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Más de un año para una residencia

Un joven con un 83% de discapacidad lleva más de un año esperando plaza en un centro

Paqui Azorín trata de levantar a Álvaro de su silla de ruedas. áxel Álvarez

Álvaro tiene síndrome de down, autismo y una minusvalía del 83% que le mantiene todo el tiempo en una silla de ruedas. Depende totalmente de otra persona para las tareas más cotidianas y desde hace unos años el joven trata de autolesionarse constantemente. Con todo el dolor de su corazón, Paqui Azorín ha pedido que sea ingresado en una residencia especializada en atender casos como el de su hijo. Pero la solicitud «se envió hace más de un año y desde entonces lo único que me dicen es que no hay plazas libres y que hay que seguir esperando».

En esta situación, el día a día en casa de Paqui es cada día más complicado. «Mi hijo pesa 52 kilos y tiene una fuerza impresionante porque, pese a sus problemas, es un chico sano, que está muy bien cuidado. Yo no puedo con él y tampoco mi otro hijo de 20 años es capaz de contener a Álvaro cuando sufre uno de sus ataques». El mayor problema, «es que constantemente trata de autolesionarse y me da miedo que algún día se dé un golpe demasiado fuerte y se cause una lesión». Aunque el menor ha sido ingresado varias veces en Orihuela, el único centro de ingreso psiquiátrico en la provincia para menores, Azorín cree que «éste no es el lugar más indicado para chicos con los problemas que tiene mi hijo». Por eso pide que ingrese en una residencia en la que le proporcionen los cuidados específicos que requieren los trastornos que sufre el chico. «Al principio me decían que el problema era que todavía no tenía los 16 años. Pero cumplió esa edad y aún seguimos esperando. En diciembre cumplirá 17».

En horario escolar Álvaro acude a un colegio específico para niños con autismo «y allí tienen que atenderle tres monitores para determinadas tareas, como ir al baño». Debido a esta alta dedicación que requiere su hijo, Paqui Azorín asegura que le es imposible encontrar plazas en otros recursos como centros de día o pisos de respiro. En este contexto, «yo he tenido que dejar mi trabajo para cuidar de Álvaro y, cuando puedo, acudo por horas a algunas casas. Imagina mi situación económica. Llevo años divorciada y el padre de Álvaro se ha desentendido siempre de él». La familia del chico ha abierto cuentas en las redes sociales y en la plataforma de recogida de firmas change.org para tratar de dar una solución a la situación de esta familia. Azorín asegura que está dispuesta «a lo que haga falta para que mi hijo pueda estar en una residencia al cuidado de profesionales». «No pido -añade- que saquen a otro niño para meter al mío, pero sí que exijo que Álvaro tenga los mismos derechos que cualquier otro chico en su situación».

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