«¿Pero qué ha pasado aquí? Esto da miedo». La expresión de un joven turista madrileño que acostumbra a caminar por el Alicante más amable se mudó de asombro cuando el lunes, en torno a las 22 horas, dejó atrás el bullicio y los veladores repletos de clientes cenando en la calle Mayor para enfilar por San Nicolás. Impactado por la oscuridad del paraje, donde no pasaba un alma, y aturdido por el olor a orines, sólo reaccionó cuando al doblar a la izquierda, hacia la calle Miguel Soler, vio correr y chillar a cuatro o cinco ratas debajo de un grupo de contenedores. «Son como conejos, y menudo rabo que tienen», exclamó.

Los roedores, al verse sorprendidos, se dispersaron. A un par de ellos se les vio claramente entrar por una hendidura en una finca abandonada de la calle Miguel Soler 22, una antigua casa señorial donde se quiso hacer un hotel pero el proyecto quedó parado, según recordó una vecina de la misma calle, Maribel García, que dice que ahora es refugio de ratas. Delante hay cinco contenedores por donde se mueven a sus anchas, lo que ha llevado a algunos vecinos a introducir veneno por las rendijas de las puertas del inmueble. El tono indignado de la mujer las espantó un buen rato, excepto a una, que salía y entraba de una bolsa tirada en el suelo, como si posara.

Esta vecina, que el viernes vio otro roedor de importante tamaño a la una y cuarto del mediodía en la Rambla, junto a la cristalera exterior de un banco, culpa de la situación al comportamiento incívico de muchos ciudadanos. Así, explicó que a las siete de la mañana los operarios limpian los contenedores y la acera con agua a presión, y los recogen de nuevo sobre las 16 horas, «pero hay restaurantes que tiran cajas de pescado, frutas y verduras en romería» desde por la mañana. Se quejó de los orines en el entorno, «no sólo de vagabundos», también de jóvenes de ocio, incluso de señores que luego entran en la iglesia.

El deán de la Concatedral, Ramón Egío, admitió que el orín está pudriendo los dinteles de la Puerta Negra, como sucede, apuntó, a unos metros, en el Convento de las Monjas de la Sangre. Los domingos por la mañana el personal de mantenimiento del templo sale a fregar con lejía la calle.

Sea como sea, los turistas de los apartamentos cercanos se alejan de los contenedores al tirar la basura, mirando al suelo por si algo corre. Algunos toman fotos de los roedores. Ya los conocen. No es el único punto. Las ratas han aparecido en locales de ocio del entorno de la plaza de Quijano, obligando a sus propietarios a desratizar, y aunque se quejan, no quieren que se asocien sus establecimientos a estos animales. Los relaciones públicas de los pubs han visto ratas y las han oído chillar por Montengón y San Pascual, muy cerca de dos puntos donde se acumulan bolsas de basura en pleno día.