Desde que cumplí el año de edad he tenido la suerte de ser una de esas niñas que han crecido en una urbanización que con el tiempo pasó a convertirse en un pequeño pueblo, Santo Domingo. Todos los vecinos nos conocemos, nos saludamos con cariño, algunos nos hemos visto nacer y crecer e incluso de este pequeño pueblo se han llegado a formar nuevas familias. Eso les pasó a ellos, Claudio y Mireia. Se enamoraron con más o menos 15 años y han vivido una de las historias de amor más bonitas que yo haya conocido.

Todavía me acuerdo cuando con 11 o 12 años, el grupo de niñas de mi edad y yo veíamos pasar a Claudio y decíamos: «¡Mirad, mirad, que viene Claudio Schiffer!» Así lo llamábamos de forma cariñosa, porque guapo era un rato... con su pelo rubio y sus ojos azules achinados y su postura de chulo... Llevaba loco a medio San Blas... Pero él no fue nada tonto. Supo elegir. Y eligió muy bien, a la MEJOR, a «la Mire». La bondad personificada, cariñosa, divertida. Y aunque ella por mucho que se lo digamos no se lo crea, os lo digo yo... Es preciosa.

Hace ya bastantes años, el destino quiso que yo, siendo aún «un mico» empezara a juntarme con el grupo de los mayores de «la urba». Imaginaos a mí, con 5 o 6 años menos que todos y participando en todo como una más, pero es que siempre me han hecho sentir así, como una más. Hemos vivido tantos momentos buenos juntos, que nuestro amor sobrepasa la barrera de la amistad.

Pues bien, fue entonces cuando empecé a saber bien quién era Claudio, porque detrás de esa postura de chulo, esos ojos azules y ese pelo rubio, había un corazón muy especial. Siempre me intentaba sacar una sonrisa, o se metía conmigo y me hacía reír... y alguna vez hasta enfadar, porque otra cosa no, pero de su Madrid, él tenía la verdad absoluta y si no pensaba como él... «Anita, eso es porque no entiendes de fútbol...». Ahora me río porque sé cómo era Claudio, pero en esos momentos me cogía unos cabreos... Su otra pasión, el mundo del motor, le hizo unirse a su padre en otra afición, y muy joven se fue a trabajar con él a Renault La Florida. Daba igual dónde lo pusieran. Si te tenía que vender un coche, te lo vendía. Si te lo tenía que revisar, te lo revisaba.

Hace dos años, y después de 17 de novios y dos hijos preciosos (Claudio y Lía), Claudio y Mireia quisieron hacernos partícipes de su amor. Y se casaron. Una boda fuera de lo común, se casaron entre naranjas y limones. Aún me acuerdo como Claudio llevaba un pañuelo color limón y Mire una pulsera color naranja. Hicieron una ceremonia bajo un arco de hierro que nuestro amigo Gus les hizo con mucho cariño y al final de la ceremonia entre los recién casados y sus hijos, plantaron un árbol que simbolizaba su unión. Allí estuvimos de celebración hasta las tantas de la noche. Pero todos los que allí estábamos, éramos felices de ver que por fin se casaban.

Después de 19 años de amor y de una forma muy injusta, el destino, el mismo que los unió, ha querido separarlos. Claudio se ha ido, sin despedirse y dejando en pedacitos a Mireia... Bueno, a Mireia, a sus padres, a sus hermanos, a sus cuñados, a sus amigos, a sus compañeros... a TODOS. Porque como ya he dicho, Claudio era muy especial y todo el mundo lo quería.

Irte con 35 años y una vida por delante no es lo normal. Ahora los que nos quedamos tenemos una labor muy importante que es la de seguir recordándote, la de cuidar de Mireia, de Claudio y de Lía.

Pero puedes descansar tranquilo, amigo. Sabes que los has dejado en muy buenas manos. Va a ser difícil sin que tú estés aquí, mucho... Pero lo vamos a conseguir.

Te quisimos, te queremos y te querremos.