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Apellidos alicantinos: Rovira

Ascendencia jijonenca

Este apellido originario de Cataluña llegó al antiguo reino de Valencia en el siglo XIV

Ascendencia jijonenca

Pero antes de que llegaran a nuestra ciudad los Rovira jijonencos ya residían en ella otros del mismo apellido: La primera constancia documental se remonta a 1568, año en el que Jaime Rovira y su esposa María bautizaron en la iglesia de San Nicolás a su hijo Baltasar.

Juan Onofre Rovira y Sanz de la Llosa, nacido en Jijona en 1646, formaba parte de la séptima generación de los Rovira jijonencos. No hemos podido confirmar que viniera él a vivir a Alicante, pero desde luego sí que lo hicieron, en la década de 1690, su esposa, Vicenta Torres Despuig, y al menos tres de sus ocho hijos.

Vicenta Torres falleció en Alicante el 27-6-1715.

Juan Bautista Rovira Torres, el primogénito de Juan Onofre y Vicenta, era regidor alicantino en 1743, y su hermano José formó parte del primer Ayuntamiento borbónico de Alicante por la Nobleza (1708).

Rovira-Salafranca

Por su parte, Esteban Rovira Torres, el benjamín de la familia (nacido el 5-3-1670 en Jijona), fue también regidor por el estado noble en Alicante. Se casó en San Nicolás el 19-11-1692 con la alicantina Mariana Salafranca, con quien tuvo doce hijos: Águeda (nacida en 1693), Vicenta (1695), Juana (1696), María (1698), Juan Manuel (1700), Pablo (1701), bautizados en Santa María, y Nicolasa (1703), Joaquín (1705), José (1710), Teresa (1712), Victoria (1714) y Manuel Rovira Salafranca (1717), bautizados en San Nicolás.

Vicenta Rovira Salafranca desposó en 1716, en la colegiata, con Nicolás Pasqual del Pobil y Forner, barón de Finestrat y señor de Benasau. Murió en 1762.

Águeda, María y Juana Rovira Salafranca fueron monjas de coro en el convento de la Santa Faz.

José Rovira Salafranca fue jesuita.

Manuel Rovira Salafranca fue monje de San Bernardo, vicario general en Aragón y Navarra, y abad del monasterio de Valldigna.

Rovira-Fernández de Mesa

Juan Manuel Rovira Salafranca fue caballero de la orden de Montesa y regidor perpetuo alicantino por la clase de caballeros (1735-1763). Se casó en San Juan el 29-7-1726 con Vicenta Fernández de Mesa y Escorcia, nacida en Alicante. Seis días antes y en la propia universidad de San Juan, los padres de ambos contrayentes firmaron un contrato matrimonial. Los padres de ella, José Fernández de Mesa, gentilhombre de cámara y regidor, y Josefa Manuela Escorcia, donaron a su hija por dote 4.000 libras de un censo que rentaba 4.000 sueldos anuales, de los que respondía la ciudad de Jijona y que Josefa Manuela había heredado de sus padres. Por su parte, los padres del novio donaron a éste el «tercio y quinto en los vienes libres que de presenten tienen», que le correspondería por herencia si fallecieran, pero que se lo adelantaban por la boda. En el mismo contrato se especificaba que los recién casados vivirían en casa de los padres de él, quienes garantizarían su alimentación cediéndoles en usufructo los bienes que poseían en Jijona. Como anexo, se detallaban los bienes del matrimonio Rovira Salafranca, entre los que destacaba «una heredad, con su casa y que consta de 100 tahullas poco menos de tierras en la huerta, plantada de viñas casi toda con algunos arboles, y seis ylos y un quarto de agua».

Juan Manuel y Vicenta tuvieron once hijos: M.ª Antonia (1727), Mariana (1728), Esteban (1729), José (1731), M.ª Ana (1732), Francisca (1735), Vicenta (1737), Antonio (1738), bautizados en San Nicolás, y Francisco Javier (1740) y las gemelas M.ª Dolores y M.ª Soledad Rovira y Fernández de Mesa (1744), bautizados en Santa María.

Juan Manuel falleció el 12-9-1763.

General Francisco Javier Rovira

En 1927, el Ayuntamiento decidió cambiar el nombre de la Travesía de la calle de San Miguel (en el barrio de San Cruz) por el de calle del General Rovira. Con este motivo, Francisco Montero Pérez firmó un artículo el 8 de octubre de aquel año en Diario de Alicante, en el que ofrecía al lector un resumen biográfico de dicho militar. Pero se equivocó al llamarle «Francisco Javier de Rovira y Salafranca».

El periodista y cronista empezaba su artículo diciendo que el teniente general «vio la luz primera en la ciudad de Alicante en 1740», lo cual es cierto, pues fue bautizado el 14-7-1740 en Santa María. En el registro correspondiente, se lee que era hijo de Juan Rovira Salafranca y Vicenta Fernández de Mesa y Escorcia, y que fueron sus padrinos «D. Estevan Rovira, hermano del bautizado (que debía tener 11 años) y D.ª Victoria Rovira, doncella».

Así, pues, el verdadero nombre del que sería teniente general era Francisco Javier Rovira y Fernández de Mesa. El resto de lo que contaba el bueno de Montero («Quandoque bonus dormitat Homerus», escribió Horacio: 'A veces hasta el buen Homero se despista') era cierto: Nació en una casa «situada en la plaza de Quijano esquina a la calle del Carmen (?) casa en siglos anteriores solariega de la linajuda familia de los Rovira»; estudió con los jesuitas, entró a servir en la Armada como guardia marina a los 14 años; estuvo «en la defensa del Morro de la Habana, saliendo gravemente herido en la cabeza»; ascendió a teniente general y fue «Profesor de Artillería en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz y Comandante general del Cuerpo de dicha Arma en el Departamento de Cartagena y después, Comisario general y Comandante en jefe de todo el Cuerpo de Artillería de la Armada. Murió en Valencia en 24 de Mayo de 1823; siendo Caballero de Justicia en la Orden de San Juan de Jerusalen o de Malta y poseía la Gran Cruz de San Hermenegildo».

Publicó varios tratados sobre Artillería y Matemáticas.

La calle General Rovira desapareció y en 1955 el Ayuntamiento dedicó otra calle (en Altozano-Conde Lumiares) a Rovira y Salafranca, que como ya sabemos no sustituyó a aquella, puesto que el general no se apellidaba Salafranca, sino que debe estar dedicada a su padre.

Rovira-Micó

En sustitución de su padre fallecido, Esteban Rovira y Fernández de Mesa fue nombrado regidor en 1764. También fue caballero de la orden de San Juan.

En 1766, Esteban fue detenido junto con su primo Juan Pasqual de Pobil por orden del corregidor José Ladrón de Guevara, quien les acusó de repartir papeletas con los nombres ya escritos durante las primeras elecciones que se celebraron para síndico personero y diputados del Común.

Contrajo matrimonio el 26-1-1763 en San Nicolás con Antonia Micó. Tuvieron siete hijos: M.ª Antonia (1764), Juan Bautista (1765), Luis (1767), M.ª Pascuala (1769), José (1775), nacidos en Alicante, y M.ª Josefa (1771) y Clara, que nacieron en Valencia.

Luis Rovira Micó fue caballero de la orden de San Juan (1781) y guardia marina en Cádiz (1782). Participó en la batalla de Trafalgar y murió soltero.

José Rovira Micó ingresó también en la Armada (1790) y fue caballero de la orden de San Juan. Murió soltero.

Mª Josefa Rovira Micó se casó en Valencia con un capitán de fragata y caballero de la orden de Calatrava.

Clara Rovira Micó fue religiosa en el convento de la Santa Faz.

Rovira-Pasqual del Pobil

Juan Bautista Rovira Micó fue caballero de la orden de San Juan.

Durante muchos años litigó con el Ayuntamiento de Alicante de resultas del molino que en 1809 construyó en la cima de la Montañeta el arquitecto Antonio Jover, por orden del gobernador José Sanjuán, con el objetivo de asegurar la harina para la población si la ciudad era sitiada por el ejército napoleónico. Las dos muelas que se instalaron en el molino fueron extraídas previamente de otro molino situado a las afueras de la ciudad y sin autorización del propietario, que era Juan Bautista. En el litigio intervinieron la Regencia y la Real Hacienda, pero en 1816 todavía Juan Bautista no había recuperado sus muelas ni se le había abonado indemnización alguna.

En 1814, poseía una casa con cochera en la calle Rovira por un valor de 60.000 reales, otra en la calle del Baile (2.000 reales), cuatro más en la calle San Agustín (60.000), otra en la calle San Roque (6.000) y otra en la de San Alberto (4.000).

Contrajo matrimonio el 13-8-1794 en Santa María con María Josefa Pasqual del Pobil y Guzmán, con quien tuvo siete hijos: Joaquín (1808), nacido en Valencia, M.ª Rosario (1797) y José (1813), nacidos en Alicante, y Juan (1811), M.ª Luisa (1796), Antonia y Pascuala, nacidos en San Juan.

Joaquín Rovira y Pasqual del Pobil poseía en 1814 una casa en la calle Empedrado, con un valor de 18.000 reales, y otra en la calle Porchinos (12.000). En 1844 reedificó la fachada de una casa en la calle Mayor y, en 1859, reconstruyó una casa en la calle San José. Se casó en Jijona el 11-2-1823 y tuvo diez hijos, pero vivieron fuera de Alicante.

Juan y M.ª Rosario Rovira y Pasqual del Pobil hicieron su vida en Valencia.

José Rovira y Pasqual del Pobil murió joven.

Así fue cómo esta rama noble y de procedencia jijonenca se extinguió en Alicante.

En 1756 había un notario llamado Vicente Rovira, en 1782 un regidor Francisco Pérez Rovira y en 1785 el rey nombró a Tomás Rovira contador del Consulado recién fundado.

En 1796, Esteban Pastor Rovira era escribano municipal, pero en 1814 ya aparece como regidor y en 1847 como notario.

En 1814 fue nombrado regidor el comerciante Vicente Rovira, propietario de una casa en la calle Mayor valorada en 50.000 reales, tres más en la calle San Agustín (22.000), otra en calle del Carmen (3.000) y otra más en la calle San José (3.000).

Juan Rovira Tresarrio, que era secretario del Tribunal de Comercio en 1836, fue obligado en 1843 a reconstruir su casa de la calle Santos Médicos por hallarse en estado ruinoso. Diez años más tarde, pidió al Ayuntamiento que trasladase la fuente de San Agustín a otro lugar y exigió indemnización por los daños que dicha fuente había causado a una propiedad suya cercana. En 1860 solicitó la demarcación de línea foral en unos terrenos suyos ubicados en la puerta de la Reina y en la calle San Vicente, y al año siguiente construyó una casa en esta última calle.

José Antonio Rovira Carbonell era un turronero jijonenco con más de 20 años de experiencia, que cada campaña de Navidad, desde 1873 (año en el que le premiaron en la Exposición de Madrid), abría una tienda en Mayor 23-25, en la que vendía, entre otros dulces, las célebres peladillas de Alcoy. En diciembre de 1906 anunció en la prensa que trasladaba su tienda a Princesa 15 (esquina al callejón de la Santa Faz), pero al año siguiente el mismo anuncio cambiaba de titular, al llamarse el establecimiento Turronería de la Viuda de José A. Rovira.

Francisco Rovira Aguilar

Hijo de Francisco y M.ª Rosa (casados en 1834), fue el primero de tres hermanos. Nació el 2-2-1836.

Fue abogado, poeta y novelista. Su bufete y residencia estaban en Infanta 24.

El 6-9-1865 fue nombrado secretario de la Diputación.

Dirigió el semanario El Bostezo (1862), la revista Álbum literario (1863) y el periódico La Provincia (1868), fue redactor del semanario Una nube de verano (1862-1863) y colaboró con El Comercio de Alicante, El Vapor, La Tarde, La Violeta, El Eco de la Provincia y El Lucentino.

En 1874 se ordenó sacerdote y en marzo de 1878 fue nombrado canónigo de la catedral de Ávila.

Murió en Madrid el 21-1-1884.

Felipe Rovira Sogorb

Era hijo de un escribano, autor del folleto de 1844 titulado Relación de los sucesos ocurridos en Alicante desde el 28 de Enero último en que tuvo lugar la Rebelión del Coronel Boné hasta la entrega de la Plaza, según Montero Pérez.

Con «dos marinas y una cabeza» ganó en 1860 la medalla de plata de la Exposición celebrada en Alicante.

Autor de las láminas que ilustran la Crónica de Alicante, de Rafael Viravens (1868).

Pintor escenógrafo del Teatro Principal (1871) y delineante de la Diputación Provincial (1875).

Semanarios satíricos alicantinos como El Fígaro (del que fue administrador) y El Pollo publicaron sus ingeniosas caricaturas.

La prestigiosa revista madrileña La Ilustración Española y Americana le encargó en 1875 un dibujo representativo de la inauguración de las obras de la ermita de San Roque, llevada a cabo el 25 de julio de aquel año.

El Constitucional daba puntual y elogiosa cuenta de cuantas obras ejecutaba el pintor: «Cuadro. El que acaba de terminar nuestro paisano D. Felipe Rovira, es de un tamaño regular y representa la vista de Alicante, desde el mar. Este cuadro es notable por la riqueza de detalles, por su admirable perspectiva y por la verdad del colorido» (28-7-1877).

Pero, entre tanto elogio, El Constitucional mencionó un detalle pictórico que se trocó en un disgusto en 1878, cuando un periódico madrileño se hizo eco de la noticia: el pintor alicantino había sustituido en un cuadro la cabeza de Amadeo de Saboya por la del monarca Alfonso XII, para así poder exhibirlo a tiempo en la fachada de la Diputación. Felipe lo desmintió.

Al año siguiente pintó otro cuadro real: el retrato de la que sería reina María Cristina, que se expuso en la fachada del Consistorio.

Durante aquellos años era enorme la popularidad de este pintor: En muchas mansiones de la burguesía alicantina se exhibía alguna de sus obras; en los salones de los mejores balnearios (La Estrella, 1876; La Esperanza, 1883), colgaban colecciones de marinas por él pintadas; y no había ningún alcalde o diputado en la provincia que no anhelara ser retratado por él.

Se dice que su vida fue muy modesta, que era un auténtico bohemio y que vivía en una buhardilla. Será cierto, pero también lo es que en 1875 poseía una casa en Riego 36, otras dos en las calles Trafalgar y Gallo (1878), y aumentó en dos pisos otra que tenía en Cid 30 (1884). En sus últimos años trabajó en las oficinas del Arquitecto municipal.

Se cuentan numerosas y pintorescas anécdotas por él protagonizadas, como aquella que propalara Manuel Tordera Bosio, quien se encargó de ir a su buhardilla para convencerle de que volviese a la Diputación, de donde se había ido muy airado. Era el año 1875 y Felipe estaba terminando un retrato de Alfonso XII que debía ser exhibido en el salón de actos de dicha Corporación. Varios diputados curiosos se acercaron a ver el retrato y uno de ellos se permitió indicarle al artista que el rey tenía el bigote más grande del que había representado en el cuadro. Enfurecido, Felipe agrandó con dos pinceladas los bigotes del monarca hasta salirse del lienzo y se marchó a su casa.

Falleció el 10-12-1890.

Las hermanas María y Ana Rovira Pérez (66 y 60 años, respectivamente) vivían en 1912 en Floria 6. Ana falleció el 22 de julio de aquel año y María solicitó que la ingresaran en un asilo benéfico.

José Rovira Reus fue jefe de los carteros alicantinos. El domingo 3-2-1935, ya jubilado, recibió un homenaje en el restaurante del balneario Madrid. Su hijo José Rovira Gomis obtuvo plaza como empleado también de Correos al aprobar la oposición en octubre de 1927. El 31-5-1934, se casó con Elena Sánchez. Su hermano Juan fue maestro. En noviembre de 1942, siendo jefe de sección administrativa de Enseñanza, compró al Ayuntamiento junto con otros maestros una parcela de 233 m² (Álvarez Sereix esquina Médico Pascual Pérez), a razón de 250 pesetas m², para la construcción de viviendas protegidas.

El comerciante Manuel Rovira Rizo (n. 1893) era presidente del Centro Católico antes de la Guerra Civil. Al finalizar ésta, fue concejal de cementerios. El 29-1-1940 fue nombrado contador del Patronato de la Santa Faz, y el 7 de octubre de este último año cesó como concejal. En 1926 encargó la construcción de un panteón para él solo.

Francisco Rovira Fenollar, maestro nacional, se casó el 20-3-1934 con Adela Viñes y abrió, en 1939, un salón de baile en Cano Manrique 6.

Un tipo afortunado

Rafael Escolano Rovira, que vivía en la calle Nueva Alta y era conocido por el alias de Benicau, fue detenido el 11-5-1907 por causar heridas a Bautista Sempere.

La noche del 10-10-1919, en la calle Díaz Moreu, estuvo a punto de perecer a manos de Vicente Ferrando, quien empuñaba un revólver. Pero el Benicau tuvo la fortuna de que otro individuo interviniera a tiempo para desarmar a Vicente.

El 15-10-1927 fue denunciado Rafael por maltratar a María Soler en su domicilio de Catedral 4; y el 27-9-1929 volvió a ser denunciado por escándalo público.

En 1933 regentaba un negocio en Villafranqueza. En la calle Marcelino Domingo 4 tenía un almacén desde el que distribuía pan. El 8 de marzo de aquel año entregó a un empleado suyo, de 19 años, un carro con 50 kilos de pan para que hiciera el reparto, pero ya no volvió a saber nada más del pan, ni del carro, ni de la caballería, todo ello valorado en unas 500 pesetas, ni por supuesto del empleado.

Pero la suerte de Rafael no había desaparecido. Uno de sus hijos tenía tratos con una hija de su vecino, José Beviá, quien se oponía a tal relación. El 18-9-1935, estando Rafael en la puerta de su casa, se le acercó Beviá escopeta en mano. Le apuntó y disparó, pero el arma era tan vieja que erró el tiro. Ayudado por unos transeúntes, Rafael desarmó a Beviá y lo entregó a las autoridades, que lo encerraron en la cárcel.

Una familia maldita

José Rovira Linares nació en Alicante en 1862. Se casó con Rafaela Coloma, con quien tuvo familia numerosa. Tras enviudar se casó en segundas nupcias con Ramona Blasco.

José Rovira tenía una casa de huéspedes en la calle Altamira, en 1915. La noche del 10 de julio de ese mismo año, su hijo Juan apareció muerto con un tiro en la sien derecha, en la calle Virgen de Belén. Tenía 19 años. En un bolsillo de su ropa fue hallado un retrato de mujer con una expresiva dedicatoria. Los policías y el juez que investigaron aquella muerte sospecharon de un detalle: sobre la mortal herida, el muerto tenía puesta una gorra intacta, sin agujero que la atravesara. Pero una semana después fue entregada al juez una carta que el fallecido había enviado a su novia y en la que, de alguna manera, anunciaba su suicidio, por lo que el caso fue cerrado sin practicar más indagaciones.

Pocos días después, el 22-7-1915, falleció también muy joven su hermana Josefa.

En abril de 1922, Francisco Rovira Coloma (n. 1900) cayó enfermo de paludismo en Melilla, donde se hallaba sirviendo como soldado de reemplazo. Pero sobrevivió.

A principios de 1926 aparecieron varios anuncios en la prensa alicantina publicitando el nuevo restaurante que José Rovira Linares había abierto en Ciudad Jardín: «Merendero LA ALEGRÍA (antigua Granja Rocamora)?».

José Rovira vivía con su familia en la misma casa donde estaba el restaurante, conocida más vulgarmente como Cagalaolla. Con ellos también vivía desde hacía menos de un año Manuel García González (natural de Orihuela, de 56 años, casado en segundas nupcias), que cultivaba el huerto.

Un día Manuel García le dio un beso a una hija de Rovira, que estaba divorciada. La besó como si fuese su hija, declararía más tarde el hortelano, pero no debió de entenderlo así Rovira (de carácter exaltado, en opinión de algunos vecinos), pues le despidió.

Manuel encontró trabajo como guarda privado en la vecina Colonia Lineal, pero pronto empezó a temer que le despidieran, pues al parecer se había recibido un anónimo que le acusaba de injuriar a los propietarios.

En la noche del 8 de agosto de 1926, Manuel mató a Rovira cerca del almacén de Colonia Lineal. Según Manuel, Rovira fue hasta allí con el deseo de utilizar el teléfono que había en el almacén, para avisar a un taxi. Pero él no se lo permitió porque el administrador de la Colonia tenía prohibido que se usara el teléfono sin su autorización. Entonces Rovira, muy enfadado, le cogió de la pechera y le abofeteó. Manuel reaccionó golpeándole con la carabina en la cabeza. Rovira cayó de rodillas, pero como hizo ademán de sacar un arma mientras le amenazaba, Manuel volvió a golpearle con el cañón de la escopeta en la cabeza, rompiéndose la culata. Al comprender que le había matado, fue a entregarse.

En el juicio, celebrado en mayo del año siguiente en la Audiencia y presidido por el magistrado José Rovira Argandoña, el abogado defensor dijo que Manuel había actuado en defensa propia, pero tanto el fiscal como el abogado de la acusación particular presentaron otra versión, avalada por los médicos forenses y la viuda e hijos del fallecido, quienes aseguraron que Rovira padecía una sordera ligera pero que le imposibilitaba hablar por teléfono. Según esta versión, que fue la que prevaleció, la noche de autos Manuel llevó engañado a Rovira hasta cerca del almacén, donde le dio a traición un golpe con su carabina en la cabeza, produciéndole desgarramiento del pabellón de la oreja y pérdida de conocimiento. Ya en el suelo, recibió otro golpe en la frente, tan fuerte, que rompió la carabina, causándole el hundimiento del cráneo y la muerte instantánea. Pero aún recibió un tercer golpe en el maxilar con el cañón de la escopeta.

Francisco Rovira Coloma, el hijo del asesinado que sobrevivió al paludismo en Melilla, se negó el 29-10-1931 a pagar a Antonio Pastor las 22'50 pesetas que le debía por el viaje que había hecho en su taxi. El taxista puso una denuncia y el juez declaró en rebeldía a Rovira el 23 de diciembre, porque se había fugado. Fue capturado y encarcelado en Madrid en abril del año siguiente.

El 11-11-1931 fue detenido Julián Rovira Coloma por negarse a abonar las 19 pesetas a que ascendían las consumiciones que había realizado en un restaurante.

En 1932, Rafaela Rovira Coloma tenía 34 años, era viuda y vivía en la calle Torrijos. El 7 de noviembre de aquel año denunció a la propietaria de una casa de prostitución (Navas 12) porque rompió los cristales de su casa con un zapato y le produjo lesiones leves de las que debió ser atendida en la Casa de Socorro.

El 5-3-1934 fue denunciado Francisco Rovira Coloma, de 38 años, por promover un gran escándalo en la avenida Méndez Núñez, estando embriagado.

En 1953, la sociedad Montahud y Rovira abrió un taller de lencería y bordados en Álvarez Sereix 9. Los socios eran Francisco Rovira Coloma y su esposa, Clotilde Doménech, quienes habían tenido un hijo el 27-7-1934. En 1954 instalaron un grupo electrógeno. Pero en 1958 volvió a solicitarse permiso para abrir en el mismo lugar un taller de confección de ropa interior, esta vez a nombre solo de Francisco Rovira Coloma.

En 1959 Mariana Rovira Coloma abrió una tienda de comestibles en San Luis 19, y en 1962 su hermana Antonia aumentó dos pisos su casa de Huerta 113.

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