¿El fanatismo tiene una base biológica?

Claro. Nos hace entender cómo el cerebro crea expectativas en base a su futuro. Sabemos qué parte del cerebro está implicado en esto y hay experimentos que demuestran que cuando ese funcionamiento normal se ve incrementado inusualmente pasa al plano de lo patológico y te conviertes en un fanático. Es algo racional llevado al extremo.

¿Cómo se cura a un fanático?

Con la razón. Pero para eso es necesario quitar el componente emotivo y de temor a lo que hace que seamos fanáticos. Y es que somos fanáticos porque creemos que así se evita algo que da miedo. Es más fuerte la sensación de huida de algo que nos atemoriza que la sensación de algo que nos gusta. Las religiones lo tienen claro, la muerte nos da miedo, por eso surge lo de la vida eterna y ante una vida sin muchas emociones nos hacemos fanáticos, por ejemplo, de un equipo de fútbol.

¿Hay personas con mayor predisposición genética a hacerse fanáticos?

Sí. En estos casos actúa un neurotransmisor llamado dopamina, que es el más relacionado con la recompensa. Hay gente que necesita de estímulos más fuertes para obtener los mismos niveles de recompensa. Hay gente que leyendo un libro obtiene el mismo nivel de recompensa que otro que hace «puenting». Eso es a nivel biológico, luego está la parte social. Es más fácil forzar a un fanático religioso en el siglo XV que ahora o en Irak que en Europa.

¿Por qué hay jóvenes nacidos y criados en países como Francia que de repente se unen a grupos fanáticos en Siria o Irak?

Es el extremo de la decepción. Como única salida se aferran a una idea. Parte de las expectativas que no se cumplen en un comportamiento normal se cumplen en ese colectivo de gente, por ejemplo tener dinero, mujeres... los deseos de búsqueda de placer los ven recompensados muy pronto. Lo llevan a que consiga lo que él quiere conseguir. Alguien de la periferia de Paris, en paro y sin dinero de repente encuentra que con el hecho de seguir una determinada pauta de un colectivo tiene dinero, mujeres... y esa es la manera en la que se enganchan. Y el cerebro al fin y al cabo es una máquina. El fanatismo nace del inconformismo de hoy en día, donde muchos tienen poco y pocos tienen mucho.