Expertos de la Universidad CEU Cardenal Herrera (CEU-UCH) de Valencia acaban de publicar una guía para ayudar a los centros educativos no sólo a actuar ante el acoso, el ciberacoso y la violencia de género entre adolescentes, sino también a prevenir estas situaciones. Se trata del libro «El reto de la convivencia escolar. Cómo actuar ante las conductas que alteran gravemente la convivencia» que ha elaborado el Grupo de Investigación en Derecho Penal, Internet y Redes Sociales de la CEU-UCH que dirige el profesor Javier García González.
Esta obra, editada por la Generalitat, aborda el papel de colegios e institutos frente a situaciones de acoso y ciberacoso y también ante la violencia de género que se produce entre los adolescentes durante el noviazgo, entre otras conductas. Así, además de identificar los protocolos de actuación previstos por la normativa valenciana y que han de utilizar los centros docentes, subraya las acciones preventivas a seguir.
Los autores distinguen las situaciones de acoso o «bullying», la agresión injustificada entre iguales en el contexto escolar caracterizada por su persistencia, intencionalidad y desequilibrio de poder entre agresores y víctima, y el ciberacoso o «ciberbullyng», cuando estas vejaciones se realizan a través de internet, donde el anonimato y la enorme audiencia potencial agrava el aislamiento del agredido. Entre las manifestaciones más frecuentes del ciberacoso subrayan la creación de perfiles falsos de la víctima para compartir intimidades, hacer comentarios ofensivos u ofertas sexuales explícitas, su exclusión de grupos de internet y listas de amigos, la manipulación de imágenes para ridiculizar a la víctima.
Ante estas conductas, los autores de la guía aportan orientaciones para identificar los cuatro perfiles más frecuentes entre los acosadores escolares (ver cuadro) y señalan que la figura de los menores «espectadores» del acoso o ciberacoso apenas ha sido estudiada. La contemplación pasiva de las agresiones, sin pedir que cesen o reirse de la víctima e incluso compartir las imágenes vejatorias, aumenta el aislamiento del agredido.
Ante la pregunta de cómo lograr que los adolescentes que ven una situación de acoso muestren su disconformidad con ella, García González sostiene que «la actuación más eficaz es la preventiva, desde el sistema educativo». Así, dentro de la estrategia del Plan de Prevención contra la Violencia Escolar (Previ) de 2006, destaca los talleres para padres, docentes y alumnos, «que están pensados para ser dirigidos por un experto en mediación e incluyen materiales innovadores, como cortometrajes, relacionados con conceptos como la "ley del silencio", la humillación, estilos educativos familiares, xenofobia y aislamiento social, indisciplina o relación familia-escuela».
En muchas ocasiones ni los agresores, ni tampoco sus «espectadores», son conscientes de que su comportamiento respecto a otro compañero puede ser calificado como acoso. En este sentido, el coordinador de la guía entiende que desde los centros escolares «se puede y se debe trabajar sobre los diferentes tipos de acoso». De hecho, asegura que la comunidad educativa en su conjunto «cada vez está más sensibilizada al respecto». «Enfrentar el problema de cualquier tipo de acoso y disminuir su incidencia pasa, inevitablemente, por la educación. Las medidas legales y policiales juegan un papel fundamental, pero se requiere sensibilizar al conjunto de la sociedad y promover la tolerancia cero», añade. Apunta que las tutorías y asambleas del grupo de clase para analizar las relaciones «son efectivas». «También lo son las comisiones de alumnos que elaboran normas de convivencia específicas para ser consensuadas por el grupo, o las figuras de los alumnos mediadores, preparados para prestar ayuda entre iguales», concluye.
