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La difícil situación del tripartito: de los desaires de Echávarri al «no» de Pavón

El tripartito consume meses al frente del Ayuntamiento entre palabras altisonantes y silencios inexplicables de su alcalde, junto a las continuas negativas del vicealcalde a unirse a iniciativas defendidas por sus socios de gobierno

El portavoz de Compromís, Natxo Bellido. jose navarro

«Se levanta la sesión». Con estas cuatro palabras, el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, dio por finalizado el Debate sobre el Estado de la Ciudad, una cita extraordinaria en Alicante -sólo se recuerda una similar en tiempos de Sonia Castedo-, celebrada este pasado viernes, promovida por él mismo y en la que el regidor socialista decidió guardar un inexplicable silencio que molestó casi por igual a sus dos socios de gobierno y a los grupos de la oposición. Tanto el vicealcalde, Miguel Ángel Pavón (Guanyar), como el portavoz del tripartito, Natxo Bellido (Compromís), admitieron en público que la negativa del alcalde a tomar la palabra -tenía dos turnos reservados: uno de arranque, de 15 minutos, y otro de cierre, de 10 minutos- y defender así su gestión al frente del Ayuntamiento les había «sorprendido», ya que estaba prevista su intervención. Sin embargo, los silencios, unas veces, y las palabras altisonantes, en otras ocasiones, ya no sorprenden en un equipo de gobierno que ha perdido la cuenta de las crisis internas vividas en estos 16 meses que llevan al frente del Ayuntamiento.

De esos «silencios» más sorprendentes del alcalde desde que en junio de 2015 cogiera la vara de mando se recuerda, entre otros, su ausencia de un acto con tintes de acontecimiento histórico en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), en el que la Universidad intentó que las ciudades de Alicante y Elche estrecharan lazos, relazando el área metropolitana. Allí no acudió, alegando que tenía otro compromiso en su agenda municipal.

Sin embargo, hasta la fecha, el tripartito se ha caracterizado más por el ruido que por los silencios. Por los conflictos, que por los acuerdos. Por asuntos de calado en los que han sido incapaces, al menos por el momento, de que las tres voces se unan y no desafinen. La posible implantación de Ikea en Rabasa -de la que el PSOE no dijo ni una palabra en el debate del viernes- ha sido el último motivo de choque en el seno del equipo de gobierno, aunque la lista de desavenencias también recoge la reordenación de los veladores -que sólo ha dado los primeros pasos-, la libertad comercial -donde Guanyar se niega en rotundo al abierto en festivos-, la municipalización de contratadas caducadas -que se aprobó recientemente en Junta de Gobierno pese a la negativa de la formación de Pavón-, los graneles del puerto -con el alcalde y el vicealcalde en bandos opuestos-, la plantilla de Urbanismo -donde Guanyar se opone a las horas extras que ofrece Alcaldía-, los avances del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) -que sostiene Pavón y que niega Echávarri-, la elección a dedo de jefes de servicio -que supuso la primera ruptura de unidad de voto del tripartito-, los asesores municipales -con el exsenador socialista Ángel Franco sobrevolando el Ayuntamiento-, el secreto de las reuniones del tripartito, el acuario, el futuro de la plaza de toros, la celebración de Santa Rita [la patrona de los funcionarios municipales] la banda de música, las vaquillas del Moralet... Éstos son algunos de los asuntos, aunque no todos, que no han hecho más que erosionar día a día a un equipo de gobierno en el que la desconfianza y los enfrentamientos se han convertido en inseparables compañeros de viaje.

El escollo público más reciente entre PSOE, Guanyar y Compromís -un tripartito en minoría después de la expulsión de Nerea Belmonte y de su posterior negativa a entregar el acta como concejala- se ha trasladado a terrenos de Rabasa, el lugar en el que Ikea pretende implantarse en Alicante. Tras una reunión entre el jefe del Consell, Ximo Puig, y el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, se conoció la hoja de ruta marcada por la Generalitat para impulsar la llegada de la multinacional sueca a Alicante tras una década larga de idas y venidas. El Consell proponía rescatar suelo a los bancos -ante las hipotecas impagadas por parte de Enrique Ortiz, el dueño de buena parte de los terrenos- para agilizar los trámites y que la tienda del mueble abriese cuanto antes en la ciudad de Alicante. Sin embargo, el proyecto contó desde el primer momento con el «no» del líder de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, quien se mostró contrario a que la administración pública comprara suelo -de manera directa o indirecta- a un empresario ligado a la corrupción del PP, confeso financiador ilegal de los populares y -como Pavon se encargó de subrayar en el Debate sobre el Estado de la Ciudad del viernes- «presunto amañador del PGOU». Al vicealcalde tan sólo le ha faltado estos días hacer suyo el característico «no es no» del ahora ya exsecretario general del PSOE Pedro Sánchez, defendido hasta el último día por Gabriel Echávarri.

Negativas varias

Este «no» a la hoja de ruta marcada por la Generalitat, que ha ido perdiendo fuerza en los últimos días ante la falta de un apoyo unánime en Alicante, ha sido uno más en la cadena de negativas del vicealcalde de la ciudad y portavoz de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, quien se ha mostrado rotundamente contrario, por ejemplo, a la libertad comercial defendida de un tiempo a esta parte por el regidor socialista, que apuesta en cambio por la apertura en domingos y festivos del centro de Alicante, del entorno de Maisonnave. Éste es uno de los próximo retos del Ayuntamiento, que debe aprobar una nueva Zona de Gran Afluencia Turística (ZGAT) en las próximas fechas tras la decisión de la Conselleria de Comercio, en manos de Compromís, de anular la delimitación aprobada por el último gobierno del PP y que sigue vigente.

El previsible «no» de Pavón a la ZGAT que promoverá Echávarri y el reciente «no» a la implantación de Ikea en Rabasa fuera del PGOU -del que no se ha hecho «nada», en palabras del propio alcalde- se suma a otros «no» sonados, que han ido debilitando interna y externamente a un tripartito que cada día avanza sobre una situación más precaria ante la falta de interés de sus partes por ser una sola voz en asuntos trascendentes. En las últimas semanas, Pavón también ha dicho «no» a la propuesta de Echávarri de que los funcionarios de Urbanismo hagan horas extra para salvar el colapso que sufre el área, que hoy tiene licencias sobre la mesa por un valor de 50 millones de euros. Otro «no» firme de Pavón impidió que la licitación de, por ejemplo, el contrato de limpieza de colegios y dependencias municipales que llevaba en manos de Enrique Ortiz caducado más de un año saliera por unanimidad de la Junta de Gobierno, exhibiendo su frontal oposición -según sostiene en cada crisis del tripartito- a salirse un ápice de la líneas marcadas en el pacto de gobierno que suscribieron tras las elecciones municipales de 2015 las tres formaciones que hoy dirigen los designios de la política municipal alicantina.

Así, con cada desaire público de Echávarri -con esos silencios imposibles de justificar incluso dentro de su grupo municipal y esas palabras difíciles de encajar por sus socios de gobierno- y con cada «no» de Pavón a proyectos esenciales para la ciudad, el tripartito consume meses al frente del Ayuntamiento de Alicante en una situación que cada día que pasa es más inestable. Una gestión, rodeada de mucho ruido en estos últimos 16 meses, que ni el propio alcalde de Alicante, la máxima autoridad del gobierno municipal, fue capaz de defender en un debate que él mismo promovió como un gesto de transparencia municipal, como un intento de seguir pasando página a los veinte años de gobiernos del PP en Alicante. «Los responsables públicos tenemos la obligación de explicar a la ciudadanía la gestión política que estamos realizando. Hay que rendir cuentas», aseguró Echávarri cuando anunció un debate que ahora, ya conocida su sorprendente «espantá», deja una pregunta en el aire: «¿Y para qué lo convocó?». La realidad es que, ante la negativa del alcalde a defender la gestión de un equipo de gobierno que él mismo encabeza, el tripartito salió del debate en una situación aún más precaria de como entró.

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