La arquitectura ya no se plantea sin tener en cuenta el impacto medioambiental y el coste energético. Y para ir un paso más allá y concienciar del problema del excesivo gasto energético en el resto de los ámbitos de la vida, ayer se programó dentro de la Semana Internacional de la Arquitectura de la Universidad de Alicante (UA) la actividad «Foodtopía. Una conferencia comestible».

Unos 50 participantes en esta Semana Internacional pudieron degustar los platos preparados por Foodtopía mientras escuchaban los principios de este movimiento de manos de sus creadores, Jesús Pagán y Norberto Navarro.

«La industria alimentaria consume el 30% de la energía mundial y genera el 40% de las patologías climáticas que están desembocando en el cambio climático que ya sufrimos», aseguró Pagán. Mientras tanto, los comensales probaban una ensalada de col, un potaje a base de legumbres y germinados y una macedonia de frutas servidos en tarros de cristal individuales que Foodtopía logra producir por el precio de un euro cada plato y de forma energéticamente sostenible. De hecho, cuando Pagán explicó que para cocinar el plato caliente sólo se emplearon siete minutos de cocción los asistentes se miraban unos a otros y miraban las habichuelas y garbanzos preguntándose si lo habían entendido bien ya que la charla se realizó en inglés al ir dirigida a comensales de veinte países distintos.

«El secreto es que hemos diseñado un tipo de maquinaria desarrollada con una tecnología disruptiva que permite realizar platos de la cocina tradicional de toda la vida usando alta presión en muy poco tiempo, lo que permite ahorrar costes y energía», señaló Navarro. «Nos preocupamos de que sea comida sana y equilibrada, que aporte todos los nutrientes necesarios y que esté buena sin necesidad de aditivos. Todo ello lo logramos gracias a la compra local y de proximidad», añadió.

Dentro de esta filosofía desechan la utilización de carne. «No porque seamos animalistas -puntualizó Pagán- sino porque su producción y transporte consume diez veces más energía que el resto de alimentos. La cabaña ganadera mundial emite más gases de efecto invernadero que todo el parque móvil. Sustituimos sus proteínas por otros ingredientes que también las aportan», argumentó.

En opinión de Pagán, «la fiesta energética se ha acabado y hay que buscar alternativas en la economía de barrio que nos permitan subsistir».

Esta nueva forma de alimentación le pareció «muy bien» al arquitecto portugués Manel Barata, a quien le pareció una comida «buena y sabrosa». Por su parte, el profesor de la Facultad de Ingeniería Civil de Brno, en la República Checa, Juraj Dulencin se mostró a favor de reducir los costes energéticos a la hora de comer y de seguir buscando energías alternativas. «Es un menú sano a cuatro euros, lo que en mi país es bastante normal en los restaurantes por lo que el precio no me llama tanto la atención», consideró.