Alicante apagó sus luces y se hizo el silencio. Así acabó el Jueves Santo, en plena madrugada, con miles de personas en las calles para ver la imagen del Cristo de la Buena Muerte, del siglo XVI y una de los más veneradas, como demuestra el hecho de que cada año le acompañen más de mil personas haciendo promesas, muchas de ellas descalzas. La procesión, que se completa con la única imagen de Salzillo que hay en la ciudad, Nuestra Señora de las Angustias, de 1762, recorrió el centro histórico en silencio, sólo roto por el toque puntual de los trombones de varas y timbales. Un duelo que continuará el Viernes Santo con la representación de La Sentencia de Jesús, que se leerá antes del recorrido, y por la tarde-noche, con el paso de la Madre Desolada, de la Soledad de Santa María y del Santo Sepulcro con Cristo yacente.

Esa representación de la Pasión de Cristo se vivió todo el Jueves Santo, desde que salió a las calles la hermandad salesiana, puesto que escenificó al aire libre los sucesos que acabaron con la muerte de Jesús a través de las advocaciones de sus cuatro pasos.

Fue un teatro en la vía pública, en la Avenida de la Estación, atestada por centenares de personas sorprendidas por la narración de los hechos pasionales con música sacra de fondo. El primer paso en asomar fue la Última Cena, sus trece imágenes y sus más de 3.000 kilos de peso, con 219 costaleros en sus varales puesto que es el más grande de España de su hermandad. Sobre la mesa, preparada por la hermandad, viandas naturales, incluido un cordero, que después se donan a los más necesitados.

Le siguió el Cristo de la Caída, arrastrando la cruz sobre un lecho de calas rojas que resaltaban sobre su trono caoba. «Llevas cetro, caña y corona de espinas sin saber que ya eras rey de los nacidos». Así sonó uno de los versos recitados sobre el nazareno, «que recorre las calles de Alicante con la luna filtrándose por las palmeras». Después se dejó ver el Cristo Esperanza de los Jóvenes, del siglo XIX, con un llamativo adorno de flores blancas. Los tres, a la altura del Palacio Provincial, esperaron a la madre, María Auxiliadora del Pueblo Cristiano, con su palio azul, que entró por la calle paralela. Los cuatro pasos protagonizaron un Encuentro, muy aplaudido por el público, antes de iniciar el desfile hacia el centro de Alicante, meciendo los tronos y, en el caso de la Santa Cena, los costaleros subieron sus brazos hacia el cielo para elevar el gigantesco grupo sobre sus hombros en un gesto muy celebrado.

La representación demoró la procesión en sí por Alfonso el Sabio, que en torno a las 21 horas cruzó la hermandad de la Santa Redención entre aroma de incienso. Las trompetas anunciaban el paso de la Cruz Redentora, que se eleva sobre un monte Calvario con calavera por la muerte de Jesús, sobre un trono repujado en plata decorado con flor morada, y entre música de viento y percusión.

La procesión, de la que formaba parte el presidente de la Semana Santa, Alberto Payá, estrenaba cruz, faroles de guía y estandarte en caoba y plata, de estilo barroco, así como las puntas de lanza del paso de la Redención. A continuación llegó la segunda imagen de la hermandad, María Santísima del Mayor Dolor, que desfila al aire, sin palio, con corona, faroles y flores blancas. En torno a las once de la noche llegó el Encuentro con el Cristo de la Paz de la hermandad de Benalúa, un acto que ya se ha convertido en un clásico del Jueves Santo, a la altura del Teatro Principal. La cofradía de la Piedad, que celebra una estación de penitencia de camino a Nuestra Señora de Gracia, acortó el recorrido dado que de madrugada regresaban con el paso a hombros hasta su barrio y estaban perdiendo cofrades. Esta vez acabaron en la plaza del Ayuntamiento, donde se celebró un novedoso Encuentro final entre el Cristo de la Paz y la Piedad y Caridad mientras se estrenaba la marcha «En tu regazo, madre de Piedad», creada para la ocasión.

Si gustó la marcha, impactó el nuevo trono de la hermandad de El Perdón, en madera de cedro y que fue bendecido en San Nicolás ante de su salida. Ni un alfiler cabía en la plaza de Abad Penalva en el inicio de la procesión de Jesús entre los dos Ladrones, y de María Medianera de Todas las Gracias, una imagen anónima que fue antiguamente la Virgen de la Corona de Espinas. Las luces se apagaron y los penitentes, con austeros sacos, salieron portando cruces y rezando el rosario, sin música, en un ambiente sepulcral que siguió después con El Silencio, que arrancó en el mismo templo en una procesión en la que se escuchó al coro de San Nicolás cantar misereres a la salida y en la Carrera Oficial. La Semana Santa entra en su recta final con miles de personas en las calles. De ahí que la Concejalía de Medio Ambiente haya reforzado la limpieza hasta el domingo con 112 profesionales y 40 equipos mecanizados, además de un dispositivo para playas, calas y paseos.