Los incendios, como las novelas de Agatha Christie, dejan muchas pistas falsas. La Guardia Civil, en una reunión de investigación con el Seprona sobre el incendio que ha arrasado en Xàbia y el Poble Nou de Benitatxell 820 hectáreas, descartó ayer que el hombre que aparecía en un video grabado por un vecino del Arenal de Xàbia, donde se desató el domingo el cuarto foco del terrible incendio, hubiera participado en los hechos.

Las fotografías y el video, tomados por un residente desde un quinto piso, eran el martes una vía de investigación fiable, como adelantó este diario en exclusiva. Pero los agentes identificaron ayer al sospechoso, que dejó de serlo.

Es otra pista que no resuelve el misterio de un incendio que obligó a desalojar a 1.400 vecinos, sumió a Xàbia y al Poble Nou de Benitatxell en el caos y ha causado daños en un centenar de casas (algunas han quedado destruidas e inhabitables).

La investigación, de hecho, ha dado ahora un giro copernicano. El pirómano que provocó la tormenta perfecta, que aprovechó un abrasador día de poniente para poner en jaque a todos y devastar la Granadella, empieza a adquirir contornos de fantasma.

De hecho, la principal vía de investigación ya no apunta al incendiario, sino a la negligencia. El Seprona, tras analizar el primer foco del incendio, el del mirador de la Cumbre del Sol, en Benitatxell, cree que una colilla pudo originar un desastre fortuito que imitó la manera de actuar de un pirómano. El domingo, a las 16 horas, cuando se declaró este fuego, todo hacía sospechar que un turista, acodado en la barandilla del mirador, arrojó un cigarro que provocó las llamas. Este diario ya apuntó el mismo domingo esa hipótesis y que, nada más comenzar el fuego, dos coches abandonaron el mirador. Los investigadores, con todo, no rechazan totalmente que el origen de ese primer fuego fuera intencionado.

La posterior sucesión de incendios hizo que se diera por hecho que un pirómano quería reducir a cenizas la Granadella y las urbanizaciones de Xàbia y Benitatxell. El segundo y el tercer foco, situados a unos 150 metros del perímetro del primer incendio, en la ladera de la Granadella que linda con las urbanizaciones de Villes del Vent y Cansalades Park (las primeras desalojadas), se declararon cuando los medios aéreos ya se habían retirado.

El Seprona, después de analizar la dirección de viento y lo reseca que está aquí la vegetación, así como la elevada temperatura de la tarde del domingo, ve factible que las pavesas del primer incendio volaran a muchos metros de distancia. A partir de ahí, el siniestro fue incontenible. Las llamas devoraron la pinada de esta cara de la Granadella y se metieron en las urbanizaciones. Allí se comportaron de forma caprichosa. El fuego no avanzó en un frente único, sino que se fue disgregando. Prendía en parcelas abandonadas, pasaba por encima de algunos chalés, en otros destrozaba setos, jardines y coches (unos diez han ardido) y otros los calcinó incluso por dentro. Las llamas saltaron desde el Camí Vell de la Granadella, situado en la parte alta de la urbanización del Tossalet, a un montículo que queda a unos 300 metros. La hondonada de en medio, repleta de chalés, se salvó.

Poco después de las 20 horas, cuando las fuerzas de extinción ya estaban desbordadas, se desató otro incendio en el Saladar, junto a la playa del Arenal. Está a ocho kilómetros largos del primer foco. Ya nadie dudaba de que el pirómano quería causar el mayor daño posible. Pero el Seprona y los investigadores de la Conselleria de Medio Ambiente advierten de que el fuego, empujado por el viento, avanzó muy rápido de oeste a este y el Saladar está al final de esa trayectoria y a unos 300 metros del Tossalet. Las pavesas volaron impulsadas por el viento.