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A pie de calle

Lecciones de vida

El aula pediátrica del Hospital General de Alicante se convierte en referente pedagógico para niños, profesores, padres y médicos

Lecciones de vida

Nueve de la mañana de un día cualquiera. Unidad de Pediatría del Hospital General de Alicante. Ruth y Marisa, tanto monta, monta tanto, reciben el listado de niños ingresados. Estamos en horario escolar y la cura de sus dolencia no está reñida con su educación, siempre que los médicos lo autoricen y los niños acepten recibir las clases que no pueden dar en los colegios de sus ciudades de origen. Nadie rechaza las clases, proclaman, orgullosas, Ruth y Marisa, profesoras de los colegios públicos Albufereta y Gloria Fuertes, a las que un día el inspector José López Duro eligió para darles esta especialísima comisión de servicios.

Han pasado cinco y dos años, respectivamente para Ruth y Marisa, y ambas no sólo se han implicado al máximo, sino que declaran que de ahí no las sacan ni echándoles aceite hirviendo. Estamos en el Aula Pediátrica del Hospital General de Alicante, un complemento clave para la recuperación de las decenas de niños que diariamente acuden a un lugar especial de la quinta planta, en el que, además de no perder el curso, aprenden a convivir con su enfermedad acompañados de sus padres. Esta semana, entre las actividades, Halloween.¡Cómo no!

La Generalitat cuenta con seis aulas en hospitales de Elda, Elche, San Juan, Torrevieja, Orihuela y la principal en Alicante, uno de los dos centros sanitarios de referencia de la Comunidad Valenciana, donde esta semana asistían a clase tres de los pequeños ingresados. Sara y Blanca, tras ser intervenidas de apendicitis y Víctor, con algo un poco más complicado y lento, pero tan a gusto como en el colegio de Elda donde no ha podido empezar primero de Primaria. Todos acompañados por sus padres, a los que el paso por el aula también les viene bien para digerir las enfermedades. Es el caso de Encarni, una joven madre eldense, que vio en verano cómo una caída terminaba convirtiéndose en una leucemia de la que su hijo se recupera bien. «Es duro pero la verdad es que en el Hospital hay una atención permanente de todo el personal, está Aspanion y Ruth y Marisa que son dos personas que se vuelcan con los niños y con los padres».

Palabras que comparte Javier González de Dios, jefe de Pediatría del Hospital, y conectado también al aula, porque «hablamos de una labor multidisciplinar en la que participamos todos. El aula es una infraestructura básica de la unidad». Ruth y Marina explican como «cada edad necesita un tipo de atención y además de que nuestros alumnos tienen entre seis y doce años, debemos trabajar con otros factores, como su estado anímico cada día y, por supuesto, el sanitario, que es el marca la jornada».

Ambas profesoras se mueven en tres escenarios diferentes cada día. La propia aula de la unidad, las consultas externas donde muchos niños viene, por ejemplo, a someterse a sesiones de radioterapia y quimioterapia, o la propia habitación del paciente, donde acuden estas docentes, ligadas por otros motivos a la Sanidad, pero que nunca pensaron acabar en un hospital tras salir de la facultad de Educación.

En el aula hay casi de todo, pero como sucede en muchos colegios, el material nunca es suficiente. Hasta en eso parece que la unidad de Pediatría tiene duende. Al margen de los rotuladores, los libros, las libretas, los peluches... el aula está informatizada y el último avance ha llegado de un grupo de alicantinos altruistas que, conocedores de lo que se trabaja de puertas para adentro, dotaron a los niños con tablets.

Todo empezó cuando tuvieron conocimiento del ingreso de una niña marroquí que no contaba con cobertura sanitaria. Funcionó el boca a boca y se inició una campaña de recogida de fondos. No hicieron falta porque la Conselleria de Sanidad reaccionó y asumió los costes. Pero la cadena de favores se había formado y no se ha parado. Ahora mismo, el grupo de mecenas anónimos trabaja en la búsqueda de fondos para dotar a las habitaciones de oncología infantil de camas para los padres que acompañan a los niños por las noches. Un ejemplo gratificante de colaboración público-privada.

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