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Café con gatos

Alicante es la tercera ciudad española que cuenta con un espacio donde se puede tomar un refresco entre felinos en libertad

Cat Relax

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Cat Relax J. Hernández

Bluu, Blaki, Izzy, Lilith, Brinky, Maiden, Leo, Arenita, Bimba y Kaila son los diez gatos que viven a sus anchas en Cat Relax, el primer establecimiento de Alicante al que se puede ir a tomar un café o un refresco compartiendo ese rato con los felinos en libertad, y el tercero de España tras uno en Barcelona, que también acaba de abrir sus puertas, y el pionero, la gatoteca de Madrid. Cada gato tiene detrás una historia, a menudo de maltrato. Algunos llegaron esqueléticos, una está sorda porque la golpearon contra una pared y a otro le encontraron en una bolsa de basura cerrada pero los diez han encontrado un hogar hasta que alguien les pueda adoptar después de pasar un proceso de «socialización» en el que han aprendido a convivir e incluso a «ir al aseo». Los diez han sido esterilizados pese a su alto coste (están buscando subvenciones), vacunados y testados con las pruebas de inmunodeficiencia y leucemia, según explica la promotora de la iniciativa, la bailarina Guillermina Castro.

La bailarina, de padre cordobés y madre holandesa, se crió en el país de los tulipanes, donde se enamoró del flamenco. Tras hacer un curso en Madrid, decidió venirse a Alicante, donde abrió su escuela de danza, que ha funcionado 25 años. Explica que su carrera ha acabado a causa de la artrosis, de ahí que haya aprovechado una parte de la academia, situada en la plaza Joaquín María López del barrio de Los Ángeles, para abrir Cat Relax y así poder ayudar a los gatos, su otra gran pasión, junto a su hija, Tania Álvarez Castro, de 20 años, ya alicantina, quien estudia Turismo y quiere enfocar su profesión al turismo animal.

«Los cat café existen en todas las ciudades grandes, en Holanda son un boom y en los pueblos más pequeños hay uno. Es una idea original de Japón, donde la gente no puede tener animales en casa porque los apartamentos son muy pequeños y trabajan muchas horas», explican.

Guillermina y Tania llevaban meses adaptando el espacio para los gatos pero no lo han abierto al público hasta ahora, tras inscribir su asociación, Abaifa. Los sofás están forrados para que puedan arañar, tienen trapecios y pasarelas que ellas mismas han elaborado con materiales reciclados y pasan de una sala a otra a través de gateras en la pared. «Estar con gatos es una pasada, se te suben por encima, es una risa», afirman, de ahí que no entiendan cómo alguien pudo maltratar a varios cachorros de gatito en el Puerto, que fueron rociados con ácido.

Son numerosas las personas que acuden allí a tomarse algo mientras escuchan música, leen un libro o trabajan con el ordenador puesto que la sala tiene wifi. La visita es con cita previa a través de Facebook para que no se junten demasiadas personas a la vez y se estresen los gatos. Se trata de una especie de autoservicio, donde por una cantidad el cliente coge el café o el refresco y lo degusta mientras los gatos ronronean, se dejan acariciar y se rozan con los asistentes, que a menudo colaboran con donativos y sacos de pienso.

Entre los primeros en acudir están Inmaculada Lencina y su marido, que conocieron este lugar por las redes sociales. Lo mismo que Andrea Arce y unas amigas, que donan arena, paté y medicamentos para los gatos, y que están a favor de que se abran más lugares como éste, donde los felinos son socializados y preparados para la adopción. De hecho, ya han salido tres, reclamados por familias que se enamoraron de ellos: Tesa, Bobo y Willy. Y aprovechando otra sala de la academia, la bailarina y su hija ofrecen clases de yoga con gatos, «muy relajante» también para niños con hiperactividad. Asimismo, proyectan ir a los centros escolares para concienciar contra el maltrato desde la infancia.

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