El desabastecimiento de la vacuna del tétanos no es único. Hace unos meses también se suspendió la vacuna que frente a la tos ferina se administraba a los niños de 6 años para poder priorizar la inmunización de bebés y embarazadas. Así mismo, hace más de un año que la vacuna frente a la meningitis B llega con cuentagotas a las farmacias. Tanto en el caso de la tos ferina como de la meningitis B el problema viene de la enorme demanda que hay de vacunas.

«En muchos países de Europa y en EE UU la tos ferina se ha disparado en los últimos años y con ella la demanda de vacunas», señala Margarita del Val, experta en vacunas del Centro Superior de Investigaciones Científicas. Una demanda que no pueden llegar a cubrir los laboratorios. «Fabricar una vacuna no es nada sencillo porque los controles de seguridad son enormes. Un laboratorio no puede decir de la noche a la mañana que aumenta su producción un 20%, porque es imposible». En el caso de la vacuna frente a la meningitis B la situación es similar después de que el Ministerio de Sanidad autorizara hace unos años su comercialización en farmacias. Una decisión errónea a juicio Del Val. «Jamás se ha probado su eficacia frente a la meningitis, entre otras cosas porque se trata de una enfermedad con muy poca incidencia, que afecta a un niño por cada 100.000. Para hacer un ensayo clínico fiable habría que vacunar a dos millones de niños y eso es imposible».

Para la experta en vacunas, este fármaco nunca debería haber salido del hospital, donde se administra a las personas que han tenido contacto con un enfermo de meningitis B, junto con un arsenal de antibióticos, «que es lo que de verdad frena el avance de la dolencia». Sin embargo, «la presión de muchos pediatras y de los padres» ha sido determinante para que esta vacuna se comercialice en las farmacias. Pero el laboratorio que la fabrica tampoco da a basto para atender este repunte en la demanda.

Por último, los problemas con la vacuna del tétanos vienen de que hay muy pocos laboratorios en el mundo que la fabrican, por lo que ante cualquier incidencia surgen problemas para atender la demanda. Y es que la comercialización de estos fármacos es poco rentable para los laboratorio. «Las vacunas más antiguas, como la del tétanos o la difteria son muy baratas, apenas cuestan unos céntimos».