Lola Fenollar responde contando con los dedos a la pregunta de cuántos habitantes tiene Tángel: «Están la familia de Jesús, Ernestina, Chimo, Belén, el chico nuevo... Unas veinte familias aquí y 7 u 8 abajo. Unas 30 en total», afirma la presidenta de la asociación de vecinos de la partida tras el repaso. En vacaciones esta cifra aumenta con la vuelta de muchos tangeleros a su vieja casa para veranear. Y es que Tángel es la pedanía más pequeña de Alicante y todos se conocen.

Es este ambiente familiar y tranquilo lo que más valoran vecinos como Manuel Martínez quien destaca que «aquí en verano en cualquier puerta se ve a la gente sacando mesas a la calle a cenar y a veces nos juntamos todos como ocurría en Alicante en los años 60 pero allí se perdió. Hay una buena convivencia y calidad de vida». Sin embargo, los vecinos ven amenazada su tranquilidad por el proyecto de instalación en la partida de la protectora de animales de Alicante donde hasta hace poco se ubicaba el Arca de Noé, el centro de recuperación de animales de la Fundación Raúl Mérida que ha sido clausurado por el Ayuntamiento, aunque un juzgado ha suspendido de forma cautelar el cierre, tal como se recoge hoy en este diario (ver página 3).

Los vecinos temen que el traslado allí de decenas de perros, si finalmente se instala allí la protectora, acabe con la tranquilidad de la partida y es el primer problema que apuntan cuando se les pregunta por los inconvenientes y necesidades de la zona.

Una reivindicación histórica de la pedanía es la de un centro social donde la asociación de vecinos pueda realizar los talleres y actividades que en la actualidad efectúan en un garaje cedido por una vecina. «Es muy importante un lugar para relacionarse todos y hacer cerámica, pintura y cursos tanto para los niños como para los mayores», señala la presidenta. «También hemos pedido que coloquen dos o tres farolas en la carretera que llega a la urbanización de las casas de la Huerta», ya en el término de Mutxamel, donde hay algunos servicios que aprovechan los vecinos de Tángel, «pero nos lo han denegado porque dicen que hay pocos vecinos», añade Lola Fenollar.

Al margen de estas reivindicaciones, los vecinos se muestran orgullosos de la pedanía. «Estamos a diez minutos de Alicante, pero con la tranquilidad de un pueblo en el campo», señala Elisabeth, otra vecina que acaba de ser madre de la tangelera más joven de la partida, Jana, de cuatro meses. Cuando crezca, Jana irá al colegio en Mutxamel como los niños de Tángel y, cuando tenga que ir al médico, le corresponde el centro de salud de Villafranqueza lo que, a juicio de la asociación de vecinos, «es un desastre para la gente mayor si no hay coche». Por otra parte, y pese a la cercanía del hospital de San Juan, a los vecinos de Tángel les corresponde el Hospital General de Alicante. «Aquí se vive muy bien y hay de todo, incluso un Mercadona cerca, pero si no hay coche las cosas se complican», indican los vecinos.

Tángel está conectado con Villafranqueza con el autobús, que pasa por la partida cinco veces al día, una frecuencia que consideran insuficiente. «Desde el Ayuntamiento nos han dicho que pronto se va a poner en marcha lo del servicio de taxi bajo demanda, lo que nos parece muy bien pero que no llegue sólo a Villafranqueza sino también al centro de Alicante», solicitan los representantes de los vecinos, quienes también piden el arreglo del camino que une Tángel con la finca del Roal donde se ubicaba el centro de recuperación de animales y varios chalés pertenecientes a la partida como el de Manolo Martínez, uno de los opositores más férreos a la instalación de la protectora ya que se ubicaría al lado de su vivienda. «Si lo ponen y con el ruido no puedo vivir aquí, me destrozan», apunta el vecino.

La zona más urbanizada de Tángel se articula a ambos lados de la carretera del mismo nombre que antiguamente unía Alicante con San Juan y donde se levantan una veintena de viviendas de una y dos plantas así como la iglesia de la Virgen de las Virtudes, la patrona de la partida en cuyo honor se celebran las fiestas del Tángel el 4 de junio, tres días de baile y verbena, juegos tradicionales y almuerzos en los que participan todos los vecinos y muchos tangeleros que ya no viven en la pedanía y que aprovechan las fiestas para reencontrarse.

Algunas de las casas están puestas a la venta y otras han sido restauradas y han vuelto a ser ocupadas. Los vecinos temen que si finalmente se pone la perrera en la pedanía, algunas de las personas que se están planteando ir a vivir a Tángel se echen atrás. «Por ejemplo hay unas personas que se han interesado por una vivienda pero están a la espera de ver qué pasa con lo de la perrera».

Además de la iglesia, destacan el Casino o Círculo Agrícola de Tángel fundado en 1916 que evidencia el origen rural de la partida donde aún hoy se puede ver huertos plagados de limoneros. También resalta «la casa azul como la llaman los vecinos por el color de su fachada», donde antiguamente se ubicaba el colegio de chicos de la pedanía, mientras que el de chicas se situaba justo enfrente, así como una gran casona ahora medio en ruinas «que era la casa de los señoritos de Tángel», indican los vecinos. Paseando por la zona se llega a una gran finca con una descuidada pinada. «Es la finca de Manero», relata Lola Fenollar, «y aquí estuvo viviendo un tiempo durante la guerra Dolores Ibarruri, «la Pasionaria», que se traía niños de Madrid aquí para protegerlos de los bombardeos».

El principal lugar de reunión cuando hace buen tiempo es el parque infantil ubicado a las afueras del nucleo urbano y que presenta una imagen deteriorada debido a las últimas lluvias que han arrastrado la tierra y han dejado al aire plataformas de hormigón sobre las que se asientan los columpios y los bancos y que, tal como ponen en evidencia los vecinos, pueden resultar peligrosas en caso de una caída. Junto al parque, hay un aparcamiento en el que los vecinos han pedido que se destine una parte para destinar un área a los mayores «pero vinieron del Ayuntamiento a medirlo y nunca más se supo».

Otra peculiaridad de Tángel es que cuenta con su propio cementerio en el que se sigue enterrando a los vecinos de la zona y de los alrededores.