Mientras uno de cada cuatro alicantinos vive por debajo del denominado umbral de la pobreza (menos de 7.961 euros anuales), en la provincia se tiran unos 450 millones de euros al año en comida, unos 30 millones de kilos de alimentos que acaban desperdiciados, una paradoja que se da en todo el mundo y a la que Francia está intentando poner coto con una ley que entró el miércoles en vigor obligando a las grandes cadenas alimentarias a donar la comida que aún está en buen estado a bancos de alimentosbancos de alimentos o entidades benéficas, y prohibiendo que la tiren o la destruyan.

La asociación de consumidores Facua reclama en España una norma para evitar el desperdicio de alimentos por los supermercados que tome como modelo a Francia y obligue a los grandes sectores a ceder los excedentes. Según Facua, cada día se destruyen en España 21.000 toneladas de comida de las que unas 1.000 serían responsabilidad del sector de la distribución comercial.

Pero los supermercados no son los que más alimentos tiran. La Comisión Europea considera que el derroche en las tiendas supone sólo el 5% de la comida que acaba en los vertederos. La gran mayoría se tira en los hogares con un 42%; en la fase de fabricación se pierde el 39% y en la restauración un 14%.

Estos datos han sido corroborados por Pedro Reig, director de la Asociación de Supermercados de la Comunidad Valenciana, Asucova, quien ha indicado que «el desperdicio de alimentos en la distribución ronda el 5% de lo que se tira en total. Los supermercados ganan dinero gestionando bien el producto. Se trabaja con poco margen de beneficio y el negocio está en optimizar el stock para tirar lo menos posible». Según Reig, con todo, «en los últimos años con la crisis ha aumentado la colaboración de las cadena de alimentación con los bancos de alimento, Cáritas, etc, y todas ayudan con mayor o menor intensidad».

Lo que los supermercados no pueden hacer es dar los alimentos que tiran directamente a los pobres. De hecho, junto a muchos de los supermercados de Alicante es habitual ver a varias personas esperando a que, a la hora del cierre, llegue personal del supermercado cercano con comida para tirar al contenedor, pero antes de que esa fruta demasiado madura o ese paquete de carne a punto de caducar acaben en la basura, los indigentes se hacen prácticamente al vuelo con los alimentos. Todo legal.

El 14% de la comida que se tira proviene de la restauración. Según un estudio de Unilever Food Solutions, un restaurante que sirve una media de 100 comidas al día tira unos dos kilos y medio de comida cada jornada debido sobre todo a la mala planificación ya que se considera que sólo un 10% de lo que tiran viene de las sobras de los comensales.

El presidente de la Asociación Empresarial Hotelera de Benidorm y la Costa Blanca, Hosbec, Toni Mayor, ha señalado a este respecto que «en los hoteles y restaurantes de la provincia no se tira mucho. Tratamos de que no sobre y la experiencia nos hace calcular lo que compramos y lo que cocinamos». Lo que más tiran los hoteles y restaurantes son alimentos frescos o lo que sobra ya cocinado pero, tal como ha señalado un restaurador de Alicante «intentamos por ejemplo usar lo que sobra a mediodía en otros platos por la noche y lo tenemos en general bastante medido». En el peor periodo de la crisis hubo hoteles y restaurantes en la provincia que daban la comida que sobraba a las personas que la pedían al final del día, pero en la actualidad apenas ocurre.

La parte del león en el desperdicio de comida se lo llevan los hogares. Según un estudio de la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios cada familia española tira alrededor del 25% de la comida que compra, lo que supone una media de mil euros al año o, dicho de otra manera, 80 kilos de comida que van a parar al cubo de la basura. La Comisión Europea va más lejos y asegura que las familias europeas tiramos una media de 123 kilos de comida al año, y sitúa a España en séptimo lugar.

El alimento que con más frecuencia acaba en la basura es el pan que tiramos cuando se pone duro. También solemos tirar cereales y bollería y, tras ellos, la fruta y verdura, en muchos caos porque las conservamos mal. El problema principal en este derroche, sin embargo, es una mala planificación dado que, según los expertos, casi la mitad de la comida que tiramos no tendría por qué acabar en la basura si se hubieran gestionado mejor.