Ni la elevada presencia policial ni el esfuerzo de decenas de religiosos que trataban de concienciar a los jóvenes sobre los riesgos del alcohol impidieron ayer que el botellón se convirtiera un año más en un indeseable protagonista de la jornada.

No eran ni las once de la mañana cuando decenas de grupos de jóvenes comenzaban a instalarse en la arena de la playa de San Juan cargados de comida y sobre todo de bebida, mucha bebida. A partir de ese momento la situación no hizo sino dispararse y una hora más tarde en algunas zonas del paseo, sobre todo frente a un conocido restaurante de comida rápida, ya no cabía un alfiler.

Grupos de jóvenes trataban de abrirse paso empujando carros de supermercado, aunque la intensa vigilancia de los últimos días por parte de los supermercados parece que ha dado sus frutos y este año se han podido ver muchos menos. Carros decorados, con carteles, otros llenos de bebida, con enormes equipos de música y altavoces y algunos que servían de improvisadas camillas en las que llevar a chavales con evidentes síntomas de embriaguez. Y es que los más de 20 grados y el intenso sol hicieron estragos y desde bien temprano se podía ver a chicos vomitando en el paseo o en la arena. «Beben mucho y no comen nada, algo fatal con este calor», comentaba uno de los socorristas de la empresa Proactiva.

La presencia policial era intensa, con decenas de agentes de la Policía Nacional y Policía Local desplegados en la zona, pero su labor se limitó a controlar que la situación no se desmadrara. En ningún momento, como pudo comprobar este periódico al menos hasta las 14 horas, multaron ni intervinieron ante los numerosos menores que frente a ellos bebían alcohol, muchos de ellos niños con apenas 12 o 13 años. Los agentes llamaron la atención a jóvenes que molestaban a los pocos viandantes que intentaban pasear tranquilamente por la zona e intervinieron en varias ocasiones por conatos de peleas y para que bajaran el volumen de la música. También llegaron a advertir a una mujer que paseaba a su bebé de que se diera la vuelta si no era imprescindible pasar por ese tramo del paseo y llamaron a los padres de alguno de los menores atendidos por la ingesta masiva de alcohol. En las urbanizaciones de la zona, los vecinos tuvieron que contratar a vigilantes para evitar que los jóvenes se colaran para mear o bañarse en las piscinas. Según datos de la Policía, este año se han reunido 40.000 jóvenes en el macro botellón, el doble que el año pasado. A media tarde los equipos sanitarios habían atendido a 45 jóvenes por intoxicación etílica, a 5 con cortes. Cinco personas tuvieron que se trasladadas al Hospital de Sant Joan.

La jornada también dejó curiosas imágenes, como la de un grupo de 20 religiosos y voluntarios de una orden católica de Orito, que trataban de explicar a los jóvenes el significado de la Santa Faz y les invitaban a escribir peticiones a la reliquia o a rezar en un improvisado altar instalado en el interior de una oficina de turismo. Una misión casi imposible, ya que pocos eran los chicos que se paraban. «Somos como una gota en el océano, pero con que se pare un sólo joven, es suficiente», explicaba la hermana Inmaculada, quien añadía que «la mayoría son muy correctos, se disculpan y nos dicen que tienen prisa». A unos metros de distancia, en dos carpas instaladas en la arena, voluntarios de la iglesia Cristo Vive trataban de concienciar a los jóvenes de que el alcohol es una lacra. Los voluntarios llevaron agua y sillas, una logística que más tarde fue utilizada por los socorristas para dar asistencia a decenas de jóvenes con golpes, lipotimias e intoxicaciones etílicas.