No se trata de que una tortuga boba llegue a las costas de la provincia para desovar sus huevos... sino de que se sepa que lo ha hecho. Ellas llegan a la arena, desovan, entierran los huevos y regresan al mar. Si nadie sabe que lo han hecho, en el mejor de los casos y contando con que ningún temporal los dejara al descubierto, ningún bañista los encontrara o atravesara con su sombrilla, ninguna gaviota se los comiera o ningún perro los desenterrara... los huevos eclosionarían y las crías regresarían al mar, donde solo sobrevivirían una o dos de cada mil.

Por ello, cuando alguien localiza a una tortuga boba en la playa debe llamar inmediatamente al 112. La Red de Varamientos hará el resto y se encargará de poner a buen recaudo unos huevos que no son de oro, pero lo parecen.

Cada vez que se localiza la desovación de una tortuga boba en las costas valencianas, los biólogos marcan la zona con una x. La primera apareció en 2006 en la playa de Puçol. La última, el pasado domingo en la playa de Les Palmeres de Sueca. En esa década que dista entre la primera y la última desovación constada de tortugas boba en la Comunidad Valenciana ha habido dos más: En la playa de San Juan de Alicante, en 2014 y en la de La Mata, en Torrevieja, un año después. Esas son las cuatro zonas marcadas en el mapa como lugares de nidificación de tortugas boba.

Las tortugas marinas (Caretta Caretta) presentan filopatría, es decir, una tendencia que consiste en regresar al lugar donde nacieron para reproducirse o nidificar. Sin embargo, la Red de Varamientos -formada por técnicos y biólogos de l'Oceanogràfic, la Universitat de València y la Conselleria de Medio Ambiente- está estudiando si la desovación en Sueca de la última tortuga que ha visitado las costas valencianas se debe a su filopatría o a la colonización de nuevas zonas por el calentamiento global del planeta.

Víctimas del calentamiento global

Así lo asegura el veterinario de l'Oceanogràfic, José Luis Crespo, tras explicar que la toma de muestras realizada a la tortuga el pasado domingo es clave. «Desconocemos demasiadas cosas de las tortugas. Sabemos que regresan a la zona donde nacieron para poner sus huevos, y que lo hacen a los 30 años de nacer... Pero también sabemos que el calentamiento global está obligando a muchas especies a colonizar zonas nuevas. En esta ocasión, pudimos tomar muestras de la tortuga y estamos analizando la sangre para conocer su genética porque hay muchos marcadores que se repiten según la zona».

En este sentido, Investigadores del Campus de Gandia de la Universidad Politécnica de Valencia colaboran con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en un proyecto para el seguimiento vía satélite de cuatro tortugas boba, con el fin de establecer estrategias de planificación marina para su protección. El objetivo final de este trabajo es comprender el comportamiento de esta especie, que está en peligro de extinción.