Era el guión previsto, y así se desarrolló. La oposición en Alicante -integrada por PP, Ciudadanos y los dos ediles tránsfugas- se centró ayer en criticar al tripartito por la parálisis que -al juicio de ellos- sufre la ciudad por la falta de proyectos y por la desunión del gobierno local, protagonista en poco más de un año de numerosas crisis internas. El más duro en las formas fue el portavoz del PP, Luis Barcala, que pasando por alto las continuas referencias a la herencia dejada por los populares tras veinte años de gobierno, lideró la postura de la oposición, al que también contribuyó Ciudadanos y el tránsfuga Sepulcre, ante la tibieza del mensaje de Belmonte. «No son ni un equipo ni un gobierno. Se han dejado su credibilidad por el camino», aseguró el dirigente popular como carta de presentación de un discurso en el que repasó las últimas polémicas surgidas en el Ayuntamiento, como la suciedad en la ciudad, el colapso en Urbanismo y la posible implantación de Ikea.

Barcala dudó, en su intervención, de que el tripartito vaya acompletar el actual mandato, que finalizaría en 2019. «No sé si va a agotar la legislatura, pero tiene agotada a la ciudad», le reprochó a Pavón, el principal blanco de sus críticas en el Debate sobre el Estado de la Ciudad. «Usted es un boicoteador del gobierno, ni hoy ha podido evitar darle dos viajecitos al alcalde», añadió el dirigente popular, en referencia a las palabras de Pavón sobre la falta de personal en su área de Urbanismo y al reafirmar su postura sobre los graneles del puerto y la implantación de Ikea, un proyecto que abandera -con el posible rescate de suelo en Rabasa- el jefe del Consell, Ximo Puig, y el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, y que ayer se quedó sin defensa ante el silencio del dirigente socialista.

También habló de Ikea la portavoz de Ciudadanos, por ahora en funciones tras la dimisión de José Luis Cifuentes que ayer se hizo oficial en el pleno. Giraldo le recriminó a Echávarri que no haya convocado la comisión municipal de Ikea pese a las novedades surgidas en las últimas semanas, con conversaciones con intermediarios de la multinacional sueca admitidas por el propio Bellido (Compromís), por lo que acusó al tripartito de «falta de transparencia». Y con la vista puesta en el futuro, la dirigente de Ciudadanos mandó un mensaje al ejecutivo local, dividido sobre la implantación de la empresa del mueble en Rabasa: «Si Ikea se va a otra ciudad, ustedes serían los responsables».

Giraldo, que nada más tomar la palabra recordó a Pavón la denuncia que pesa sobre él por un posible delito de prevaricación -«su sillón parece que está maldito», le dijo en un recuerdo al anterior vicealcalde, Andrés Llorens-, también echó en cara al líder de Guanyar su posición en el debate sobre la libertad comercial en Alicante. «No sé si usted está en el gobierno o en la oposición. Más que el tripartito, son el 2+1», le dijo a Pavón, a quien también le afeo su defensa del concejal de Limpieza, Víctor Domínguez (Guanyar), por la gestión realizada este verano ante la criticada suciedad en las calles y los focos de ratas.

Giraldo metió en su particular debate al empresario Enrique Ortiz, un fijo en el discurso del tripartito. «No querrán que Ortiz ronde sobre los proyectos [en alusión a Ikea], pero le han pagado más de 10 millones fuera de contrato. Han tardado más de un año y medio en sacar el pliego de los servicios caducados», añadió Giraldo, quien recordó al tripartito que la elaboración y aprobación del presupuesto de 2017 será su «responsabilidad». «Nosotros haremos enmiendas», se limitó a decir la portavoz de Ciudadanos tras la mano tendida previamente por Natxo Bellido para contar con su voto a favor de las cuentas.

Muy crítico con el tripartito fue también el tránsfuga Sepulcre, que en sus cinco minutos de intervención -frente a la media hora de la que disfrutaron los cinco grupos- criticó el «caos» del Ayuntamiento, subrayando el «sectarismo y el desgobierno». Belmonte, que provocó la hilaridad de la bancada contraria al asegurar que no creía en la política, apostó por el «diálogo» y el «consenso» ante la minoría del tripartito tras su expulsión de Guanyar.