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Nerea, más sola que la una

La edil expulsada del equipo de gobierno se estrena como no adscrita en un pleno

La edil Nerea Belmonte en la bancada de la oposición, entre ediles del PP y Ciudadanos. pilar cortés

Entró sola, se fue sola y no pudo estar más sola durante el pleno en el que se estrenaba como la primer concejal no adscrita a ningún grupo político del Ayuntamiento de Alicante. Nerea Belmonte, expulsada del equipo de gobierno por sus contratos a gente de su entorno personal y político, generó una gran expectación mediática que recordaba a la de los plenos del anterior mandato, con la exalcaldesa Sonia Castedo.

Belmonte acaparó los focos desde el rincón al que quedó confinada en el salón de plenos. Uno de los que fuera su asesor la acompañó a su llegada y Belmonte fue directa a ocupar una silla en la bancada de la oposición, en la esquina más alejada de la mesa presidencial del pleno y entre dos concejales del PP y de Ciudadanos. A su llegada, sólo algunos ediles de la oposición se acercaron a saludarla. El primero, el popular José Ramón González. Los que hasta la semana pasada eran sus socios de gobierno cumplieron su advertencia de hacerle el vacío y de no contar con ella para nada.

Ni la saludaron ni le dirigieron la palabra. Sólo hizo referencia a ella el alcalde, Gabriel Echávarri. En una primera ocasión para comunicar que los portavoces habían acordado limitar su tiempo de intervención en los plenos a un minuto -a medio en el caso de las réplicas-, frente a los cuatro del resto de grupos. Desde la oposición hubo quien calificó el recorte de «humillación», pero los del tripartito hubieran ido más allá: «Le corresponderían 40 segundos», llegó a asegurar Echávarri. El alcalde se refirió puntualmente a ella para darle paso en las intervenciones con indiferencia. Ella, nerviosa y sin dejar de consultar su móvil, sólo intervino tres veces en el pleno y fue en la última cuando arrancó una reacción airada del alcalde, al que acusó de incoherente en su política comercial y de incumplir su programa electoral y el pacto de gobierno. La respuesta, cargada de desprecio en el tono y la forma, no se hizo esperar por parte de Echávarri, que le espetó que no es quién para dar lecciones de coherencia, por asegurar que dimitiría y no hacerlo después, y la acusó de «agarrarse con las uñas 'garrapateando' a su silla de concejal».

Con los ediles de Guanyar no hubo diálogo alguno y la edil demostró ir por libre en algunos asuntos. Aunque en materia de libertad comercial votó en contra de las iniciativas presentadas por el PP y el PSOE, al igual que desde el gobierno hicieron Guanyar y Compromís, en otros optó por desmarcarse del grupo del que hasta hace unos días formaba parte. Así, mientras los de Pavón se abstuvieron en el punto para aprobar el protocolo de la Santa Faz, ella votó que sí junto al resto de grupos municipales. También hubo disparidad en la renovación del convenio de la Volvo y, mientras Guanyar votó en contra, ella optó por abstenerse junto a Compromís (el PSOE y la oposición votaron a favor).

En el receso del pleno, aseguró a los periodistas los únicos que la esperaban a la salida que su intención es votar «conforme al pacto de gobierno y al programa con el que me presenté», pero «cuando algo no esté recogido, votaré conforme a mi conciencia». Belmonte, que se presentó como víctima de una «estrategia para echar a Podemos del Ayuntamiento» no pudo evitar mostrar rencor hacia Esquerra Unida, que forma parte de la coalición Guanyar. Hasta después de ese receso no intervino en los asuntos del pleno.

El pleno de ayer fue la evidencia de la soledad de Belmonte en el Ayuntamiento, del desprecio hacia ella de los que hasta hace unos días eran sus socios y compañeros de partido y de la incertidumbre sobre el sentido de sus votos futuros.

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