Esperar a que lleguen denuncias sobre casos de acoso escolar para actuar es sinónimo de fracaso. Así lo dicen los expertos Iñaki Piñuel y Óscar Cortijo en el libro «Cómo prevenir el acoso escolar. La implantación de protocolos antibullying en los centros escolares: una visión práctica y aplicada» que se presentó ayer en la Universidad CEU Cardenal Herrera de Elche.

Se trata del primer manual español dirigido a centros escolares para que puedan implantar un protocolo de actuación efectivo, proactivo y de prevención que evite las conductas de acoso en las aulas. Conductas como la que ha salido a la luz esta misma semana en Alicante, donde la Policía Nacional ha tenido que intervenir para poner a disposición de la Fiscalía de Menores de Alicante a cuatro acosadores de una compañera de colegio, a la que siguieron acosando en internet tras irse a otro colegio.

Óscar Cortijo, que es vicedecano del Colegio de Psicólogos de la Comunidad Valenciana y director corporativo de Personas de CEU España, aseguró ayer que los esfuerzos de los centros educativos y de las familias han de centrarse en la detección y detención temprana, con un enfoque proactivo integral, «ya que los adultos somos garantes de que los colegios e institutos no se conviertan en un campo de batalla».

En este sentido, los autores del manual presentan un modelo a seguir contra el acoso que se puso a prueba durante el pasado curso escolar con 4.000 alumnos de diez centros educativos. El modelo propone varios pasos a dar para elaborar el protocolo implicando a las familias, docentes y alumnos. Además, analiza los errores más frecuentes que se deben evitar.

01.-Sensibilizar a las familias

Las familias tienen que estar informadas sobre acoso escolar para estar alerta ante posibles cambios de personalidad de los hijos, o indicadores de que algo que no es lo habitual está sucediendo en el niño. Los expertos entienden que la primera alarma puede salir desde la familia, ya que es la que mejor conoce el comportamiento del hijo.

02.-Formar a los profesores para que sepan cómo actuar

Los profesores deben conocer los protocolos para actuar contra los casos de acoso escolar. En este caso, los expertos apuntaron a que son los centros los que deben facilitar el acceso de los protocolos a los profesores, para que no se sientan indefensos por no saber actuar, o por no tener el amparo del centro para intervenir ante un caso de acoso escolar. Y es que aseguraron que «en la actualidad no existen modelos de prevención. Sólo hay sistemas reactivos que se ponen en marcha cuando el problema coge un tamaño importante».

03.-Medir el problema en las aulas y crear métodos de detección

Implicar a los alumnos en la medición del problema. El objetivo es que los escolares participen en el debate sobre qué conductas no son apropiadas en el centro (collejas, insultos, vejaciones, no dejar jugar en el recreo, utilizar el WhatsApp para manchar la reputación del compañero). Toda las conductas inadmisibles se plasman en un decálogo que firman los alumnos, que también trabajan el régimen sancionador. De esta forma, se implica a los escolares en la detección de conductas de acoso y en las medidas de castigo. El profesor también firma el decálogo, y puede intervenir de forma contundente y rápida.

04.-Acabar con la impunidad de los casos

Cuando se detecta un caso de acoso hay que gestionarlo a través del régimen disciplinario y sancionador del centro. Lanzar un mensaje que silencie el caso es un muy negativo. «La ley del silencio va en contra de la solución, ya que el problema se magnifica, y acaba con la salida de la víctima del colegio», dijo Óscar Cortijo.

05.-Errores frecuentes

Entre los errores frecuentes a la hora de gestionar casos de bullying está la banalización e impunidad. Hacer creer que se trata de algo que siempre ha pasado, y que no es importante, lanza un mensaje negativo que no lucha contra el acoso. Este error da pie a la formación de ciudadanos que admiten la violencia. Además, está el error de atribución, cuando se considera que el niño acosado es responsable de lo que está pasando, y, basándose en este error, el trabajo se centra en la víctima provocando una revictimización secundaria, que agrava el problema.