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Nuestros ilustres muertos

Escritores, toreros, músicos o médicos ilustres reposan en el cementerio de Alicante

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Nuestros ilustres muertos

Poco menos de cien años tiene el cementerio de Alicante, en pleno servicio desde 1925, aunque la epidemia de gripe española hizo que siete años antes se habilitara una fosa común sin haber sido inaugurado. Un siglo en el que se ha quedado pequeño como última morada de miles de alicantinos, entre ellos un buen puñado de ilustres, en tumbas, mausoleos y panteones. Varios están en el catálogo de elementos protegidos del Ayuntamiento por su interés artístico o histórico, lo que impide que sean alterados o demolidos.

Estos enterramientos captan la atención de los alicantinos cuando acuden a visitar las sepulturas de sus familiares, como harán la próxima semana por el Día de Todos los Santos, tanto que asociaciones como Alicante Vivo creen que deberían formar parte de un itinerario turístico. Una iniciativa que reclaman al tripartito para que Alicante se sume a las rutas de «necroturismo», en las que ya está incluido el camposanto de Alcoy. El colectivo prepara para el sábado una ruta guiada por el recinto.

Ese listado de 23 elementos funerarios incluye el mausoleo dedicado a la memoria del torero Ángel Celdrán Carratalá, que murió el 28 de julio de 1929, empitonado en el vientre por el novillo Saltador en una corrida celebrada en Inca (Islas Baleares). Impresiona la escultura de una mujer con mantilla que sostiene el cuerpo sin vida del diestro en traje de luces.

Otra figura del toreo que descansa en el cementerio de Alicante es José María Manzanares, fallecido hace casi dos años. Si esta tumba está al fondo de la calle principal del camposanto, muy cerca de la puerta de entrada se ubica el mausoleo del torero que murió empitonado, en concreto en el área de las calles San Antonio, San José, San Pascual y San Isidro, donde se localizan los elementos funerarios más representativos. En esta zona está el mausoleo de la familia Prytz, una de las más poderosas e influyentes de Alicante, que data de 1904. En esta dinastía de burgueses destacó la figura de Manuel Prytz y Carter, millonario con talento para los negocios que vivía en un majestuoso chalé en el barrio de Benalúa y que, ya entrado el siglo XX, fue objeto de leyendas sobre fantasmas.

Cerca están las tumbas de familias alicantinas pudientes que se podían pagar impresionantes construcciones para su eterno descanso. Como los mausoleos de José Botella Torremocha; Guillermo Campos Carrera; Aurora Conca viuda de Luna; Aurora Dallud; Familia Cloquell; Sebastián Cortés; Mario Flores Arroyo; Ribelles Mazón; Familia de Anta o Antonio Piqueres Aznar. Y los panteones de Tecla Tudesca o las religiosas de Jesús y María. Son en su mayoría de estilo gótico y románico, obras de escultores alicantinos como Ibáñez, Gutiérrez y Bañuls. Esta familia de artistas tiene también su eterna morada en el actual camposanto. Daniel Bañuls Martínez, autor de la fuente de Luceros, descansa allí desde 1947, y su padre, Vicente Bañuls Aracil, desde 1933. Ocupan un pequeño mausoleo entre hileras de nichos.

Algunos de los mejores monumentos funerarios del recinto, se construyeron para el antiguo cementerio de San Blas, clausurado en el año 1931, y después los trasladaron al actual, pero otros no, como los de diversos nobles. En el antiguo camposanto descansaron el marino Berenguer de Marquina o los poetas Rafael Campos Vasallo y Carmelo Calvo. También fueron enterrados allí los alcaldes Eleuterio Maisonnave; Rafael Terol o José Gadea. Muchos restos se perdieron cuando fue desmantelado. Los no reclamados acabaron en una cripta, aunque Alicante Vivo cree haber hallado los restos de Maisonnave n el panteón familiar Llorca-O´Connor.

En la calle principal, rodeando la estatua de la Virgen del Remedio que da nombre al cementerio, hay tres fosas con alicantinos ilustres. La más famosa del cementerio, la del poeta del pueblo, Miguel Hernández, fallecido en un penal alicantino tras ser encarcelado por el régimen franquista. Primero fue enterrado en el nicho 1009 y después trasladado a la tumba donde yace con su viuda Josefina Manresa y su hijo Manuel Miguel. «Llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte y la de la vida», se puede leer en la lápida, llena de rimas. Muy cerca, descansan el pintor y artista de Hogueras Gastón Castelló, y el almirante de la Armada, Julio Guillén Tato, que fuera académico de la Historia y de la Lengua.

José Antonio Primo de Rivera fue enterrado en Alicante tras su fusilamiento y sus restos estuvieron allí hasta 1939, cuando fueron trasladados al Valle de los Caídos. Un monumento funerario lo recuerda en el lugar, a escasos metros de la fosa común donde descansan las más de 300 víctimas del bombardeo del Mercado Central del 25 de mayo de 1938. En otro panteón, de forma cúbica, están los restos de los 23 carabineros muertos en 1844 tras enfrentarse al gobierno: los Mártires de la Libertad.

Más ilustres en el cementerio. De ellos está lleno el Jardín del Silencio, situado junto a la ermita en una iniciativa de Alicante Vivo que materializó el Ayuntamiento. Allí descansan en una hilera de lápidas en el césped el escritor y cronista oficial Enrique Cerdán Tato (1930-2013); el poeta Salvador Sellés (1848-1938); el médico Antonio Rico Cabot, el doctor Rico, pedagogo y ecologista; José María Py y Ramírez de Cartagena, que fundó las Hogueras en 1928 y falleció cuatro años después; el escritor, arqueólogo y cronista oficial Figueras Pacheco; el periodista Rodolfo de Salazar, que dirigió el círculo de Bellas Artes de Madrid y difundió las Hogueras en la capital española como decano de los «foguerers matjors»; y el jurista José Guardiola, escritor, político republicano y académico de la Real Academia de Bellas Artes, que, pese a sus ideas, no dudó en defender a falangistas como Agatángelo Soler, a posteriori alcalde de Alicante.

Yacen también en este camposanto el historiador Vicente Ramos y el pintor Emilio Varela.

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