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«No vimos nada, no nos enteramos de que era un asesinato»

Trabajadores de negocios cercanos al lugar del crimen dicen que no oyeron los disparos ni vieron a nadie sospechoso

Apenas unas horas después del asesinato a tiros de la viuda del expresidente de la CAM Vicente Sala, el escenario del crimen amaneció ayer en completo silencio, con las puertas cerradas del negocio familiar en el que empleados del concesionario encontraron sobre las siete de la tarde del viernes el cuerpo de María del Carmen Martínez, de 72 años y madre de cuatro hijos. En la calle Zodiaco, en el polígono Llano del Espartal, frente al tanatorio de la Siempreviva, la mayoría de negocios también tenían ayer las persianas bajadas, al igual que el concesionario Novocar, donde el único recuerdo del trágico suceso eran dos precintos de la Policía Nacional que impedían el acceso al lugar de los hechos, un lavadero ubicado junto al concesionario. Eso sí, en los negocios que ayer estaban abiertos al público, el principal tema de conversación era coincidente: nadie había visto nada, pero todos hablan del tema. Pocos en la zona conocían a la víctima, aunque algunos sí recuerdan haberla visto por el negocio familiar, en cuyo interior tomó ayer relevancia un eslogan que hablaba de disfrutar, de sentir, de vivir. La vida trágicamente segada de María del Carmen sorprendió en una zona relativamente tranquila, aunque próxima a uno de los puntos más conflictivos de la ciudad, el entorno del Cementerio. «Aquí es habitual ver pasar coches de la Policía, pero nunca esperas un asunto así», añadía ayer un trabajador del polígono.

Los supuestos testigos del asesinato, empleados de negocios próximos al concesionario Novocar, coincidieron ayer a la hora de asegurar su sorpresa por el suceso. Allí nadie vio nada, ni tampoco se oyeron los disparos que acabaron con la vida de la viuda del exdirigente de la CAM. «No vimos nada, no nos enteramos del asesinato ni cuando llegó la Policía», aseguraba ayer Rodrigo, trabajador de un taller próximo al lugar de los hechos. «Vimos llegar una patrulla de la Policía, luego una ambulancia y al poco se llenó la zona de coches de la Policía. Agentes empezaron a buscar por el suelo, en los bajos de los coches aparcados, por dentro de los negocios... Nosotros no nos hemos enterado del asesinato hasta esta mañana [por ayer]. Le pregunté a un empleado del concesionario, se le veía afectado, pero no nos dijo nada», continuó ayer un trabajador de la zona, quien añadió que el celo policial les impidió acercarse al lugar del asesinato durante los minutos posteriores al suceso. También estaban prohibidas las fotos, añadió.

Rodrigo fue una de esas contadas personas que ayer se dejaron ver por la zona y que, a la vez, presenciaron el despliegue policial posterior a los dos tiros que acabaron con la vida de la viuda de Vicente Sala. No fue el único. Salva, empleado de una tienda de muebles, conoció el asesinato cuando llegó a casa, aunque pasó toda la tarde trabajando a escasos metros de la escena del crimen. «Me preguntó mi mujer, y yo no sabía nada. Estuvimos aquí hasta las nueve y media de la noche y no vimos ni los coches de la Policía. Mi compañero Jose, cuando nos fuimos, vio las luces azules, pero no le dio importancia hasta que luego se enteró de lo que pasaba», explicó ayer, mientras observaba en la distancia el lugar de los hechos, con el tanatorio de por medio.

Junto a varios carteles que alertan de la presencia de cámaras de seguridad en el concesionario, un empresario de la zona recordaba ayer la figura de Vicente Sala. «Era una persona muy grande, de una familia con mucho dinero. Que pasen estas cosas es inadmisible, no hay ninguna justificación», añadía Luis, visiblemente afectado. A su alrededor, ayer, silencio.

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