Piden a sus parejas las claves de las redes sociales, controlan su Whatsapp, critican su manera de vestir, de comportarse, las desacreditan delante de los demás... el maltrato psicológico puede adquirir formas muy sutiles de manifestarse, enmascaradas como amor, cuando lo que de verdad encierran es una dominación del hombre sobre la mujer.

En este sentido, las nuevas tecnologías han creado una nueva «violencia cibernética», en la que «cambia la forma de control, que ahora se hace a través de las redes social», señala Esperanza Bosch, profesora de Piscología de la Universitat Illes Balears. Bosch participó ayer en la segunda jornada del congreso sobre la violencia contra la mujer, organizado por la Diputación Provincial en el ADDA con la asistencia de más de 1.200 personas.

Uno de los mayores problemas es que las nuevas generaciones tienen poca percepción del peligro que estas actitudes encierran. «Hay chicas que deben mandar una foto cada cinco minutos a sus novios para decirles dónde están y con quién, que deben darles sus claves de Facebook para que ellos controlen con quién hablan en la red o que tienen unas broncas tremendas porque no les contestan un watsapp y lo peor de todo es que todo esto lo ven como una prueba de amor», lamenta Esperanza Bosch.

Una situación que se da en todos los estratos sociales. «Se ha comprobado que también ocurre entre jóvenes universitarias» y una de las mayores preocupaciones de los expertos es que se están repitiendo comportamientos en estas nuevas generaciones más propios de la época postfranquista.

Pero al margen de las redes sociales, hay otras muchas formas sutiles de micromachismo, que pueden derivar en un maltrato psicológico y en una dominación del hombre sobre la mujer. En este tipo de relaciones, «el hombre ejerce chantaje emocional, con frases como "te vas a ir con tus amigas y me dejas en casa solo"». Además, «intenta que ella no se relacione con su familia, con argumentos como "tu madre no te comprende, no deberías ocuparte tanto de ella"». Son hombres que además demandan atención de manera exagerada. «Les dicen que quieren estar con ellas siempre, que quieren hacerlo todo con ellas».

Buena parte de estos comportamientos son, a juicio de la psicóloga de la Universitat Illes Balears, consecuencia del amor romántico imperante en nuestra sociedad desde el siglo XIX, una manera de amar que, a juicio de Bosch, «es muy sencillo que conduzca a los malos tratos».

El amor romántico se fundamenta en una serie de mitos que ayer Bosch desgranó ante el auditorio del ADDA. «Uno de ellos es el de la exclusividad, pensar que es imposible estar enamorada de dos personas a la vez». También se sostiene en el mito del emparejamiento, «pensando que tener pareja heterosexual y monogámica es la única manera de alcanzar la felicidad». También es muy común el mito de la media naranja, «pensar que en este mundo hay una persona ideal para ti y que estáis predestinados a encontraros». Bosch también alude al mito de la omnipotencia, «creer que el amor mueve montañas y que puede cambiar a una persona». Este último argumento es «lo que ata a muchas mujeres a soportar relaciones que no van a ningún sitio, pensando que la persona terminará cambiando».

Este tipo de amor está generando muchos problemas entre los adolescentes. «Te encuentras muchas chicas jóvenes que te dicen que si no tienen pareja se aburren, porque se ha construido la idea de que tener pareja se ha convertido en la meta de vida de muchas mujeres».

De este tipo de amor a la violencia de género hay, a juicio de Esperanza Bosch, un paso, «porque ellas conciben el amor como una forma de dar, ofrecerse, cuidar, ser generoso y ellos reciben este amor como si fuera un derecho, creen que deben controlar a su pareja y mantenerla en un determinado estatus».