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Chequeo al sector primario

La agricultura en Alicante, en jaque por la sequía

La falta de agua provoca que la provincia haya perdido 15.000 hectáreas de cultivos en 15 años

La sequía pone en jaque a la agricultura en Alicante

«A cien euros la hora de riego, poco brócoli vamos a poder plantar». La reflexión de Ángel Urbina, presidente de la sociedad agraria San Enrique, regante del Tajo-Segura y portavoz de la Junta Central de Usuarios del Júcar-Vinalopó, resume la situación que la sequía ha provocado en el campo alicantino, donde se constata cada vez más la idea de que de continuar la falta de lluvias y la inmóvil política de la Administración, cerrada a mover agua en España más allá de la desalada, o la justita del Tajo-Segura, pueden acabar a medio plazo (dos años, según este veterano agricultor) con gran parte del sector agroalimentario provincial.

La decisión del Ministerio de Agricultura, forzado por tres años consecutivos de ciclo seco, de duplicar la producción de agua desalinizada en la planta de Torrevieja a costa del malherido Tajo-Segura, multiplicará por dos, como mínimo y pese al subvención gubernamental, el coste del agua en relación al caudal del Tajo, haciendo insostenible una actividad de la que viven miles de familias en la provincia. Además, el agua desalinizada, solución puntual para el abastecimiento, debe mezclarse con otros caudales para poder regar, lo que condiciona su utilidad en el caso de que no haya agua para mezclar, un escenario cada día más próximo.

Y al fondo el boro, un metal presente en este recurso que es letal para los cítricos, el cultivo, junto a la almendra, que más sufre la falta de agua. Avena, trigo y cebada, productos de secano, prácticamente han desaparecido de las zonas históricamente productoras como la Foia de Castalla o el Alto Vinalopó. El melocotón de secano comienza a ser un «manjar delicatessen». Ahora mismo, muchos turroneros, que tradicionalmente importan almendra desde Estados Unidos para asegurar que cumplirán con sus clientes, han comenzado a comprar también almendras a Castilla-La Mancha, donde se ha producido una gran expansión del almendro de regadío, mientras a la provincia de Alicante se le niegan los caudales. A Alicante llegan también melones de Senegal y uva de Perú y Chile, pero, en este caso, no por la falta de agua, sino para abastecer de producto a los mercados locales cuando no es temporada.

La provincia de Alicante, que llegó a tener en producción cerca de 180.000 hectáreas en los años 80 del siglo pasado, mantiene en estos momentos activas poco más de 125.000 hectáreas, todo un milagro para las cien mil familias que siguen dedicándose al sector en una provincia que, sin embargo, tiene un elemento clave para la agricultura, como son las cerca de 3.000 horas de sol al año, como enfatiza el catedrático Antonio Gil Olcina, cuando se refiere al valor de unas cosechas que mueven mil millones de euros al año y sostienen una potente industria agroalimentaria en Alicante y la vecina Murcia.

Sin embargo, la cíclica falta de lluvias ha empezado a tener consecuencias letales para ciertos productos antaño clásicos de la agricultura alicantina como los cítricos, el almendro, el melocotón de secano o, por ejemplo, el brócoli, una de las hortalizas más demandada en Europa que cada año que pasa pierde hectáreas y, por lo tanto, producción.

El peligroso avance que sufre el proceso de desertificación de la provincia ha provocado que en los últimos diez años se haya perdido un 40% del suelo fértil, lo que consolida a Alicante como la segunda provincia española tras Almería (70%) donde el problema de la erosión es mayor aunque, paradójicamente, la dramática coyuntura comience a trasladarse también hacia el norte de España. Según un informe del Colegio Oficial de Geólogos de España y del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, más de un tercio del suelo provincial se encuentra en una situación de riesgo importante de pérdida de suelo cultivable. El Programa de Acción Nacional contra la Desertificación advierte de que 94.360 hectáreas están afectadas por el proceso y otras 89.989 en peligro muy alto, lo que suma cerca del 40% del total de 581.000 hectáreas de superficie que tiene Alicante. Las zonas con una situación de mayor riesgo son el litoral de la Marina Baixa, el interior de l'Alacantí y todo el Alto y Medio Vinalopó. Estas áreas se corresponden con la ubicación de los acuíferos sobreexplotados y en los que el nivel del agua está a 400 y 500 metros de profundidad.

La falta de borrascas atlánticas y el anticiclón de las Azores han dejado sin lluvias a la provincia, prácticamente desde hace tres años, y han terminado por provocar un auténtico descalabro ambiental y paisajístico en una provincia en la que los agricultores más veteranos no recordaban una situación semejante desde los años 30 del siglo XX, cuando eran niños. Pese al alivio que supone para el regadío contar con el trasvase Tajo-Segura, las pérdidas en el campo superan, según las organizaciones agrarias, un acumulado desde 2014 de 80 millones de euros y seis mil agricultores lo han perdido casi todo. Pero lo peor está por venir, ya que las consecuencias en el suelo y el paisaje son impredecibles. El suelo ha perdido humedad y la falta de vegetación aumenta la imagen agresiva de las sierras.

La sequía ha provocado, por otro lado, que las matas de tapeneras cubran el suelo de campos de limoneros para sorpresa de los agricultores que nunca lo habían visto. Las tápenas, en encurtido tras ser tratadas con sal, vinagre y agua, forman parte del alimento de la sociedad rural tradicional alicantina y hoy son un elemento clave para aderezar las ensaladas, y con buen precio en el mercado. Junto a las tápenas, las cerezas también han logrado salvar el tipo.

De los cultivos del secano tradicional, los que mejor resisten son el olivo y el algarrobo, pero también pierden hectáreas. Poca cosecha, pero los árboles se mantienen. En cambio, los almendros o el viñedo de vinificación se han resentido muchísimo. Muchos árboles se han secado y habrá que hacer una poda fuerte este invierno, para recuperar los árboles. «Otra secuela ecológica es que se han secado las fuentes y manantiales, sobre todo en la zona de la montaña de Alicante. Y no volverán a recuperarse los acuíferos hasta que tengamos un periodo de lluvias copiosas», advierte Antonio Rico, director del Instituto Interuniversitario de Geografía de la Universidad de Alicante.

Sobre la vegetación climática (vegetación natural de la provincia), el problema más grave es la disminución de la densidad de las plantas, la pérdida de hojas, ya que muchas se han secado, y la proliferación de los colores amarillentos y ocres como consecuencia de la durísima sequía. «El suelo no tiene humedad, y ha perdido la protección de la vegetación natural. Si este otoño tuviéramos lluvias de fuerte intensidad horaria con motivo de alguna gota fría, aumentará la erosión y la pérdida de suelo», subraya el director del Instituto de Geografía de la UA.

Otra de las consecuencias letales de la falta de lluvias es su efecto negativo sobre la fauna cinegética, que depende mucho de la comida que les proporcionan los cultivos tradicionales (siembras, olivos, viñedo) y la vegetación natural de gramíneas, que no han criado nada. La población de conejo ha disminuido mucho en la sierras y zonas de secano, pero se mantiene en las zonas de regadío.

Ocho ciclos secos

La provincia ha sufrido entre 1940 y 2016 ocho ciclos de sequía con una duración que oscila entre los cuatro y los diez años. La situación, según las organizaciones agrarias, es agónica y muy grave porque los árboles que no se han secado están muy dañados, con lo cual habrá mermas en las próximas cosechas. En cuanto al cereal, en el Vinalopó (2.200 hectáreas) hay un 70% de mermas y en el resto de la provincia (1.600 ha), la mitad de la cosecha está afectada. Los efectos negativos de la falta de lluvias también han dañado al olivar (23.000 hectáreas) en forma de una brotación poco vigorosa y un escaso cuaje de los frutos, con lo cual se prevén pérdidas del 60% en las cosecha. La uva de vinificación también está afectada con una reducción significativa del número de racimos por cepa, y deficiente floración y cuajado en las seis mil hectáreas en el Vinalopó y la Marina Alta.

Nuevo cultivo

Pese a todo, la agricultura sigue siendo un poco de atracción y, paradójicamente, existen casos de hijos de agricultores y empresas de Murcia, que ven negocio en el sector primario de la provincia. Las investigaciones no cesan y este mismo año, hace un par de meses, agricultores de la Marina Alta han recuperado, por ejemplo, una variedad de arroz que desapareció en 1965. El arroz bombón es de mayor calidad desde un punto de vista gastronómico, agronómico, ecológico, y no se pasa, al adaptarse mejor a las características del terreno y necesitar menos tratamientos. Este cultivo es autóctono del parque natural del Marjal de Pego en la Marina Alta, donde desapareció en 1965. Por las ventajas que presenta y por ser un producto exclusivo, que permite diferenciarnos, Asaja-Alicante, la Diputación y empresarios agrícolas del municipio han impulsado su recuperación y ya acaba de recolectarse 4.000 kilos con cáscara en una primera cosecha (en grano quedará el 50%).

Este dato demuestra que el rendimiento del cultivo ha sido superior al de otras variedades, lo que le convierte en una alternativa más rentable para el productor. Así y en concreto, mientras que de arroz bombón se han conseguido 330 kilogramos por anhegada (831 m2), de arroz bomba se han obtenido unos 300 kilogramos.

Es un arroz de grano redondeado y transparencia semiperlada que tiene también otras ventajas, como que es más resistente a la enfermedad de la Pyricularia, lo que le convierte en un producto más sostenible, según Asaja-Alicante. La recuperación del arroz bombón avanza a buen ritmo.

Plantas más resistentes

El secretario autonómico de Agricultura, Francisco Rodríguez Mulero, ratifica que «los ciclos cada vez más cortos de la sequía afectan a la situación de los cultivos de secano. En algunas zonas de la Comunidad Valenciana la falta de lluvias ha hecho que los almendros hayan perdido su capacidad de producción y que incluso algunos se hayan secado. Por eso, hemos convocado ayudas para la replantación de almendros. En los cultivos de secano la sequía hace daño y cultivos como el almendro y la viña están padeciendo». No obstante, el secretario autonómico se muestra cauto. «Eso no significa que vayan a desaparecer, sino que hay que ir adaptándose, buscando variedades que se adapten con más posibilidades a las futuras situaciones de sequía continuada. En el caso del regadío, la sequía también afecta. Si no llueve, hay que intensificar la gestión del uso del agua disponible, que es escasa, y tenemos un problema estructural de disponibilidad de agua. Lógicamente, no podemos pensar en mantener en el futuro cultivos muy exigentes en agua porque la pluviometría es baja».

La Generalitat descarta un replanteamiento de los cultivos a medio plazo pero «debemos tener una perspectiva de futuro. Los cultivos que hay ahora en Alicante no son los mismos que había hace 100 ó 50 años. La sociedad evoluciona, las producciones evolucionan y la investigación y la innovación harán que podamos seguir manteniendo la actividad agraria en Alicante. Tenemos que anticiparnos y trabajar en investigación y en innovación para mantener la actividad agraria en nuestro territorio, tan fundamental y prioritaria para la economía, pero adaptándola a las condiciones climáticas. No se trata de hacer un replanteamiento sino de evolucionar».

Rodríguez-Mulero subraya que «más que a nuevos cultivos alternativos, la sequía lleva a la sustitución de variedades y patrones por otros más resistentes a los nuevos escenarios climáticos, así como a un nuevo reparto de superficies de cultivo en busca de la máxima rentabilidad económica».

El responsable de la política agrícola, asevera, por otro lado, que «el agua regenerada es una muy buena fuente alternativa para la agricultura. La Comunidad obtiene unos 450 hm3 al año de agua regenerada y, en Alicante, los regantes ya utilizan esta agua. No es la única fuente de recursos. Debemos llegar a la máxima capacidad de utilización de agua regenerada y desalada. Con el agua desalada, la regenerada, la de lluvia y los aportes del río Segura y sus trasvases, así como el Vinalopó y el Júcar, gestionando en conjunto todos los recursos, podemos decir que disponemos de agua suficiente para mantener la actividad».

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