A Vicente le costó mucho creer lo que le había dicho su procurador y curador, Pablo Navarro, durante la visita que acababa de hacerle en la cárcel. Si era cierto que Pujalte le había mentido, significaba que él mismo se había delatado estúpidamente ante la justicia, lo que le acarrearía una pena mucho más grave que la de portar armas prohibidas.

Mientras reflexionaba y se maldecía en silencio, Vicente se adentró en la comuna de la cárcel alicantina.

Vicente Gras, hijo de Pedro, había nacido en la universidad de Monforte del Cid en 1691. Creció labrando la tierra, como su padre. Cuando tenía 20 años, cansado de ser pobre, abandonó la casa paterna y se marchó a recorrer el mundo, en busca de fortuna. Pero no la halló. Sí que se reencontró, en cambio, con su paisano Vicente Pujalte, que hacía unos años se había marchado de Monforte para alistarse en las filas del archiduque Carlos, y que a la sazón vivía más como bandido que como miguelete o miliciano austracista. Juntos asaltaron, en el invierno de 1712, a un forastero solitario que viajaba por el camino de Novelda a Agost, al que arrebataron la capa y el importe de una carga de cántaros que había vendido en el mercado noveldense. Nada más supo de aquel desconocido, ni cómo se llamaba, ni de dónde era.

Pocos días después, tras volver de una rápida visita a Monforte, Pujalte le contó que, según se decía en la localidad natal de ambos, había recibido el alcalde de Aspe una requisitoria desde Alicante, en la que se ordenaba la búsqueda y arresto de Vicente Gras. Al oír tal noticia, éste tomó la determinación de abandonar la vida de asaltante y huir lejos. Poco después se despidió de Pujalte, quien partió hacia Orihuela y la huerta murciana.

Convencido de que era preferible servir de soldado para comer, en vez de robar, se alistó en el regimiento de caballería de la Reina, cuyos reclutadores encontró por uno de aquellos caminos. El regimiento fue enviado poco después a Cataluña, donde Vicente sirvió hasta noviembre de 1713. Aunque sin licencia, decidió abandonar la milicia y regresar a su tierra. Lo hizo portando encima dos pistolas francesas, nuevas y cortas, que había quitado a un soldado enemigo.

Al llegar a Aspe, se hospedó en el mismo sitio donde lo había hecho meses atrás, poco después de partir de Monforte: en casa de la viuda de Francisco Aracil. Y como su intención era vender las pistolas, la tarde del 14 de noviembre fue a casa de Francisco Cerdán, donde sabía se estaba rifando a las quínolas media libra de higos. Allí encontró a varios vecinos y al hijo del dueño de la casa, Pedro, a quienes ofreció las pistolas, pero no consiguió venderlas. De improviso, irrumpió en la casa Jaime Beltrán, alcalde de Aspe, acompañado del alguacil José Alenda. Aprehendieron a Vicente porque, según dijeron, tiempo atrás se había recibido una requisitoria del alcalde mayor de Alicante, en la que se pedía su detención. Al registrarle, le encontraron bajo la gabardina y cogidas al cinto, ambas pistolas, que eran armas prohibidas por un decreto real.

Vicente fue encarcelado y Beltrán abrió causa contra él, tomando declaración como testigos a Francisco y Pedro Cerdán, de 67 y 36 años, respectivamente. Ambos declararon que conocían al reo desde hacía dos años y que siempre había observado buena conducta en Aspe, si bien se decía que hacía cosa de año y medio se había echado a los caminos para robar a los viajeros.

El 2 de enero de 1714, Beltrán decidió trasladar la causa a Elche, y al día siguiente se presentó ante el alcalde mayor ilicitano, José Salvador Hereu, a quien entregó reo, pistolas y autos. Como consecuencia de ello, Vicente pasó a manos del carcelero Alonso Buendía.

El 6 de enero, Vicente Gras, de 22 años, reconoció ante Salvador que las pistolas eran suyas, aunque ignoraba que estuviesen prohibidas, y confesó el hurto que realizó junto con Pujalte en el camino real que unía Novelda con Agost, única vez que cometió un delito.

Al cabo de un año, el presidente de la Sala del Crimen, de la Real Consellería de Valencia, reclamó al alcalde ilicitano la causa contra Vicente Gras, para trasladarla días después (9 de febrero de 1715) al alcalde mayor de Alicante, Francisco Esteban Zamora Cánovas. Al asumir éste la causa, Vicente fue trasladado a la cárcel de Alicante, cuyo alcaide era Juan Rodríguez Gómez.

Zamora ordenó el 20 de febrero que se remitieran desde Aspe los autos y requisitoria que supuestamente se envió desde Alicante, pidiendo la captura de Vicente con anterioridad a su arresto. También mandó que se buscasen dichas diligencias en Alicante, donde debió ejecutarlas algún escribano judicial.

El escribano Vicente Salazar consultó con su antecesor, Vicente Cerdá Sevillano, quien le dijo que no había gestionado ninguna causa criminal contra Vicente Gras. Lo mismo le dijeron sus colegas Antonio García, Juan Bautista Morató, José Tahuenga, Juan Bautista Hernández, Antonio Sureddo, Jaime Navarro Blanquer y Francisco Andújar. Al mismo tiempo, llegaron noticias de Aspe, según las cuales ni el alcalde ni su antecesor tenían requisitoria alguna enviada desde Alicante sobre Gras, anterior a su arresto. Al parecer, la que mencionó Beltrán cuando le detuvo había llegado a su conocimiento de oídas, pues hacía tiempo que se hablaba de ella, aunque nunca la recibió.

El 23 de febrero, Zamora ordenó la búsqueda y captura de Vicente Pujalte, el cómplice de Gras en el robo que ambos cometieron en el camino de Novelda a Aspe. Tres días después, el alcalde de Monforte testificó en Alicante que no se habían hallado testigos del hurto de Gras y Pujalte, ni tampoco se había encontrado a éste, que al parecer se hallaba por Orihuela. Como tampoco se encontraron testigos de este delito en Alicante, Zamora envió una requisitoria a Orihuela, pidiendo la búsqueda y detención de Pujalte.

No fue hasta el 27 de febrero que Zamora se percató de que, cuando confesó ante el alcalde mayor de Elche, Gras era menor de edad, sin que fuera auxiliado por un curador. Todavía lo era, pues no tenía aún 25 años. En consecuencia, nombró como curador a Pablo Navarro, procurador de la Audiencia, y ordenó que fuera nuevamente interrogado.

Ese mismo día 27, Zamora, en compañía del escribano Salazar y en presencia del curador Navarro, interrogó en la cárcel alicantina a Vicente Gras. Éste, tras leerle Salazar la confesión que había hecho en Elche, la reconoció como cierta. A continuación, resumió todo lo que había hecho desde que se marchara por primera vez de su Monforte natal. Para cerciorarse de si era cierto, Zamora le preguntó por los nombres del comandante y el capitán que mandaban el regimiento de la Reina, mientras él servía en Cataluña. Respondió que se llamaban Marqués de Cavicruz y Álvaro Carrillo, respectivamente. Reconoció una vez más que había realizado aquel hurto con Pujalte en el camino entre Novelda y Aspe, pero que era el único delito que había cometido, ya que desconocía que las pistolas que había tomado en Cataluña y que pretendía vender en Aspe estuvieran prohibidas por decreto real. «Me fui a servir al Rey para no seguir robando», dijo.

Luego de salir de la cárcel, Zamora mandó a Salazar trasladar los autos de la causa al fiscal, Mateo de la Cruz. Éste presentó pocos días después sus conclusiones, acusando a Vicente de haber cometido varios robos en los caminos y ser un peligroso miguelete, por lo que debía ser condenado; además, pidió que fuesen embargados los bienes de sus padres, para satisfacer los gastos de la causa. En su escrito, el curador de Vicente se opuso al embargo y pidió su absolución porque era un hombre honrado; solo había cometido un hurto, que ya había pagado con creces al llevar casi año y medio en prisión, siendo además menor de edad y no haber recibido la asistencia jurídica precisa cuando le fue tomada declaración en Elche.

Previamente, en una de sus visitas a la cárcel para entrevistarse con Vicente, el curador Pablo Navarro le contó que no era cierto que desde Alicante se hubiese enviado a Aspe una requisitoria pidiendo su captura, antes de que le arrestase en casa de Francisco Cerdán el entonces alcalde aspense, quien solo había oído rumores de tal despacho. Rumores que probablemente habían surgido de boca del propio Pujalte. ¿Por qué lo hizo?, se preguntó Vicente. ¿Por qué le mintió y se inventó semejante cosa? Navarro se encogió de hombros, antes de elucubrar: «Tal vez lo hizo porque tenía decidido separarse de ti y quería desviar la atención de las autoridades hacia tu persona». En cualquier caso, lo cierto era que, si él no hubiese confesado el hurto contra el viajero, creyendo que ya lo sabía la justicia, solo podrían haberle acusado de portar armas prohibidas, lo que le acarrearía una pena mucho menor.

El 16 de marzo de 1715, el alcalde mayor de Alicante condenó a Vicente Gras a seis años de galeras y a pagar 50 ducados por costas de la causa.

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