Mercedes Candela es una crevillentina, doctora en Derecho, que lleva 22 años viviendo en Bruselas. Está casada con un belga y tiene dos hijas de 19 y 15 años. La noticia de los ataques terroristas le sorprendía ayer por la mañana preparando la maleta para viajar a España, con la compañía Vueling, destino El Altet, para pasar la Semana Santa en Crevillent. Eran las 8.15 horas. Había pedido un taxi para llegar hasta el aeropuerto a las 9.30 horas. Su vuelo salía a las 11.30 horas. «Cuando he escuchado la noticia del atentado, lo primero que he hecho es entrar a la web del aeropuerto y de la compañía para ver si había algún tipo de información. En un principio no había nada, pero poco después anunciaban que el aeropuerto estaba cerradocerrado, todos los vuelos cancelados, y que no podíamos acceder de ninguna manera», afirmaba Mercedes. «Según me han comentado, en los medios de comunicación no se ha podido ver la dureza de las escenas que se podían contemplar en el escenario de los atentados», señalaba la crevillentina.

«Yo llevo todo el día enferma, sólo de pensar que dos horas después me hubiera podido tocar a mí, y también de pensar que el próximo viernes (ha cambiado el vuelo para ese día), pasaré por el mismo lugar donde han fallecido tantas personas», indicaba todavía incrédula. Candela manifestaba que el sentimiento es de impotencia e inquietud, porque son conscientes de que todos pueden ser víctimas de un ataque «cobarde».

Su hija mayor, que estudia en Londres, debía viajar mañana a la capital belga en el Eurostar, pero todavía no sabe si puede coger el tren porque todas las estaciones están cerradas. A su hija pequeña, estudiante de secundaria en un instituto de Bruselas, y a sus compañeros, los profesores les han dado una charla esta mañana sobre la integración de los inmigrantes para prevenir atentados.

40 minutos

Las historias de alicantinos que vivieron de cerca la masacre se repetían ayer. «Cualquier retraso o contratiempo y quién sabe qué hubiera pasado». A la alicantina Marina Barranco Van Houtte le temblaban las piernas al pensar que la explosión en el metro de Bruselas ha tenido lugar en la línea 1, la que ella toma cada día para ir al trabajo, y a siete paradas de su casa. Apenas 40 minutos después de que ella bajase del metro. Barranco se enteró del doble atentado llegando a su trabajo, en una empresa de energías renovables cerca del aeropuerto. «Lo que más me ha impactado es ver el aeropuerto tomado por la policía. Siempre piensas que es el lugar más seguro, que ahí nunca va a poder pasar nada así», declaraba.

Control

Una sensación similar experimentó el ibense Carlos Montesinos, que estudia un máster de saxofón en el conservatorio de música de Bruselas. Iba en el tranvía de camino a las clases en el momento de los atentados. «Cuando vas por la calle los militares y la policía transmite seguridad, pero a su vez si están en la calle vigilando es porque hay problemas. Y este problema es muy grande y creo que no saben muy bien cómo controlarlo», asegura Montesinos, quien añade: «Voy a acabar el master aquí, no podemos parar la vida por esta gente».