Alicante. Domingo, diez de la noche. Una sala de cine. Ochenta personas, con algo en común, «esperan» para ver la popular «50 Sombras de Grey». Entre ellas, Marisa Mogica, la protagonista de una película donde no iba a haber nada de erotismo y sí mucho romanticismo. El guión no tenía acento inglés, sino castellano, de un joven policía nacional de Salamanca, Jesús Vergel, que hace cinco años llegó a la costa alicantina por trabajo. Meses después, conoció a una enfermera, Marisa, que ayer escuchó de boca de su chico las cinco palabras que tanto deseaba. «¿Marisa, te quieres casar conmigo?». La respuesta, emocionada, fue rotunda: «Sí, quiero». Así concluyó ayer una pedida de película que Jesús empezó a idear hace medio año. «Quería pedirle que se casara conmigo de una manera distinta. En un primer momento pensé invitarla a París, pero luego me pareció muy convencional», explicaba ayer el novio, con un tono de calma más que tensa, apenas unos minutos antes de que su chica, «engañada» por unas amigas de la facultad, llegara a los nuevos cines Kinépolis, en el centro comercial Plaza Mar 2.

La película estaba anunciada para las diez de la noche. Y a esa hora, entró Marisa, ajena a todo, y su grupo de amigas, todas ellas enfermeras, en la sala 1. Dentro, desde hacía más de media hora, esperaban unas ochenta personas, amigos de los novios, que no quisieron perderse una pedida nada convencional. Todo estaba preparado para evitar imprevistos. Y no los hubo, o al menos no se notaron.

Medio año de preparativos se ponían en juego en apenas unos minutos. «Llevo seis meses preparando este instante. Cuando me decidí a pedirle matrimonio en un cine, con todos nuestros amigos como espectadores, empecé a moverme. Lo primero fue hablar con los responsables del cine para alquilar la sala. La verdad es que les sorprendió la idea», relataba ayer Jesús. Superado el primer nivel, el novio pasó al segundo: «Se me ocurrió sorprenderle con un vídeo, con momentos tiernos y otros divertidos, donde se resumieran nuestros cuatro años de relación». Y así fue, aunque para cumplir esta misión debió pedir ayuda. Todo un trabajo en equipo. «No hubiera podido llegar a este momento sin la ayuda de mucha gente. Desde la persona que ha grabado el vídeo [que se proyectó justo después de los anuncios previos a las películas], hasta todos los amigos que han hecho de gancho para que ella no se enterase de nada», explicaba Jesús. Entre ellos, las compañeras de la universidad de Marisa, encargadas de llevarla hasta el cine. En esta ocasión, el «plan de amigas» se cerró a la primera, lo que extrañó en parte a la chica. Pero lo justo para no sospechar nada...

La joven tenía en su agenda del domingo quedar con sus amigas, ver la película y, por último, cenar con su chico, que supuestamente estaba de turno. Ella no sabía que Jesús ayer no se puso el uniforme azul. Todo lo contrario. El policía vistió sus mejores galas: traje negro, camisa blanca y corbata de corte italiano. Acelerado y anillo en mano, entró a la sala y sin dudarlo lanzó la pregunta. La respuesta fue la esperada. Con cava y besos se cerró una pedida de película.