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Velos y cruces, todo vale en el aula

Colegios e institutos integran con naturalidad la diversidad de creencias entre sus alumnos

Velos y cruces, todo vale en el aula

«En este colegio no hacemos nada de particular con respecto al velo musulmán que llevan algunas jóvenes. La convivencia está totalmente normalizada y no se presta mayor atención a ninguna situación análoga, porque no las hay». El proceder del colegio Gloria Fuertes, tal y como explica Emilio Ruiz, que ahora regenta en las mismas instalaciones El Somni de Educación Especial, se reproduce en cuantos centros consultó ayer este diario a raiz de la polémica surgida en un instituto de Valencia que impidió a una joven musulmana acceder a clase con el hiyab.

La nueva normativa anunciada por el conseller de Educación, Vicent Marzà, «vendrá muy bien para que todo el mundo actúe de la misma forma, porque resulta indignante que un centro público no deje entrar como quiera a una chica de 20 años», abunda este responsable docente.

Interacción

Pero esa naturalidad con la que los centros educativos abordan desde hace ya muchos años el uso del pañuelo en la cabeza como una cuestión cultural y de creencias, tampoco surge de la nada. «Propiciamos la interacción entre los propios alumnos, para que se contesten entre sí a cuantas dudas o cuestiones de ese tipo se les puedan plantear cuando algo les llama la atención». Es el modo de proceder del Gloria Fuertes como comunidad de aprendizaje. Lo incluye su proyecto educativo «como centro público y laico que es, desde el respeto a todas las culturas y religiones», concreta el director.

Ni por el velo, ni tampoco por las cruces cristianas, ni por el oro que acostumbran a llevar los jóvenes gitanos. «Los alumnos no causan problemas por nada de esto. En todo caso las dificultades provienen de la sociedad y de los adultos. En la escuela en lugar de resolver conflictos los prevemos», insiste Ruiz.

Los institutos de Secundaria, en los que es más fácil que abunden las jóvenes musulmanas con velo por cuestión de edad, resuelven igualmente la situación desde el «respeto y la enseñanza inclusiva», como explica Antonia Hurtado desde el Instituto Jaime II. «Mi abuela llevaba velo cuando moría alguien de la familia. Aquí, que vista cada uno como quiera», aprecia esta responsable educativa.

El único momento en el que hubo de imponer la autoridad docente surgió hace unos años, con motivo de que la familia acomodada de una de las alumnas «no quería que su hija saliera al patio, pero eso no, nada de quedarse en el aula», puntualiza la directora.

Las redes

El Instituto Gran Vía, con un 70% de alumnado gitano y otro 25% musulmán, puso en marcha el curso pasado un programa de integración experimental denominado ConvivEtnia, que ahora se extenderá a todos los estudiantes ante quienes un pastor evangélico y un imán de la cercana mezquita les explicarán sus respectivas creencias.

De entre las alumnas musulmanas matriculadas, son mayoría las que no llevan velo, pero el director, Juan García, asegura que no han surgido problemas por este motivo tampoco.

La responsable del Instituto El Pla, Paula Carrión, confiesa estar más preocupada por los efectos del uso de las redes sociales entre los alumnos que por el uso del velo. «Unas lo traen y otras no, según decisión de sus creencias y de sus familias», apunta. «Es cuestión de sentido común». De forma similar se expresa Carlos Herrero, responsable del Instituto Leonardo Da Vinci: «Entran en clase con el velo con toda naturalidad, tal y como lo llevan por la calle. Algunas han hecho aquí la transición, de no llevarlo a ponérselo».

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