Hace una hora que el plazo avanzado por las autoridades para dar por controlado el incendio de Benitatxell y Xàbia se ha cumplido. Tenemos permiso para sobrevolar la Sierra de Bernia y la montaña de La Granadella, los dos entornos naturales de La Marina que suman más de 1.400 hectáreas de ceniza como consecuencia de los dos incendios declarados este domingo. Un equipo de INFORMACIÓN documenta la tragedia medioambiental en un vuelo en helicóptero por las zonas más afectadas.

A las 14.56 horas el piloto eleva el ligerísimo helicóptero de cuatro plazas desde el hangar, situado a las afueras de Benidorm, hasta una altura donde caben todas las atracciones de Terra Mítica entre los brazos. El plan de vuelo es la cara sur de la Sierra de Bernia, sobrevolar las urbanizaciones del interior de Xábia y volver por la cala de La Granadella y el conglomerado de chalets de Cumbres del Sol, todos afectados por las llamas. Aprieta el comunicador para hablar con los dos cámaras y el redactor. «Vamos a unos 130 kilómetros por hora. Enseguida llegaremos a la sierra, donde puede haber alguna corriente», explica.

La nave deja a la derecha el Mascarat y enfila la ladera hacia la cima. En efecto, el viento rachea entre los picos y el aparato comienza a zarandearse sobre un barranco. Estamos cruzando una umbría, pero no es la falta de luz lo que oscurece la ladera. Es el color gris del fuego extinto lo que salta de sombras a solanas, apoderándose de todo el barranco donde coinciden los términos municipales de Tárbena, Bolulla, Callosa d'En Sarrià y Xaló.

El piloto da un giro para que los fotógrafos puedan acribillar el lugar. Se posa sobre unas casas aisladas en un cerro en la parte de Tárbena. Mantienen milagrosamente su color blanco en medio de caminos forestales que parecen trazados con un palo sobre ceniza. Los camiones de bomberos que aún vigilan los rescoldos, un punto de color casi irónico entre tanta desolación. El de Bolulla parece haber sido un fuego rápido que, en su ansia por devorar matorral, no se entretuvo con los pinos, que al menos pudieron respirar aliviados el día después a través del verdor que quedaba en sus copas.

Sobrevolando la parte alta del barranco, la zona da la impresión de haber sido rociada con un ácido que hubiera dejado una rambla quemada sin llegar a desbordar por la cuerda de la montaña. La piedra de la sierra ha perdido toda su vegetación, pero algunos pliegues de roca más altos han logrado guarecer a pinos de pequeño tamaño de las llamas, que sobreviven en lo más alto del paraje. En total, más de 600 hectáreas extendidas de norte a sur por ambas laderas que quedan desprovistas de vida.

Una nueva maniobra eleva el aparato hasta varias decenas de metros para superar la montaña. La transición deja ver cómo el gris parduzco de la sierra quemada se interrumpe en el ángulo casi recto donde el barranco da paso a la planicie de Xaló, que sigue verde. El fotógrafo que lleva tres días cubriendo los incendios en ambas comarcas puede apreciar ahora los comentarios que se escuchaban entre los equipos de extinción. «Se peleó mucho porque el fuego no subiera a la parte norte de la sierra, en Xaló, y parece que se consiguió», comenta contemplando esta parte intacta de la montaña.

Cruzamos la frontera entre la Marina Baixa y la Marina Alta buscando el interior de Xábia desde las últimas urbanizaciones de Benitatxell. El verde y el amarillo calizo vuelve a ser el traje de las terrazas que conectan Benissa, Senija y Teulada, un paisaje que el helicóptero cruza como una flecha hacia el horizonte. Al fondo, enmarcando la visión desde la cabina, el macizo del Montgó a la izquierda y las casas de las Cumbres del Sol y el Mirador de la Granadella. Desde el aire dominamos ahora un área de ocho kilómetros de diámetro donde las 800 hectáreas de pinar y matorral arrasadas son perfectamente visibles.

Se identifican las urbanizaciones Valle del Sol y Pinosol, las más afectadas de los 22 conglomerados de chalets que forman las zonas residenciales de Xábia. Una columna de humo se yergue al límite de esta última urbanización, cerca del casco urbano de la ciudad. Parece una amenaza contra quienes puedan creer que la comarca está libre, de momento, de seguir ardiendo.

«Intenta acercarte un poco hacia esos chalets», pide el fotorreportero usando una mano para accionar el comunicador y la otra para señalar la linde entre Benitatxell y Xábia marcada por la urbanización Villes del Vent.

Entramos al laberinto de parcelas y piscinas de Valle del Sol, el grupo de casas que recibió con más virulencia las llamas del foco que arrancó desde la falda de La Granadella.

A nuestros pies, decenas de piscinas brillan con el mismo azul que tienen en las maquetas y a una escala similar. Las características torres redondas de las villas de esta zona rematan cada parcela. La vegetación quemada separa unas viviendas de otras: fue la cadena de setos, árboles y malas hierbas lo que funcionó como un reguero de pólvora durante el incendio para guiar a las llamas entre las viviendas.

Desde el aire, sólo un pequeño número de ellas aparecen completamente calcinadas. Pertenecen a ambos residenciales y dan a la masa forestal de La Granadella en su fachada trasera. El resto de casas, más alejadas en la matriz de ceniza, fueron rodeadas por el fuego que corría por las calles. Se aprecian los daños en cubiertas, jardines y mobiliario de terraza.

La altura y el vacío que hacen los cascos en el oído confieren a la escena una atmósfera sorda, rematada por el duro contraste del suelo carbonizado a un lado de las tapias y las colchonetas flotando en las piscinas al otro.

El helicóptero remonta sobre la ladera de La Granadella en dirección a la cala que da nombre a ese trozo de costa, donde aguardan imágenes dramáticas.

Sobre el monte pelado el vuelo es lento y el olor de los troncos y las resinas aún consumiéndose llega nítido a la cabina. La superficie de la montaña es lunar: no queda ninguna concesión al color en esta montaña de ceniza. Si acaso, las líneas negras que forman algunos pinos escuálidos y el color rojizo de la tierra desnuda de matas. Tres de los cuatros focos del incendio se encuentran en esta montaña de perfil chato recorrida por caminos que separa a las urbanizaciones del mar.

A su derecha, se aprecia cómo en Cumbres del Sol los retenes tuvieron que tener mucho valor para colocarse entre las paredes de las casas y el muro de llamas que subía desde los barrancos. Es el anticipo de una desolación que aún no vemos completa.

El piloto gira en redondo y los fotógrafos quedan expuestos a la brutal imagen que ilustra la página anterior: la cala y la montaña desolladas por el fuego y la visión que certifica que La Marina ha dejado el verde esperanza que la caracterizaba para vestir el luto durante largos años. La piedra en carne viva de la enorme montaña de La Granadella. El único punto sin construir de una zona infestada de casas que ejercía de pulmón verde y casi de frontera entre el ladrillo y el mar.