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Los seis mejores alumnos de Bachillerato

Elegidos entre 4.300 centros de toda España con una nota media de 9'7, aspiran a una de las 50 becas para viajar a universidades europeas

Los seis mejores alumnos de Bachillerato

Son estudiantes de la provincia, entre los mejores de Bachillerato de toda España con una nota media de 9'7, y aspiran a una de las 50 becas que les permitirá viajar durante tres semanas a diversas universidades europeas tras haber sido seleccionados entre 4.300 colegios e institutos.

Para competir por el programa Becas Europa, que potencia el talento preuniversitario, han tenido que formar grupos de trabajo vía online por skype, con estudiantes también seleccionados en otras ciudades por afinidad en la modalidad de Bachillerato elegida, y presentar ante un exigente jurado su propio proyecto para ayudar en su odisea a los refugiados.

Todos los planes que han ideado debían ser factibles, ya que la propia ACNUR contactará con los que mejor respondan a las necesidades detectadas para ponerlos en práctica. Este trabajo, junto a sus altas calificaciones, inquietudes culturales, sociales y habilidades, son la clave para lograr alguna de las becas para asistir a debates y conferencias en universidades como la de Bolonia, Londres, Oxford, París o Heidelberg.

Proyectos

«Esto no es ni una lucha, ni una competición. Haber sido elegidos ya entre los 300 mejores, y hacer el proyecto para los refugiados con compañeros que ni conocíamos, por internet, ha sido ya una gran recompensa». La reflexión de María Amparo Alías, del colegio Inmaculada de Mutxamel, la repiten todos los demás prácticamente con las mismas palabras.

Su proyecto busca construir un campo temporal de refugiados en el que combinar talleres de ámbito social -para contribuir a la unidad de las familias de refugiados, «normalmente desestructuradas»-, de ámbito biosanitario, -para prevenir enfermedades y proporcionar tratamiento psicológico con voluntarios profesionales-, y talleres educativos -para el aprendizaje de un oficio orientado al mantenimiento de las propias infraestructuras del campo: carpintería, electricidad, o fontanería-.

«Me ha dejado muy buen sabor de boca y he hecho muy buenos amigos que lo serán para siempre», valora María Amparo.

Irene Pastor, del Instituto Playa de San Juan de Alicante, se ha inclinado por crear con su grupo -siempre a distancia, con estudiantes de otras ciudades- una app a partir de la cual poblar con refugiados pueblos deshabitados, e integrar en estas localidades también a desempleados en general que ayuden a refundar estas poblaciones con agricultores, empresas, bares, colegios y demás servicios.

«Hemos hecho un minucioso análisis económico, a partir de los fondos que daría Europa, así como de las leyes a aplicar. Se podría extender a pueblos de toda la Europa» explica Irene, apasionada por el Derecho relacionado con la Economía, e ilusionada por estudiar el grado en la Universidad de Alicante.

A su tocaya, Irene Gómez, del colegio Maristas de Alicante, lo que le privaría es tener nota para entrar en Medicina, y de momento no va mal encaminada. «Si no puede ser en la provincia, pues donde me cojan, lo tengo bastante mirado, incluso las privadas aunque son muy caras, entre 10.000 y 20.000 euros el primer curso».

Con su grupo, se ha centrado en el aspecto biosanitario de las mujeres refugiadas embarazadas, hasta el nacimiento del bebé, con un seguimiento médico que les ayude ante cualquier dificultad, e incluyendo el posterior desarrollo del niño. «Si no vives algo como lo que nos ha unido a estudiantes de toda España, es difícil de explicar. Se aprende mucho porque todos tenemos muchas ganas de hacer algo diferente a la rutina de las aulas, y distintas perspectivas aportan mucho», sentencia.

Sofía Riera quiere investigar. Las ramas de la biotecnología o de la biomedicina centran sus preferencias, aunque tampoco descarta la química. Su proyecto conjunto opta por el reciclaje de desechos de forma organizada. «Heces y orina de un campo de refugiados pasarían a través de unos canales para crear huertos, y a partir de ahí gestionar comedores comunitarios y talleres de manualidades, reciclando también el material inorgánico. Ojalá lo pongan en marcha», aventura.

Felicidad

Teresa Mondría, del IES Miguel Hernández de Alicante, ha preferido huir de las necesidades más básicas y apostar por la felicidad de los refugiados. Su grupo está formado por «artistas». Ella misma no deja el piano por nada, aunque también estudiará Periodismo y Comunicación. «Buscamos que a través de la música puedan expresarse y evadirse de su situación, dando sentido a sus vidas, porque la música conecta con todo el mundo. Se concienciaría a la sociedad también con conciertos y exposiciones».

Todos coinciden en que llegar hasta aquí les ha obligado a trabajar «fuerte», como subraya Tomás Vidal, del Instituto La Foia de Ibi. Entusiasmado por la creatividad y la originalidad «para poder hacer lo que te de la gana», se inclina por la Arquitectura pese a que reconoce que «puede ser arriesgado porque ahora no hay trabajo». Pero no le quita el sueño: «Creando cosas disfruto». Su proyecto conjunto aúna arquitectura y psicología. Seis centros distribuidos por todo el campo de refugiados, instalaciones culturales, deportivas y educativas para facilitar la vida a los refugiados y favorecer que «puedan evadirse de sus problemas. Lograr una de las 50 becas es muy difícil, pero pase lo que pase ya estoy contento y orgulloso», resume Tomás, coincidiendo con el sentir de los demás.

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