En el mundo de la ciencia las alegrías económicas no se perciben con la misma rapidez que en otros sectores. España, en el año 2017, continúa siendo un país que defiende un sistema de educación pública de referencia, pero que después solo destina un 1,24% de su PIB a investigación y desarrollo, mientras que la Unión Europea recomienda que se inyecte un 3%. Los países que sí que cumplen con ese tipo de consejos (Alemania, Francia, Reino Unido, Estados Unidos) se nutren de ese capital humano «made in Spain» para generar patentes y conocimientos, que luego nosotros recompramos a precios más elevados. Como decía Unamuno: «¡Que inventen ellos!». Desde 2010, uno de los años fuertes de la crisis, España ha perdido a cerca de 12.000 investigadoresinvestigadores. Un dato que conecta con los 44.300 alicantinos que hay buscándose la vida fuera. En definitiva, la «fuga de cerebros» sigue al alza.

Muchos de esos científicos que se vieron seducidos por ofertas extranjeras han decidido regresar y devolver al país que les formó los conocimientos adquiridos en sus aventuras internacionales. Nuevas maneras de ver la profesión, importadas de países referentes, con las que consideran que pueden mejorar el nivel del gremio español, darle mayor visibilidad social al mundo de la investigación y demostrarles a los jóvenes estudiantes que hay vida más allá de ser profesor de la universidad. Que está muy bien pero, para bien o para mal, hay poco para repartir. Más de un centenar de estos profesionales comprometidos han formado recientemente la asociación Científicos Retornados a España (CRE), y varios de sus directivos están ligados a la Universidad Miguel Hernández (UMH) y a la Universidad de Alicante (UA). A través de esta delegación provincial promueven, entre otras cosas, actividades para dar respaldo a otros científicos que acaban de regresar de años de trabajo en el extranjero.

El director de Apoyo de la CRE, Manuel Castellano, que ejerce como investigador postdoctoral en el Instituto de Bioingeniería en el campus ilicitano, explica que esta asociación imita un poco el modelo de las más de diez agrupaciones que han creado científicos españoles en los principales países a los que han emigrado, con el fin de ampararse los unos a los otros. «Consideramos que era importante tener una aquí. Por un lado, porque muchos de los que regresan, tras varios años fuera, están descolocados a la hora de reintegrarse. Por ejemplo, los programas de ayudas que te abren oportunidades pueden haber cambiado. Y es que no solo estamos hablando de los que se hicieron la mochila ante la falta de opciones. Estamos dirigiéndonos hacia la mayor parte de la población investigadora, ya que actualmente es raro el que no trata de introducir en su currículum una experiencia laboral fuera», indica.

En su caso, tras terminar su tesis en la Universidad de Sevilla, continuó sus investigaciones sobre Fisiología de la Audición en la Universidad Rockefeller de Nueva York, que más tarde ampliaría en Stanford (California). A pesar del tópico de que los investigadores solo miran hacia Alemania, según un estudio que maneja esta asociación, la mitad, actualmente, opta por Estados Unidos y Reino Unido.

La experiencia norteamericana de Castellano se vio truncada por los problemas para conseguir el visado de su mujer. Esto se sumó a que él sentía el compromiso de retornar lo aprendido a la sociedad que le educó. En 2012 regresó a Murcia y pasó dos años sin trabajo antes de volver al entorno académico en la UMH. Según la CRE, el 14% de los investigadores que retornan lo hacen sin contrato laboral y la mitad no tiene prestación por desempleo al no haber cotizado durante su etapa en el extranjero.

Regresar con otra mirada

El periplo en Stanford de Castellano, además de para aplicar en la Miguel Hernández sus conocimientos de electrofisiología en el tratamiento de la diabetes, le aportó una concepción totalmente diferente del mundo científico en las universidades. «Por ejemplo, allí, se fomentaba una formación integral, que va más allá de tu labor técnica en el laboratorio. Para los estudiantes que quieren investigar existen talleres de lectura rápida, de hablar en público, de emprendimiento... Se potencian actividades como el networking e incluso nuevas dinámicas a la hora de plantear las reuniones de equipo», detalla.

La directora de Formación de CRE Berta Sánchez-Laorden, también vinculada a la UMH, se encarga de la organización de cursos para científicos con el fin de potenciar este tipo de aptitudes y para mostrarles a los jóvenes investigadores las alternativas que existen tanto en el ámbito académico como en el privado. Esta última opción está más normalizada en otros países como Reino Unido, donde Sánchez-Laorden pasó cinco años en The Institut of Cancer Research. Más tarde decidió integrarse en el equipo del Instituto de Neurociencias para profundizar dentro del departamento de Neurobiología del Desarrollo, en programas embrionarios para combatir el melanoma. «Además, estamos trabajando en acercar la ciencia a diferentes sectores profesionales como los médicos, mostrándoles, por ejemplo, por dónde van los últimos avances en otorrinolaringología. O incluso a cofradías de pescadores sobre acuicultura», indica.

Una labor social crucial para un sector rodeado en España de luces y sombras, entre otras cosas, por la incultura a nivel científico que existe en este país. Es lo que opina José López, investigador al igual que Sánchez-Laorden del Instituto de Neurociencias y también miembro de la CRE. «La mayoría de políticos que nos dirigen son economistas o abogados, y hay muy pocos con carreras ligadas a la ciencia. Quizá por eso no se potencian tantas oportunidades y se producen situaciones preocupantes como que la plantilla de la mayor agencia investigadora de España, el CESIC, tenga una media edad por encima de 50 años», incide. Pero como dice, también hay luces y para prueba, su propio caso. Gracias al programa de ayudas Juan de la Cierva, que trata de recuperar a científicos que se han marchado fuera, el Instituto de Neurociencias logró atraerle desde Normandía (Francia), lugar donde desarrolló su tesis, e incorporarlo al departamento de Neurobiología Molecular. Actualmente, es investigador Ramón y Cajal con laboratorio independiente. Otro factor positivo que encuentra en España es que existan centros de referencia, incluso a nivel europeo, como el Instituto de Neurociencias.

La investigadora Raquel Sánchez, durante su formación, ha pasado por dos institutos de investigación pero en su caso extranjeros (de Lyon y de Bélgica). Cuando regresó tardó dos años en volver a encontrar un puesto de técnico y profesora asociada en el departamento de Química Analítica de la Universidad de Alicante, por lo que combinó la búsqueda montando un negocio de clases particulares.

«Yo siempre digo que el camino del investigador en España, más que una carrera de fondo, es como una gymkana. Tienes que ir pivotando. Hay que aprovechar estas plataformas para reivindicar estas carencias y para dejar claro que volver no es imposible. Es importante que no todo el mundo se vaya, porque si no perderemos lo avanzado en este país», recalca Sánchez.