¿Cuál es su labor al frente de la Organización Mundial de la Salud en Perú?
Es sobre todo una labor política y de gestión en todos los ámbitos de la sanidad, no sólo en pediatría. El objetivo principal es la cooperación y el apoyo al Ministerio de Salud del país.
¿Cómo le seleccionaron? ¿Y por cuanto tiempo se marcha?
El tiempo que estaré en Perú no se sabe y mi designación se ha hecho tras un largo proceso de selección. Cuando trabajas para la OMS haces un examen para acceder a una especie de bolsa de profesionales que quieren trabajar como representantes de un país. Cuando queda una vacante, se publica para que la gente que quiera se presente y después hay que pasar un proceso de selección.
¿Cómo es el sistema sanitario de Perú? ¿Qué retos tiene por delante?
Es un sistema de salud fragmentado en el que hay distintos agentes prestadores de salud. Existe una inequidad en cuanto al acceso, con regiones en las que hay prestaciones muy buenas y otras que son mejorables.
Con este nuevo cargo, pasa de la consulta a la gestión sanitaria. ¿Qué va a echar de menos?
Echaré de menos la asistencia directa a los niños. Me gusta mucho la clínica. Hay que tener en cuenta que es lo que he estado haciendo desde 1993, salvo un periodo en el que estuve trabajando para otra misión de la OMS.
¿En qué consistió este trabajo anterior con la OMS?
Estuve trabajando de asesor de sida pediátrico y transmisión vertical de VIH a nivel regional en las Américas y como coordinador de salud materno infantil y sida en Haití y asesor global de sida pediátrico en Ginebra.
¿Es el VIH pediátrico un problema en Latinoamérica?
El VIH infantil en las Américas es un problema menor gracias a las buenas políticas de eliminación que se están desarrollando. De hecho, Cuba ha sido declarado como el primer país sin sida pediátrico. En África la situación es distinta, con una mayor prevalencia.
¿Tendrá que batallar en Perú con los movimientos antivacunas?
Los antivacunas son más característicos de las sociedades postindustriales y occidentales. Allí los índices de vacunación son altísimos y la incidencia de estos movimientos es mucho menor que en países como EE UU o Inglaterra.
