmente a la moda en su edición del 1-2-1879, por ser la rama «más temible y más necia» del lujo, nacida en «la Babilonia europea, París». Pero casi todos los diarios y revistas alicantinos publicaron, desde 1876, artículos o secciones dedicados a la moda, firmados por corresponsales femeninos de París o Madrid: María del Pilar Sinués, para La Provincia (1880); Ernestina, para El Graduador (1882) y La Unión Democrática (1886); Sabina de Brancourt, para Diario de Alicante (1914-1919); Otilia, para Diario de Alicante (1928); A. D'Enery, para El Luchador (1931); Carmen de Thous, para Información (1943); etcétera.

Dentro de una sección diaria titulada «Charlas feministas», Diario de Alicante publicó en la década de 1910 «Carnet de Modas», dedicado a la información de novedades de la indumentaria femenina aparecidas en las grandes capitales europeas, sobre todo en París.

Información también dedicó, a partir de 1943, una sección dominical a la moda femenina titulada «Fémina», que en la década de 1960 pasó a llamarse «Mundo femenino». El 11-4-1965, informando sobre la moda de primavera que venía desde Paris, avisaba de que «la nueva moda está empeñada en acortar las faldas, pero? las mujeres españolas se oponen rotundamente». Sin embargo, muchas jóvenes españolas (incluidas las alicantinas, naturalmente) empezaron a llevar minifaldas a partir de ese año.

Este rechazo a la falda corta ya se había producido en la prensa conservadora alicantina cuarenta años atrás: El diario El Tiempo, monárquico conservador, publicó en su número 2.682 el artículo titulado «La falda larga contra la falda corta»; y Las Noticias, diario católico, monárquico y partidario de la dictadura de Primo de Rivera, publicó en su número 287 «Elegía de la desaparición de la falda corta».

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