La Semana Santa supera su ecuador con el Viernes Santo y sus cuatro procesiones, la Sentencia de Jesús, por la mañana; y Mater Desolata, el Santo Sepulcro y la Soledad de Santa María por la tarde noche. Hay novedades con el Cristo Yacente, que saldrá en torno a las 20.30 horas de la Concatedral de San Nicolás. El templo se apagará totalmente veinte minutos antes y un cañón de luz enfocará desde el altar el rostro de la imagen en todo momento, y por primera vez, hasta que atraviese la cancela. Además, el deán estará rezando mientras canta el coro, para darle más solemnidad al ser la Procesión Oficial de la ciudad.

También volverá a las calles, como en épocas legendarias, la bocina oficial de cuatro metros de largo anunciando la procesión de la Virgen de la Soledad, como se hacía en el siglo XIX. La tocará un catedrático del Conservatorio Óscar Esplá en presencia del obispo, el alcalde y la Corporación, con maceros, y pondrá la música la Banda Municipal. El vicealcalde presidirá la procesión del Sepulcro.

El Viernes Santo se espera de nuevo multitudinario. Lo está siendo toda la Semana Santa, hasta altas horas de la madrugada. Como se vio en la procesión del Silencio con la que culminaba el Jueves Santo por la muerte de Jesús, con la imagen del Cristo de la Buena Muerte, de autor desconocido y del siglo XVI, rodeada de penitentes con promesas, muchos de ellos descalzos. Tras el venerado Cristo, Nuestra Señora de las Angustias, de Salzillo (1762), los dos pasos sin acompañamiento musical, sólo con trombones y timbales abriendo la comitiva, donde no se hablaba una palabra. Ni siquiera para pedir la venia, lo que se hace mediante sobres.

Ese recogimiento marcó también la procesión de El Perdón, que partió a oscuras de San Nicolás y así continuó por el Casco Antiguo al apagarse las luces de la Plaza de Abad Penalva y de Labradores, tanto el alumbrado público como los restaurantes y pubs.

Esta procesión es conocida como «Los sacos» por la vesta de yute que llevan los cofrades que acompañan sus dos tronos, Jesús entre los dos ladrones, y María Medianera de Todas las Gracias, una imagen anónima, antigua Virgen de la Corona de Espinas que la hermandad del Gran Poder les cedió en los años 50. Tampoco llevaban música, sólo la banda de tambores de la hermandad abriendo el cortejo, con sus cofrades rezando el rosario y portando antorchas y cruces de madera, las más antiguas restauradas y 22 nuevas para los penitentes niños, que iban con la cara cubierta. La hermandad planea cambiar el año próximo el trono del Cristo en su 60 aniversario para que sea más ligero y más ancho que largo, como el primitivo de 1956, cuando el padre del presidente era el tesorero que consiguió el dinero para adquirirlo.

Fue el contrapunto a una jornada que comenzó alegre y con derroche de patrimonio gracias a los cuatro tronos de la Santa Cena, que por segundo año protagonizaron un espectacular Encuentro en la avenida de la Diputación con música de marchas procesionales y sacra, que arrancó con la sinfonía «Pasión, muerte y resurrección». Primero llegó a la avenida la Santa Cena, con su nueva parihuela y plateado de la canastilla, la mesa repleta de viandas naturales y flores multicolores sobre el trono. Después, el Cristo de la Caída, con su imagen cargando la cruz sobre la estructura de madera de caoba realzada con calas rojas y flor morada; a continuación, el Cristo de la Esperanza de los Jóvenes, un anónimo del siglo XIX, en blanco y velas rizadas; y cerrando María Auxiliadora del Pueblo Cristiano, estrenando cantoneras en los varales del palio azul, como el manto, con sus jarrones llenos de rosas y su adorno de cirios que se apagaban por el viento, obligando a algún cofrade a subir para encenderlo.

Los cuatro tronos quedaron de frente mientras se escuchaban versos de los hechos de la Pasión en un acto en el que participaron más de 2.000 cofrades. Con los pasos enfrentados, la interpretación del Ave María de Haendel sobrecogió a la multitud. Después los cuatro se alinearon para seguir en procesión por Alfonso El Sabio hacia la Carrera Oficial, donde ya había entrado la Santa Redención.

La salida de esta hermandad también despertó expectación al ser la primera vez que participaba la imagen de María Santísima del Mayor Dolor, del escultor José María Leal, vestida por Óscar Climent, con el indumentarista José Espadero como padrino. Estrenaba manto negro, en contraste con su gran corona plateada, y eran nuevos también la saya, el rosario, incluso el corazón traspasado en el pecho, con su rostro de dolorosa, lleno de lágrimas, sobre un lecho de flores blancas al aire. Y sin palio, ya que sus 36 costaleros cargaban con andas el trono de pan de oro. Marcaba el ritmo la agrupación La Nova de Banyeres, que estrenó la marcha «María Santísima del Mayor Dolor», de Antonio Carrillos. Completaba la procesión la Santa Cruz Redentora, coronada por el inri y un sudario, portada por costaleras en medio del incienso y de un friso azul de flores, entre los tañidos de tambores de la agrupación Costa Blanca. Fue complicada su salida del templo franciscano: tuvieron que quitar las patas al trono para salvar la puerta. A su vuelta repitieron el ya tradicional Encuentro a la altura del Teatro Principal, que la nueva Virgen protagonizaba por primera vez, con el Cristo de la Paz, que en ese momento avanzaba hacia la Rambla, en un acto que surgió hace 25 años. Esta imagen es la talla titular de la cofradía de la Piedad y Caridad, de raíces murcianas, que protagoniza una procesión de seis horas, una de las más largas, ya que sale de Benalúa y regresa con los pasos de madrugada hasta la parroquia. Nada más empezar, se celebró un primer Encuentro con los dos pasos de la cofradía, en la plaza de Navarro Rodrigo, que nació de forma espontánea en 2004 como recibimiento a la talla de la Virgen, nueva ese año. Con unos 170 costaleros y una pequeña escolta de la Policía Local, que antaño portaba los pasos, hicieron una estación de penitencia también en Nuestra Señora de Gracia, y un último Encuentro a la vuelta antes de entrar en la iglesia como agradecimiento. Esta hermandad ha recogido este año 1,5 toneladas de alimentos para los necesitados.