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Echávarri da la espantada

El alcalde sorprendió al no intervenir para defender la gestión, pese a que fue él quien convocó el evento y comunicó que abriría y cerraría la sesión

Debate del Estado de la ciudad

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Debate del Estado de la ciudad M. SABUCO

Por una cuestión de coherencia, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Alicante, desde ayer, junto al retrato oficial del rey Felipe debería colgar el del economista John Nash (aquél de la película Una mente maravillosa). Solo a través de la Teoría de Juegos, por la que este matemático logró el Premio Nobel, se puede llegar a una explicación medianamente racional para el hecho sin precedentes de que un alcalde, en este caso el socialista Gabriel Echávarri, convoque un pleno sobre el Estado de la Ciudad para su mayor gloria, decida en el último momento no intervenir pese a haberse reservado el inicio y cierre del mismo, y acabe levantando la sesión de manera abrupta con un seco «adiós» como si los asistentes fueran visitas indeseadas.

Lo que hizo ayer el alcalde alicantino está descrito en el Dilema del Prisionero: «Una persona puede no cooperar con otra incluso si ello va en contra del interés de ambas». Echávarri, como aseguró un reconocido socialista, no habló porque no quiso y con ello consiguió perjudicarse en un pleno en el que debió verse perdido desde el primer minuto de intervención de sus socios en el gobierno municipal, Miguel Ángel Pavón (Guanyar) y Natxo Bellido (Compromís), por lo que se borró del combate dialéctico, contrariado, pese a no abrir la boca para defender su gestión.

El motivo del enfado del alcalde se desconoce, pudo ser cualquier cosa, bien antes del pleno, bien durante el mismo, pero es algo imperdonable en un representante público un desdén semejante, que ya reprochó Aristóteles en Ética a Nicómaco (libro recomendable para cualquier político): «Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad exacta, en el momento oportuno, por el motivo acertado y de forma adecuada, no es fácil».

Para el tripartito, ayer, no fue fácil. Lejos de articular un discurso coherente de equipo de gobierno, optaron por laudatorias intervenciones individuales en las que se dedicaron a defender cada uno a los suyos, dejando implícita de esta manera lo que opinan del resto de sus socios. Decidieron huir del presente y optaron por el pasado (críticas al PP) y por el porvenir (lo que tienen en proyecto).

Pavón, ni siquiera eso. El vicealcalde de Guanyar ocupó buena parte de su tiempo en defenderse a sí mismo y dedicó unos segundos finales al tocado desde las ratas campando por el centro de Alicante en agosto concejal de Limpieza, Víctor Domínguez, de quien aseguró, en un ejemplo de nula autocrítica, que lo hace muy bien. Para el resto de ediles de su grupo, ni una mención, lo que dice mucho sobre la cada vez más difícil relación interna en el grupo municipal de Guanyar, donde no es precisamente unidad de pensamiento todo lo que reluce.

Además, el vicealcalde de Guanyar, quizá pensando que la oposición no estaría a la altura en el pleno se equivocó, realizó tres reproches directos al alcalde. No le citó, pero todos los presentes sabían que los misiles iban dirigidos a Echávarri: sigue bajo sospecha de corrupción la operación Ikea en Rabasa, Urbanismo está bloqueado no por su exigente control, sino porque el PSOE no le da el personal necesario y en los graneles del Puerto solo trata de cumplir la ley.

Como «nunca se alcanza la verdad total ni se está totalmente alejado de ella», que afirmaría Aristóteles, el alcalde y el grupo municipal socialista reaccionaron ante las críticas del edil de Guanyar con el respetuoso silencio de quien otorga. La portavoz del PSOE, Eva Montesinos, principalmente habló de lo suyo, del turismo, y, como cabía esperar, en los términos más halagüeños. Es de suponer que para no empañar tan idílica imagen no se atrevió a mencionar la política comercial de apertura en festivos. Tantas veces repitió Montesinos en su lectura del discurso las conocidas palabras del alcalde de que «Alicante es el lugar al que ahora todos quieren venir», que hubo hasta quien, sotto voce, expresó dudas sobre la verdadera autoría de la intervención de la edil.

Llegado a este punto, quién iba a suponer que lo más importante del pleno tras la espantada del alcalde iba a venir del portavoz del tripartito, a su vez portavoz de Compromís, Natxo Bellido. Pese a su proverbial discreción, que lleva a muchos a asegurar que es un experto en ponerse de perfil, el edil puso encima de la mesa lo que en estos momentos quita el sueño al equipo de gobierno: aprobar el presupuesto para el próximo año. Bellido también puso al descubierto su máxima debilidad: no contar con los votos para ello. Del PP solo esperan un rotundo no, de los ediles no adscritos Nerea Belmonte (exGuanyar) y Fernando Sepulcre (exCiudadanos) no quieren ni su voto favorable. Necesitan que Ciudadanos les apoyen y así lo solicitó públicamente, ayer, el portavoz del equipo de gobierno a Yaneth Giraldo, recién estrenada portavoz de C's tras la dimisión de José Luis Cifuentes. Aunque la concejal de la oposición dijo tender la mano, no gustó en la formación naranja los modos empleados. Animar a apoyar el presupuesto ofreciéndoles a cambio salir de la irrelevancia política no parece a priori el mejor de los escenarios posibles para un acuerdo.

Criticar o hacer oposición es evidente que resulta más fácil que gobernar. Pero hay que reconocer que en el pleno, ayer, tanto el PP como Ciudadanos no dejaron pasar la oportunidad que se les ofrecía en bandeja e hicieron gala de comentarios ácidos, críticas sarcásticas y definiciones irónicas como estiletes. El portavoz del PP, Luis Barcala, brilló y Giraldo creció con un planteamiento cuyo trabajo muchos achacan a Fernando Llopis, sobre todo cuando se refirió al tripartito como «el 2+1». Hasta Fernando Sepulcre, edil no adscrito, hizo una digna intervención. La oposición no cayó en la trampa tendida por Bellido para que presentaran proyectos y se negó en redondo a realizar el trabajo que compete al propio equipo de gobierno.

Mención especial merece la exedil del tripartito Nerea Belmonte, quien no supo encontrar su lugar y desconcertó con una intervención más propia de una sesión de yoga que de un pleno sobre el Estado de la Ciudad. Ni la petición de dimisión de Pavón despertó a la exedil de Guanyar de sus ensoñaciones a lo Kennedy y de un mensaje en algunos momentos con tintes budistas.

Sería faltar a la verdad asegurar que el alcalde no habló. Echávarri abrió el pleno explicando el burocrático sistema de intervenciones y el rácano tiempo lo que daba ya idea del interés en el pleno de 15 minutos para cada primera intervención (tres para los ediles no adscritos), se autodefinió como una buena persona por ampliarlo hasta 21,5 minutos tras pasarse Bellido y justificó ser estricto en los 10 minutos para la segunda intervención (dos minutos para los no adscritos) para que la sesión plenaria no se alargara. El pleno duró algo más de dos horas, frente a las más de cinco a las que acostumbran los plenos ordinarios de Alicante. A Echávarri le pareció mucho porque, explicó, la atención de las personas no va más allá de los 10 ó 12 minutos. Y se marchó tras un escueto adiós para asombro hasta de los propios socialistas.

¿Hasta el próximo octubre? Quién sabe. Sonia Castedo empezó mal y solo hizo un pleno sobre el Estado de la Ciudad. El tiempo dirá. Aunque como asevera Woody Allen «las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas, se dicen solas».

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