Los bañistas que ayer disfrutaban de una apacible mañana de domingo no podían creer lo que veían sus ojos, una gigantesca tortuga flotando entre la bocana del Club Náutico de la Albufereta y la playa. A las 12:00 del mediodía, la Policía Local de Alicante recibía el aviso y se trasladaba al lugar.

Un impresionante ejemplar de tortuga laúd, de 2 metros de longitud y unos 300 kilos de peso, en estado de descomposición, que las corrientes marinas habrían arrastrado desde alta mar, su hábitat natural, hasta la playa de la Albufereta.

Esta especie tiene un caparazón muy característico, liso y de color muy oscuro con unas crestas distribuídas a lo largo de toda su concha. Además tiene una suave curva que le concede una apariencia semicilíndrica muy llamativa y la convierte en una de las tortugas marinas más peculiares del mundo.

Los agentes de la Policía Local remolcaron a la tortuga en su embarcación hasta el muelle ocho de Levante del Puerto de Alicante, donde con la ayuda de la pluma de la Marina Deportiva consiguieron levantarla y cargarla en un vehículo de Inusa, la empresa de recogida de residuos de la ciudad. Triste final para un viaje de miles de kilómetros que comienza cada año en las aguas tropicales y finaliza en las aguas polares siguiendo la corriente del Golfo.

Las causas de la muerte de este reptil se desconocen, aunque en los últimos tiempos, según apuntó ayer el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Santa Pola, Ángel Luchoro, «hemos encontrado en el mar algunos ejemplares muertos porque se comen plásticos que confunden con medusas, su principal alimento». Estos residuos sólidos actúan como un tapón imposible de digerir por las tortugas, que mueren atragantadas, sin remedio.

Avistada a cinco kilómetros

Agentes de la Policía Local divisaron ya la tortuga la noche del sábado, a cinco kilómetros de la costa. Decidieron entonces no actuar, esperando que algún depredador natural se alimentara del reptil. Pero el destino tenía reservado un final más triste para su viaje.