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«Con 10 años se ha intentado suicidar porque tiene pánico de ir al colegio»

Tres madres relatan el acoso escolar que sufren sus hijos. Los centros se niegan a reconocer el problema

Desgraciado, inútil, retrasado. Esos son los insultos diarios que recibe en el colegio. Le han pegado, y más de un día sale del colegio con moratones e, incluso, con desgarros. Ha pasado horas encerrado en un armario. Si huye, le persiguen. Si algún compañero se apiada de él y se acerca, los agresores vuelven a centrar la atención en él. Vive aislado en el colegio. Tiene pánico de ir a clase. Una vez se intentó suicidar. Solo tiene 10 años.

Su madre no puede parar de llorar mientras relata el calvario diario que vive su hijo desde hace años en un centro educativo que niega el acoso escolar, que tiene el silencio establecido como una máxima. El pequeño no habla con fluidez y tiene un trastorno de personalidad. Saca malas notas. Hace años que es el «burro» de la clase. Su madre habla con rabia contenida. «Lo contaría todo. Daría mi nombre y el del colegio al que va pero... ¿y las consecuencias? Ya he agotado todas las vías. La dirección lo niega. El profesorado le ha dicho a mi hijo que no me cuente nada, que lo que pasa en el colegio debe quedarse allí... Y por si fuera poco tengo un expediente en servicios sociales por absentismo escolar. Todo está justificado pero mi hijo es la víctima y no recibe ayuda de nadie. He renunciado a la beca de comedor. Ha llegado a salir con la marca de un tenedor clavado. No puedo más», explica una madre, una luchadora incansable que vive amargada. La llamaremos Irene.

El caso del hijo de Irene es un claro ejemplo del acoso escolar. Sin embargo, no está registrado en los 86 expedientes abiertos este año en la Conselleria de Educación de violencia en las aulas. Los datos crecen de forma exponencial desde 2007. Sin embargo, para que su caso figurara en los papeles, el centro debería admitir el problema. Y no lo hace.

Rosana (nombre ficticio) vive la misma situación. Ella, de hecho, asegura que en el colegio la tratan como si fuera «una terrorista». Hijos diferentes y un mismo problema: un acoso escolar que el centro ni reconoce ni erradica y el temor de que si se publica su nombre, su hija -a la que llamaremos Adriana- lo pase aún peor. «Llevaba tiempo callada, pero un día salió con una marca roja en el cuello. Le habían puesto una soga. La dirección del centro me dijo que le había picado un insecto». Ahí empieza la lucha de Rosana para intentar que su hija no sufra acoso escolar en el colegio.

«Los profesores ni tan siquiera intervienen si nadie la elige para formar grupo. Compañeros de mi hija me dijeron que le pegaban en el comedor. La saqué inmediatamente. Hago mil viajes, pero intento evitar que lo pase mal. Me mato a trabajar para ver cómo maltratan a mi hija en el colegio. No quiero cambiarla de centro, aunque imagino que tendré que hacerlo cuanto antes. Quiero que el colegio ponga los medios para evitar estas situaciones porque puede hacerlo y no les da la gana. ¿Por qué me tengo que callar? De momento... por Adriana».

Pesadillas con su agresor

En el caso de Patricia, el acosador de su hijo está identificado. Su pequeño no es el único que lo sufre, aunque eso no la consuela. «Siempre le digo lo mismo, que ante cualquier agresión física o verbal se lo diga a la profesora. Le digo que no pegue, porque los niños se vuelven violentos pero me dan ganas de decirle todo lo contrario», asegura tras afirmar que los profesores del colegio «no le dan importancia». «Me dice que el colegio es un infierno. Literalmente. Hasta tiene pesadillas y sueña que le están agrediendo...»

Encontrar testimonios anónimos de acoso escolar es sencillo. Cosa bien diferentes es publicar el nombre de los centros educativos donde ocrre. «¿Y si hay represalias?» El acoso escolar, la violencia en las aulas, ha encontrado en el silencio su aliado más fiel.

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