¿Cuánto odio de verdad hay en internet? ¿Expresar odio y lanzar mensajes violentos es lo mismo? ¿Deben castigarse penalmente o administrativamente determinados comentarios, apologías o adscripciones sobre determinados tipo de mensajes a través de las redes sociales? Estas son algunas de las muchas respuestas que Fernando Miró y Nuria Rodríguez, del Centro Crímina de la Universidad Miguel Hernández, y apoyados entre otros docentes por Francisco Javier Castro, persiguen. Quieren comprender qué es lo que hay, si expresar odio y efectuar comunicación violenta es lo mismo.

«Nuestra percepción a priori es que se están entremezclando fenómenos que no son lo mismo», advierte Miró, director del citado centro para el estudio y la prevención de la delincuencia.

Para ello han puesto en marcha una investigación calificada por sus impulsores como muy potente e innovadora (pocos estudios se están haciendo con la envergadura de éste), que además queda conectada con muchos asuntos del día a día, de la actualidad política, de tribunales e incluso del deporte. Desde los comentarios contra el Rey de Marisol «La Roja» Marisol «La Roja», hasta el asesinato de Isabel Carrasco, desde el siniestro de Germanwings hasta los titiriteros de Madrid, desde los comentarios racistas en las canchas, hasta las actitudes de los concejales madrileños Guillermo Zapata y Rita Maestre, por poner algunos ejemplos.

«La iniciativa parte de la observación de la existencia de un problema: ha crecido significativamente la comunicación violenta, lo que ha dado pie a una preocupación social», indica Miró, quien añade: «La primera finalidad del proyecto es definir cuál es el alcance real del fenómeno, de la comunicación violenta y del odio». Muchos de los comentarios que se generan a través de las redes sociales cuando surgen este tipo de acontecimientos o polémicas conciernen a este estudio, de ahí que se centraran un entorno como Twitter, «donde el mensaje es más puro o está menos elaborado», según los responsables.

Tras seleccionar este «ambiente», el equipo necesitaba, como segundo paso para comenzar a trabajar una definición, una tipología, una taxonomía. Lo tercero era observar un determinado evento en torno al cual pudiera generarse violencia y odio para así analizar los mensajes. Solo cabía aguardar a una situación propicia.

Y llegó el ataque al semanario satírico francés «Charlie Hebdo»Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, un auténtico drama, pero toda una oportunidad para los investigadores. Puesto que «el odio surge de forma espontánea», qué mejor que monitorizar las reacciones al respecto. De tal modo que se acudió a Twitter y se hizo una selección de los tres hashtags con más influencia al respecto en España: #JeSuisCharlie, #StopIslam y #Charliehebdo. El resultado: 255.674 tuits totales a lo largo de seis días.

«Nos dimos cuenta de que el odio se retuiteaba muy poco. Lo que más se retuitea son las expresiones de mal gusto. Dos de cada tres mensajes son meras expresiones de mal gusto, por lo que quitamos los RT's», que son adscripciones al mensaje. Los investigadores se quedaron con 53.860 mensajes originales de 140 caracteres.

Las personas implicadas en esta iniciativa procedieron a analizar la muestra a través de seis evaluadores. Se hizo una selección de los mensajes para identificar mejor a éstos, la relación entre las palabras del mensaje y el análisis de contenido. Con esta cosecha se pudo hacer una diferenciación entre odio y comunicación violencia a partir de cinco criterios: 1-Insultos graves. 2-Referencia en positivo a la violencia. 3-Atribución a personas en concreto de expresiones injuriosas, la humillación pública o la imputación de hechos delictivos o ilícitos graves. 4-Desprecio o expresión de ocio hacia grupos determinados. Y 5-Aquellas expresiones especialmente desagradables y de muy mal gusto sobre sucesos que causan grave dolor.

«El discurso del odio es algo que existe desde los 60 y 70, que en los 80 y 90 dio lugar a mucha literatura. Finalmente, con el surgimiento de Internet se ha expandido exponencialmente», recuerdan los investigadores de Crímina, para agregar por un lado que en las redes sociales y en nuestra sociedad en general «estamos con la sensibilidad muy a flor de piel» y, por otro, que no hay que perder de vista que en ocasiones «Twitter parece que sea un bar a las 5 de la mañana», es decir, hay mucha facilidad para decir cosas que habitualmente no se dicen a la cara o expresiones que se sueltan cuando hay mucha indignación.

A través de estos criterios, los evaluadores, previamente entrenados, cribaron y seleccionaron los mensajes que cumplían con alguna de las formas que se expresa en cada catalogación.

El triaje les condujo a que 2.274 tuits eran violentos (46,9%) y de odio (43,8%) o ambos a la vez (9,3%). En términos generales, de todas las conversaciones que se generaron a través de la red social señalada en torno a esos tres hashtags, solo aproximadamente el 2% era comunicación violenta o de odio, el resto fue comunicación neutral.

«Estamos ante los primeros resultados de este proyecto, que abarca mucho más», significan desde el campus de Elche. De hecho, participan docentes de Granada, Jaén, Madrid o Barcelona en la confección de otras muchas partes de esta iniciativa que versa sobre todo tipo de odio y formas en Internet. «El odio, el discurso discriminatorio, es algo muy concreto, porque se discrimina a un sujeto o a un grupo, por ejemplo, por su ideología, por su raza, religión, género? Y por otro lado está la comunicación violenta, que hiere la sensibilidad del público, con mensajes de mal gusto», apuntan las mismas fuentes.

Los investigadores no solo se han quedado en el fenómeno «Charlie Hebdo». Están vigilantes para mejorar este trabajo, de ahí que estén incorporando a su proyecto aquellas comunicaciones de interés generadas a raíz de los atentados en París y Bruselas. Las redes sociales en muchas ocasiones sobreexponen lo que es extraordinario, no lo normal, de ahí que se quiera continuar sabiendo cuál es el alcance de este tipo de mensajes y, por otro lado, qué tipos de mensajes llegan en realidad.

Una extensión de este informe también se torna muy interesante porque además, desde el Centro Crímina, también se proponen conseguir pistas para saber qué puede hacer el Derecho y la Justicia ante este problema y poder responder a nuevos interrogantes: ¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión en este caso? ¿Qué manifestaciones en las redes sociales son punibles o no? ¿Se va a restringir lo que se puede o no decir y dar pie a lo que se conoce como el «efecto desaliento»? ¿No estaríamos estandarizando una determinada forma de pensar y propiciando una sobrevaloración de la moral única?

La investigación cuenta con financiación del Ministerio de Economía y Competitividad y es un proyecto a tres años que arrancó en 2015 y concluirá a finales de 2017. Desde luego el arranque del estudio se torna muy interesante, pero el desarrollo y las posibilidades del mismo vaticinan que será más apasionante conocer sus conclusiones finales. Tal vez, a partir de este trabajo científico, con claras aspiraciones a llegar al mundo judicial ponga límites a ofensas, burlas, insultos y amenazas que de momento pueden estar saliendo gratis a personas que, agazapadas detrás de las redes sociales, utilizan estos nuevos canales como un altavoz para evidenciar su cobardía.