Preguntar por los deberes entre la comunidad educativa provoca un estallido de dimensiones mayúsculas. Es, como constata el catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Alicante y experto internacional en el ámbito educativo, Juan Antonio Castejón, «motivo de controversia entre padres, profesores y alumnos». Aunque parece que algo empieza a cambiar.

Los últimos datos de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, nos sitúan muy por encima del tiempo medio que el resto de países europeos destina a las tareas escolares en casa. Sobrepasamos de largo las cuatro horas semanales que se recomiendan, hasta el punto de que una rápida encuesta entre los representantes tanto docentes como de padres en la provincia apuntan a las dos y tres horas..., pero diarias.

Castejón subraya que lo adecuado para Secundaria no debe exceder las dos horas diarias, pero que esa misma dedicación en Primaria resulta «perjudicial». Por simplificar, este investigador lanza una regla cuasi científica hacia la búsqueda del tiempo óptimo de deberes escolares: 10 minutos por curso, en orden creciente, de forma que llegaríamos a cumplir la hora en sexto curso de Primaria.

Hábito

Los profesores consideran necesarias las tareas como medio de empezar a crear un hábito de responsabilidad en el alumno, pero admiten que adolecen de la necesaria coordinación y planificación entre ellos mismos para no cargar de sobreesfuerzo al alumno. «En los claustros estamos en pleno debate sobre los deberes debate deberes porque es verdad que a veces resultan excesivos», sostiene Ginés Pérez, portavoz de la Asociación Provincial de directores de Primaria.

Es un hecho que las reiteradas quejas de los padres, que asisten impotentes al agobio diario de sus hijos ante la inabarcable cantidad de tareas que deben cumplir al salir del aula, han ido calando entre los docentes, y que se ha empezado a generar un cambio de tendencia.

«Ya partimos de la premisa de que el trabajo debe hacerse en clase, y solo puntualmente reforzar en casa», abunda Miguel Andreu, representante de los directores de colegios en el Consejo Escolar de Alicante. Aunque estas intenciones chocan con una cruda realidad: cumplir el currículum no es tarea fácil con las solas horas de clase, lo que se hace más evidente conforme se avanza de nivel hasta llegar a Secundaria.

«Los alumnos pasan de un sexto curso, donde tienen un tutor que les imparte varias materias y un total de cuatro maestros que pueden coordinarse más fácilmente, a tener de golpe diez profesores», cada uno con su propia asignatura y correspondientes deberes. José Antonio Perelló, representante de los directores de Secundaria en el Consejo Escolar, entona un mea culpa que entiende que es generalizado: «Es verdad que atosigamos a los alumnos y supone un problema a abordar en profundidad».

El representante provincial de los directores de institutos, Toni González, comparte igualmente «la sensación de que mandamos demasiados deberes», y se pronuncia con rotundidad al respecto: «No comparto la filosofía de algunos centros, concretamente de la enseñanza concertada, que consideran que cuantos más deberes pongo, mejor centro educativo soy». La reflexión se produjo esta misma semana en un encuentro sobre el derecho a la educación y la necesidad de un pacto autonómico al respecto, organizado en Valencia por Unicef. «Hay una tendencia efectiva a disminuir la cantidad de deberes -sopesa González-, pero cambiar las mentalidades no es fácil».

Rendimiento

Tampoco hay que perder de vista que las tasas del 32% de fracaso escolar que arroja la Comunidad Valenciana, donde uno de cada tres alumnos no logra las competencias mínimas, ratifican que más deberes no conducen a mejores resultados.

Finlandia o Corea, paradigma del rendimiento escolar óptimo, rondan apenas las dos horas y media de deberes en toda la semana.

El doctor en Ciencias de la Educación por la universidad de Alicante, Vicente Carrasco, introduce otro extremo que calienta el debate: ir a una academia es también tiempo de deberes a todos los efectos. Apunta a la «obsesión de las familias por que sus hijos no pierdan el tren del progreso», de forma que les apabullan con extraescolares. «Ir dos tardes a la semana al Conservatorio a ejercitarse en solfeo también es hacer deberes. Habría que actuar con más cordura y priorizar el aspecto lúdico, que también forma parte del aprendizaje», reflexiona.

El catedrático Castejón añade que incluso la implicación directa de los padres en la realización de los deberes de sus hijos es «negativa». Aconseja una ayuda «mínima», y una labor paterna que se limite a la «supervisión y el control». Porque es tarea del docente detectar las dificultades del alumno y procurar programas de refuerzo en el aula.

La familia

En Francia, según señala el investigador, los padres han llegado al punto de convocar «una huelga de deberes». Y los representantes autonómicos y provinciales de los padres de alumnos no pueden estar más de acuerdo. Ramón López, de Covapa, en centros públicos, rechaza que los niños tengan que completar en casa los temarios que los profesores no llegan a cumplir en el aula, y reprueba que las mochilas vayan cada vez más cargadas de deberes: «O falta tiempo o sobra currículum», sentencia.

Julia María Llopis, que representa en Concapa a los padres de centros concertados, comenta alarmada que el exceso y complicación de las tareas, especialmente en Secundaria donde «se han puesto de moda los trabajos en equipo», han llegado a provocar enfados entre los padres al considerar que alguno de ellos ha puesto menos que los demás en el asador a la hora de procurar el éxito de todos los alumnos implicados, por ejemplo, en un experimento. Julia es partidaria de crear un hábito de estudio «pero dosificado».

¿Y los responsables políticos, qué dicen?. Castejón critica que «están más a la mera gestión y administración». Preguntado al respecto, el director general de Política Educativa, Jaume Fullana, apuesta por «un cambio de modelo que promocione más el placer del estudio que el esfuerzo».