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Aulas como un soplo de vida rural

Unos 2.000 niños en la provincia estudian en colegios donde no llega a haber una clase por curso

Aulas como un soplo de vida rural en la provincia

En un territorio tan urbanizado y con una densidad de población media tan alta como la provincia de Alicante, puede que el concepto de la escuela rural a muchos les suene como algo lejano o residual. Sin embargo, el fenómeno de los colegios con pocos alumnos, vinculados de una manera especial con el medio que les rodea y donde las clases y los métodos pedagógicos cobran un cariz especial no es algo menor, ni se circunscribe a una zona en particular. Cerca de 2.000 niños y niñas de la provincia cursan Primaria o Infantil en los 55 centros donde no llega a haber un aula por cada curso.

Aunque buena parte de estos colegios se concentran en el interior de la parte más septentrional de la provincia, donde la densidad de población es más baja, los hay en todas las comarcas alicantinas, incluso casi a las mismas puertas de grandes ciudades como Alicante y Elche. Junto con el poco alumnado y el vínculo social y cultural con el entorno, uno de los principales rasgos característicos de estas escuelas es que sus aulas son con frecuencia el hilo del que pende la pervivencia de población joven en el medio rural. Lo destacan tanto los docentes como los habitantes de estas zonas, y también desde la Conselleria de Educación. Sin embargo, el bajo número de alumnos hace que su día a día se vea condicionado por una constante amenaza de cierre.

Los colegios rurales agrupados (CRA) van implantándose poco a poco como una vía para propiciar el mantenimiento de estas pequeñas escuelas. Aularios de diferentes pueblos constituyen administrativamente un único centro, lo que permite optimizar recursos y acogerse a condiciones especiales de funcionamiento. También es una forma, tal y como señalan desde Educación, de «unificar criterios pedagógicos y fomentar la convivencia entre los municipios agrupados». En la provincia existen cinco centros de este tipo -uno nuevo este curso-, en los que estudian 554 niños de 15 localidades, según datos aportados por la Conselleria.

Uno de ellos es el CRA Mariola-Benicadell, que reúne a escolares de Agres, Alfafara y Gaianes, en la comarca de El Comtat. El centro cuenta en estos momentos con 94 alumnos de los tres pueblos, que entre todos apenas suman 1.500 habitantes. Los aularios comparten los maestros especialistas, -de materias como inglés, música y el apoyo de audición y lenguaje; los demás también dan clase en todos los pueblos a lo largo de la semana. La directora, Azoraida Martínez, explica que «el programa educativo es único y todos los proyectos los realizamos de manera compartida» entre los tres aularios. Por ello, la convivencia entre los alumnos es constante.

Los niños se agrupan en «interniveles», según su edad. Para la directora del CRA Mariola-Benicadell, el hecho de que escolares de diversos cursos compartan aula es «una ventaja», porque «fomenta la cooperación entre ellos», hasta el punto de que «los mayores llegan a hacer de maestros de los pequeños». Al mismo tiempo, al ser pocos alumnos por aula, apenas una decena, reciben «una atención más individualizada».

Eso sí, Azoraida Martínez recalca que «para los maestros es un reto», porque «es otra manera totalmente diferente de trabajar» a la convencional, con el añadido de los desplazamientos de un pueblo a otro. «Las carreteras son los pasillos del colegio», bromea. Ella lleva nueve años en este centro, «y estoy aquí porque creo en este modelo», afirma. «Es una escuela muy participativa, abierta al pueblo y muy enraizada en el medio», comenta con entusiasmo. «Por ejemplo, no estudiamos la flora autóctona; salimos a verla». Además se felicita de que el fracaso escolar de los alumnos cuando llegan a Secundaria es muy bajo.

Relación entre pueblos vecinos

Nohemí Albuixech, jefa de Estudios del CRA Mariola-Benicadell y tutora en el aulario de Agres, destaca cómo el modelo de escuela agrupada ha contribuido a mejorar la relación entre los escolares de los tres pueblos, ya que «se fomenta que se conozcan más». En este sentido, añade que en todas las actividades culturales del centro participan de manera colaborativa niños de todas las localidades. También «ha cambiado el planteamiento de los padres», puesto que también el Ampa es única para todos los aularios.

Tanto la jefa de Estudios como la directora insisten, además, en el «derecho a que todos los niños reciban clase en su pueblo», porque «la escuela es un dinamizador social». Al respecto, bromean con que «el primer día de clase es poco menos que una fiesta local». Y precisamente por ello, reivindican «una normativa propia de escuela rural respecto a la organización de los centros», así como flexibilidad en las ratios y una reversión de los recortes sufridos en los últimos años, como la reducción a la mitad en los pagos por desplazamiento.

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