"¿Duele que te quiten el cerebro?". Con preguntas tan sorprendentes como esta se han medido estos días los investigadores del Instituo de Neurociencias de Alicante, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Un año más esta institución ha celebrado la Semana del Cerebro con una exposición dedicada a acercar la ciencia al público de todas las edades. Más de 2.300 niños y jóvenes de 41 centros escolares han visitado durante esta semana esta exposición en la que los propios investigadores muestran los modelos animales que emplean a diario en el laboratorio para desarrollar sus trabajos científicos: desde la mosca de la fruta al ratón, pasando por el pez cebra o el embrión de pollo. Otra parte de la muestra está dedicada al Homo Sapiens y a la genética molecular.

Acostumbrados al sosiego de sus laboratorios, estos días los científicos han tenido que batirse con la curiosidad innata de los más pequeños. «Los niños me preguntan si duele que te quiten el cerebro», explica Eduardo de Puelles tras una mesa en la que se enseñaban varios cerebros reales y que sirven para que este científico hable de su anatomía y de las enfermedades que padecen. Lejos de lo que podría parecer, a casi ningún niño les impresiona o les da asco estar ante cerebros reales. «Como mucho me han llegado a preguntar si es que a la persona a la que se le ha quitado no le hacía falta». A De Puelles le sorprende cómo muchos escolares se interesan y le preguntan por enfermedades que afectan a sus abuelos, como el alzhéimer o el párkinson.

En otro estand de la muestra la investigadora Laura Rincón daba chicles de menta a los niños y después un vaso de agua para que comprobaran cómo da la sensación de que está helada. «¿Es agua mágica?», le preguntaban los niños. De una manera muy didáctica, Rincón les explicaba que las terminaciones nerviosas que detectan el mentol son las mismas que identifican el frío, algo similar a lo que ocurre entre lo picante y el calor. «El cerebro se lía. Aún no se sabe si es una manera de optimizar energía o dentro de muchos años esto evolucionará y se corregirá».

«¿Cómo se mete un gen en el cerebro? ¿Eso duele?». A esta pregunta se ha enfrentado Alejandro Medrano, quien explicaba a los niños las últimas investigaciones genéticas con ratones a los que se les introduce la proteína de un alga verde. Estimulando con luz esta proteína se pueden activar zonas muy concretas del cerebro. «Yo les explico que los genes se introducen en los embriones, por lo que no deuele nada»

La parte de la muestra que más llama la atención a los escolares es la que enseña los modelos de animales que se usan en experimentación. «¿En qué nos parecemos a un pez cebra?». La investigadora Raquel García explicaba que las similitudes son enormes. «Casi todos los genes que se expresan en el pez también lo hacen en los humanos. Además, procesos como la formación del corazón o del sistema nervisos son idénticos en las dos especies».

Preguntas más curiosas ha tenido que contestar Adrián Guerrero, quien ha explicado el uso de ratones en investigación. «Un niño me preguntó cuántas tetas tiene un ratón. La verdad es que ni yo lo sabía», explica este investigador del Instituto de Neurociencias. Lo que más ha sorprendido de su stand son sin duda los ratones modificados genéticamente para hacerlos fluorescentes. «¿Les duele?», preguntaba el jueves una joven. «No, la modificación se hace en fase embrionaria». Para otro grupo de chicos lo más sorprendente es que los ratones nacen sin un solo pelo. «¡Mira, están calvos!», exclamaban.