La tecnología nos conduce al futuro pero nos acerca al pasado. Esta afirmación que puede parecer contradictoria adquiere sentido cuando vemos que las nuevas tecnologías aplicadas a la arqueología nos permiten conocer mejor lo que ocurrió a lo largo de la historia. Más y mejor información. Y eso es lo que está pasando en L'Alcúdia de Elche, donde la Universidad de Alicante, encargada de este yacimiento, ha retomado las excavaciones después de cerca de 20 años.

Una de ellas, en las termas, donde Jaime Molina y su equipo trabajan desde hace dos semanas aplicando las nuevas técnicas que tienen a su alcance para que los resultados sean mucho más precisos. Estas nuevas aplicaciones, que convierten a la arqueología en un área multidisciplinar, facilitan el trabajo de los profesionales, a la vez que ofrecen una visión mucho más amplia de lo que fue esta ciudad y conlleva que los resultados se consigan de manera más rápida y sean mejores y más precisos.

Las termas salieron a la luz en 1998, se excavaron durante cuatro años y así se quedaron. Casi dos décadas después, los avances tecnológicos aplicados a esta disciplina han dado un paso de gigante. Drones, georradares, robots que penetran en espacios inaccesibles para el hombre, imágenes 3D, fotogrametría... se han convertido en los utensilios de trabajo en este yacimiento, aunque siguen conviviendo con las palas y los picos.

Si antes se dibujaba la planimetría de los restos encontrados para recoger de manera exacta su estructura, una tarea en la que se empleaban días y semanas, ahora el uso de un dron está permitiendo recorrer el yacimiento a vista de pájaro y en unos pocos minutos fotografiar en tres dimensiones todo el espacio. «Antes, y estoy hablando de diez o quince años, esto era impensable», apunta Jaime Molina. Incluso «estamos hablando de tecnologías que hace cinco años ni siquiera existían».

Ese es el caso de los drones de preciisón. «Hace unos años habríamos excavado y hubiéramos ido dibujando a mano, pero hoy lo hacemos en unos minutos con un dron, con pértigas y cámaras de alta resolución, además todo lo tenemos en tres dimensiones».

La estabilidad de estos aparatos volantes alcanza ya un grado de perfección que permite conseguir las imágenes con gran exactitud, «incluso podemos incorporarle cámaras térmicas y poner filtros». A través de esas imágenes, se consigue una ortofoto. «Son muchas fotos aéreas, el programa de ordenador encuentra solapes y hace una especie de puzzle en tres dimensiones. Eso nos permite tener mucha más información y de manera más rápida».

Y desde el cielo al suelo y al subsuelo. El equipo cuenta con un georradar última tecnología, desplazado a Elche desde la Universidad de Cádiz, con 15 canales que va sondeando hasta los cinco metros de profundidad. «Es como un tac, tridimensional, va recogiendo lo que hay en el subsuelo hasta los 5 metros de profundidad pero, a diferencia de los existentes hasta ahora, lo hace por capas». La información que recogen se puede analizar el mismo día pero pasaran unas semanas hasta que el equipo de la Universidad de Cádiz procese toda la información. «También te lo georeferencia rápidamente con los satélites; si decides excavar porque ha salido una estructura vas con el equipo, lo posicionas y sabes el sitio justo donde está. Es de una precisión espectacular»

De momento, en una explanada junto a las termas donde han hecho el barrido se detectan numerosas construcciones. «Nosotros buscamos la cloaca central porque nos llevará al foro».

El estudio de las túneles de desagüe, que podrían ser de 300 o 400 metros, es otra de las vías abiertas en las termas, que se van a recorrer y fotografiar en 3D con un robot, algo de lo que se encarga el profesor de la UA José Antonio Moya. «Se descubrieron casualmente en los 60 y estaban excavados pero se sabía muy poco y estamos documentándolo para ver el volumen de agua que podían contener por su tamaño, ya que servían de aljibe, tanto para recoger el agua de la lluvia o desagüe de las termas como para almacenamiento», afirma Molina a quien sorprende la robustez de las construcciones y el trabajo de ingeniería por la inclinación, además de haber encontrado las paredes revestidas con ceniza «para que fueran más impermeables». Con esta fotogrametría «vamos a poder estudiarlo mejor que si nos metemos porque hay tramos muy estrechos y no hay luz».

Los resultados de estos trabajos, que finalizarán el 31 de este mes aunque hasta septiembre se prolongarán para hacer las reproducciones de las termas en 3D. Y ahí entran de nuevo las tecnologías más punteras porque ese modelado de las termas en tres dimensiones, añadiendo texturas y recreando las construcciones, se llevarán a gafas de realidad virtual. «Vamos a probarlo en un colegio y un instituto para ver las sensaciones. Les mostraremos las termas a través de las gafas y luego los traeremos aquí para ver si mejora su percepción . Ya hemos hecho algunas pruebas y es espectacular. Aquí ser verá la piscina con agua, las pinturas en las paredes, la ropa colgada. Luego lo llevaremos a los museos», asegura Molina que trabaja con otros seis técnicos, colegas de otros centros y estudiantes de los máster de Arqueología y de Patrimonio Virtual de la UA.