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«Me salté una etapa de la vida casi sin pensarlo»

Javier Sánchez Gil dejó el instituto el año 2002 para trabajar en la construcción en plena burbuja inmobiliaria

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Javier Sánchez Gil, a sus 30 años, es uno de los que vuelven al mundo académico después de haber trabajado unos años. «Dejé de estudiar y me puse a trabajar. Me salté una etapa de la vida casi sin pensarlo», apunta.

En 2002, en plena burbuja inmobiliaria, fue uno de los muchos jóvenes que llegaron a la construcción directamente desde el instituto. Sin acabar segundo de bachillerato, trabajó de ayudante de fontanero y electricista 7 años, entre los 17 y los 24 años de edad. «Estaba bien», afirma, ya que era oficial, tenía antigüedad, un sueldo y dietas. Pero con la llegada de la crisis y los impagos entre subcontratas, dejaron de pagarle y acabó abandonando la empresa.

Llegados a ese punto, sobre el año 2009, decidió sacarse «la espina clavada de no haber terminado los estudios», y empezó a prepararse para las pruebas de acceso a la universidad de mayores de 25 años.

Actualmente cursa Historia, a falta de unas pocas asignaturas para acabar. Cuando finalice la carrera , se plantea prepararse para las oposiciones, o intentar volver a trabajar de electricista, aunque «sin muchas esperanzas», confiesa.

Entre los que, aún estudiando, deciden prorrogar su trayectoria académica, se encuentra también Chrístopher Casas, comunicador audiovisual con 23 años.

Ha estudiado en Valencia, Santiago de Compostela y Buenos Aires, y el próximo curso realizará un máster en Relaciones Internacionales. Quiere alargar su periodo de formación y aprovechar la movilidad que ofrecen las universidades. Las estancias en el extranjero «se valoran mucho en el currículum», apunta. De hecho, una de las cosas que le convenció para elegir este postgrado es que el mundo de las relaciones internacionales «tiene mucha salida, te da la opción de trabajar fuera, y además, necesitas idiomas». Además de castellano y valenciano sabe inglés, francés, finlandés, gallego, un poco de chino, y, pronto, portugués. Y con el máster tiene seis meses de prácticas.

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