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Los pecados de la capital

Siete personalidades diseccionan las causas de la deriva política y social de la ciudad

Imagen de la casa Alberola, junto a la Explanada.

Tras la decapitación ha venido el silencio. El sillón de alcalde vacío, los concejales corriendo por el ayuntamiento buscándose la cabeza. La oposición, roja de verdad por primera vez, se tapa la cara y busca refugio. Ahora la cámara se aleja del escenario político de las últimas semanas, alcanza una vista panorámica de la ciudad y rebobina. Se ve primero gente cabizbaja en el centro, gente pidiendo en las esquinas. Luego manifestaciones, en Luceros, en la Rambla. Un megáfono y manos alzadas en La Montañeta.

La cinta sigue desandando su camino para llegar al inicio del pasado reciente. Gabardinas grises, semblantes serios a la salida de un juzgado. Bufandas azules y blancas en la fuente, una mujer joven manteada por los jugadores de un equipo de fútbol. Señores que abrazan a un señor con puro. Grúas, decenas de grúas en el horizonte. De Torrevieja a San Vicente, de El Campello a Dénia. Desde San Fernando a Cadaqués. Una pareja sonriente muestra una llave desde la cristalera de un banco. Furgonetas y hormigoneras, columnas de cemento y hierro sobresaliendo del cráter. Tinta húmeda en el BOE, luego en los periódicos. Un hombre con bigote recibe un gran aplauso. Pantalla en negro. Paran la cinta.

Vuelve la luz a la sala de proyección. Hay siete personas sentadas. Carraspean, se miran poniendo un gesto de circunstancias y recomponen la postura en el asiento. Esperan. Al fin, alguien les pregunta: ¿Qué ha pasado en Alicante? ¿Por qué ha llegado la ciudad a esta situación de desgobierno, a no tener alternativa política? ¿Dónde están los empresarios que ponen a la provincia de la que es capital en el mapa, las plataformas cívicas, las voces de los intelectuales, la ciudadanía preocupada por las cosas de todos? Reflexionan. Y empiezan a hablar. Este es el diagnóstico que siete personalidades de la ciudad han hecho de las causas principales de la deriva hacia la parálisis, la esquizofrenia y la irrelevancia de Alicante.

1-Corrupción: la omertà alicantina

«Este es un problema antiguo y generalizado. Ha habido una modificación sustancial del sistema de valores: si su cúspide la ocupa el dinero, y todo se dirige a conseguirlo, estamos tomando una senda extraordinariamente peligrosa». Este es el nacimiento del camino pedregoso por el que transita la España y el Alicante de hoy para el catedrático de Geografía y exrector de la UA Antonio Gil Olcina.

Alicante se ha corrompido porque ha tenido más posibilidades de hacerlo de las que podía soportar. La presión que ha ejercido la especulación inmobiliaria sobre esta «casa de la primavera», como la evoca el catedrático, ha sido proporcional al alcance que han tenido las prácticas corruptas. Las «excepcionales condiciones térmicas y lumínicas» de la zona que señala el exrector, y la «enorme fuerza turística que representaba» eran afrodisíacos para una modalidad de capitalismo que ofreció al sector inmobiliario de la zona inversiones feroces a cambio de retornos rápidos. «Los especuladores necesitaban ese beneficio y aquí les parecía difícil imaginar que se pudieran quedar casas sin vender. Así, empezaron a pasar por encima de todo, y el poder político se volvió permeable a ellos», lamenta el exvicepresidente del Congreso de los Diputados por el PSOE y catedrático de griego clásico José Beviá. La aprobación de la Ley del Suelo del año 1998 impulsada por el gobierno de Aznar entregó a los municipios el control absoluto del urbanismo local. De repente, gobernantes débiles y ambiciosos experimentaron una indescriptible sensación de poder, como la de un niño sicario que recibe una pistola. Se disparó la secuencia de hechos que marca Beviá como principio de la debacle: Burbuja inmobiliaria -especulación-corrupción.

«Fueron días de vino y rosas para ellos. Los poderes económicos lograron tejer una tupida red con algunos políticos, una especie de omertà mafiosa perfectamente imbricada, como muestran ahora las conversaciones vergonzantes que leemos en el periódico. No es una relación entre iguales: hay unos que mandan, por ejemplo el señor Ortiz, y otros que se subordinan y obedecen, como personifica la alcaldesa Sonia Castedo, en el caso de Alicante capital», declara Beviá. En esa red, las élites extractivas y los gestores públicos corrompidos negocian con dinero público: los primeros -«Los corruptores dan trabajo, al margen de valorar en qué condiciones. Se convierten en personas veneradas», dice el profesor Francisco Moreno- se aseguran contratos, los segundos una recompensa por la gestión.

Los expertos denuncian que la omertà, el código de silencio que impide a los sicilianos hablar o denunciar actividades ilícitas, se ha convertido en un fenómeno extranjero con el que casi todos los ciudadanos de la ciudad y en la provincia se han encontrado alguna vez en los años del boom y del crack. Sin citar nombres y diluyendo su relato entre los miembros de las cuatro corporaciones que ha conocido en 16 años como concejal, María Teresa Revenga, exedil delegada de Hacienda cesada por el exalcalde Luis Díaz Alperi, admite que en el Ayuntamiento alicantino se cuelan comisiones para el político que logra un contrato, una recalificación o una concesión ­para un interesado. Son los representantes públicos «con ambición económica y que no se resisten a estos ofrecimientos». Pero no es fácil ver en un contrato que se va adjudicar «que se incluye el premio para el gestor», ya que «aquí hay un lobby soterrado: los contactos no se hacen de forma oficial, sino por fuera, y la comisión, el premio, se vuelve invisible si va dentro de la plica: aunque la estudies, está todo correcto». En ellas caben porcentajes, pero también hay otro tipo de prebendas «regalos, viajes, acciones de la empresa... En general nadie se dedica a eso, pero cuanto más poder se acumula, más te expones», admite Revenga. Afortunadamente, «la inmensa mayoría de concejales que trabajan, cobran poco y hacen su papel» no son noticia, opina el historiador y activista Francisco Moreno.

Lejos de los restaurantes o los barcos, de estas mesas de contratación B, la omertà cumple su papel de ley mafiosa y somete incluso a quienes no están ni remotamente implicados, pero sí lo suficientemente cerca. «Es humano que algunos funcionarios no se jueguen la carrera, un traslado o una querella por detectar cosas pequeñas que no se ajustan a la norma», cuenta la que fue responsable de presupuestos en los años de Alperi. Quiere, no obstante, destacar el comportamiento «intachable» de todos los funcionarios con los que trabajó.

Este «tejido viscoso» del que habla Beviá -«mi propio partido, el PSOE, ha estado ahí, con la aprobación del plan Rabasa y el clientelismo del exsenador Ángel Franco»- está compuesto también por una adaptación de la cultura del pelotazo que se «contagia», según Revenga, a los cargos medios e inferiores de las administraciones públicas y de las empresas privadas que trabajan con ellas. «La gente cree que si uno coge un pelotazo de millones, el otro tiene derecho a sacar un palco en el teatro, a algo a su nivel». Las concesiones se generalizan. «Y entonces se crea una situación de impunidad, en la que, como nunca pasa nada, nadie quiere ser el pardillo que no reciba nada», añade la exresponsable de tesorería del Ayuntamiento. La exdirectora del Teatro Arniches Marisol Limiñana asiente. «Para que esto funcione necesitas que vaya calando poco a poco y en todos los estratos. Al final, la gente percibe que este comportamiento es algo normal. Ese es el problema».

La clase media y trabajadora tampoco se ha librado de la tentación del dinero fácil, en opinión de la gestora cultural. Para ella, participar en la economía sumergida, endémica en la provincia, es también una manera de normalizar la corrupción. «Es duro decirlo, y no tienen la misma responsabilidad que los de arriba, pero, ¿no son también responsables los trabajadores del calzado y de la hostelería que han trabajado en negro por ganar un poco más y ahora lloran porque no tienen pensión ni paro?».

El cinéfilo del grupo, Francisco Moreno, dice que el caso Alicante es una película de mafiosos: «Uno de los nuestros, aquí o eres "de los nuestros" o no te enteras: hay un clientelismo exacerbado en el Ayuntamiento de Alicante y en otras muchas instituciones».

2-La colonización política de todas las actividades

Los especialistas continúan su meditación. Lanzan ideas, imágenes con las que se puede construir el puzzle. Si durante estos años la corrupción ha sido un gas que ha penetrado en todas las habitaciones del edificio público, la estructura política se revela como el sistema de ventilación que le ha permitido llegar a todas partes. Una red hiperconectada, interdependiente y jerarquizada que llegaba a todos los despachos.

Porque mientras que el alicantino medio padece de un «desinterés político agudo» que viene de lejos, según el catedrático de Filosofía del Derecho Manuel Atienza, la clase gobernante de la región «ha querido estar en absolutamente todos los estamentos y actividades, desde los deportes hasta las cajas de ahorros». La reflexión del expresidente de la difunta CAM, Román Bono, retrotrae a la entrada en vigor de la Ley de Cajas de Ahorro, que traspasó el control de las entidades financieras a los gobiernos regionales. «Los partidos introdujeron a sus apoderados y agentes en los consejos de administración, pero también en las asociaciones, en los clubes de fútbol, en las empresas y las administraciones», recuerda Bono, tratando de situar el momento en que se perdió el rumbo. Esta jefaturas politizadas estaban más a lo de arriba que a lo de lo de abajo. «Estaban más pendientes de quién les puso ahí que del servicio que tenían que prestar». Fue la época dorada del «qué hay de lo mío», explica el empresario y exfinanciero.

Para iniciar una actividad, de cualquier tipo, había que tocar un botón, rojo o azul. Los ciudadanos y las empresas aprendieron a entender así el mapa del territorio, un plano lleno de chinchetas de sólo dos colores.

En realidad, de un solo color. En los años en los que Eduardo Zaplana era la encarnación de Ra en el Levante, Atienza recuerda que la comunidad universitaria de la UA osó hacerle una finta al exalcalde de Benidorm cuando trató de hacerse con el control del campus. El regate provocó el nacimiento de la Universidad Miguel Hernández de Elche. «Era buena idea hacer otra universidad, pero si estaba enfocada a la tecnología, como planteó tantas veces el rector Pedreño. En su lugar, Zaplana, con la ayuda de Alperi, boicoteó el proyecto de parque tecnológico de Alicante -algo nos hubiese ayudado tener ahora un centro así- y construyó la UMH replicando el modelo de la UA, copiando la oferta en lugar de haber creado un modelo complementario al que había. Fue un capricho de gobernante, un movimiento para tratar de ganar influencia política, para controlar la universidad. La parte neutral de la sociedad, las fuerzas políticas de la oposición, no reaccionaron», cuenta con cansancio el catedrático Atienza.

3- Territorio sin vértebras y sin poder económico

La influencia de la capital, históricamente irregular y endorreica como el agua del Vinalopó, es cada vez más tenue en la planicie industrial ilicitana y en el baluarte de montaña alcoyano. Tampoco en las ciudades extranjeras de Benidorm, Torrevieja o Altea se debaten demasiado los asuntos de Alicante. Y si ejerce una capitalidad casi oficiosa en su territorio, fuera de él es otra-ciudad-de-provincias-con-playa más.

Situarse en la irrelevancia política y económica ha sido un temor histórico de la crema local. Hoy, parece un hecho. «Me he fijado que cuando sale esta zona en el mapa del tiempo de la televisión, sólo aparecen Valencia, Albacete y Murcia», percibe Manuel Atienza.

Román Bono tiene muy claro el por qué: «Alicante está muy lejos de los centros de poder, de Valencia, de Madrid y de Bruselas, y no sólo geográficamente. La CAM fue el último centro de poder cercano. Hoy en día, lo único que pone a Alicante en el mapa es la Volvo y la Oami. Nada más» cuenta el industrial alicantino.

Atienza nunca ha dudado de que la capitalidad lacia de Alicante, la falta de vertebración y de infraestructuras, de conexión integral entre la región y la que es su segundo núcleo urbano más importante, es una de las rémoras más antiguas de su ciudad de adopción. «Alicante representa un tercio del territorio valenciano, pero no tenemos una sola institución autonómica en nuestra provincia. Esto sin embargo se ha conseguido equilibrar en otras autonomías. Por ejemplo, en el País Vasco, donde el gobierno está repartido en las tres provincias». El catedrático también cree que el progreso de la ciudad está en hacer de la desventaja virtud. «Con una provincia tan policéntrica se debería apostar por una gran conurbación Alicante-Elche. Estaríamos hablando de una ciudad de tamaño similar a Valencia». Ciencia-ficción en la tierra de chovinismo hiperlocal.

Desconectada y dependiente, algunos de los sabios creen que, además, ha tenido mala suerte en el reparto de inversiones. Muchas de las apuestas por Alicante del gobierno valenciano y estatal han sido «pedreas de consolación» que han mutado en «regalos envenenados», en una visión de Román Bono. Con la excepción del AVE, -«que llega 12 años tarde y con improvisación para conectarlo con la provincia»-, el fiasco multimillonario de Ciudad de la Luz y el bluf de Casa Mediterráneo han dejado en evidencia la calidad del compromiso de los dos poderes supraprovinciales con la ciudad y de sus socios locales.

Los motores primarios, la Diputación y el Ayuntamiento, tampoco se libran del estilo de gestión «arranque de caballo y frenada de burro» ni del «nuevoriquismo político» tan propio de Alicante, según Revenga. «El ADDA, Las Cigarreras... Infraestructuras fantásticas que son en realidad contenedores vacíos, sin dirección ni programa. Esto es Alicante: un gran monumento fogueril. Construye, construye, construye. Y luego, quémalo todo», interviene Limiñana, haciendo una alegoría doméstica.

La buena suerte «hay que merecerla» y pelearla, admite el financiero. Y tampoco consiguen los intelectuales sentados frente al diván donde yace el paciente encontrarle el músculo económico, la fuerza que atrae dinero y resiste imposiciones. Empobrecida y enfrentada, la clase empresarial rechaza el liderazgo alegando exceso de facturas y deudas que pagar. «Chocolate, turrón alfombras, agricultura, zapatos... El turismo en los 80 no era ni de lejos la principal industria de Alicante. Parece que muchas de ellas han entrado en crisis», apunta Atienza.

Crisis sectorial quizá gestada por la estrechez de miras durante el pelotazo inmobiliario del que hablaba Gil Olcina, decadencia que Beviá sitúa en «el abandono de la industria y los de los institutos tecnológicos que se había producido hasta el 2007, cuando empezó la crisis».

«Los empresarios alicantinos sabemos unirnos para llorar y reclamar cosas, pero en cuanto a uno le va bien, se desentiende y va a la suya. Parece que se cumple aquello de "el que estiga bé que no es menege", reconoce el expresidente de la CAM, quien añade que «no hemos sabido, en general, mantenernos firmes ante las imposiciones». Para Gil Olcina, la debilidad de Alicante no ha ayudado contra «la marginación de sus justas reivindicaciones en materia hídrica, que la vertebraría en el conjunto del territorio valenciano».

4- Menfotismo y alienación, la fórmula de la mediocridad

El tono de los sabios vira de la pena al enfado. Observan cómo Alicante, pudiendo ser un león, prefiere vivir como un gato. Porque es la capital de la cuarta provincia de España en población y la quinta que más riqueza genera. Es un territorio de Champions. Atienza eleva la voz. «Cuando le cuento esto ­a una persona culta del resto de España, que somos la cuarta del país, se siente totalmente sorprendido. Ni fuera ni dentro tenemos conciencia de esto». El exrector mira al aire, como viendo un plano. «Tiene un potencial socioeconómico enorme». Y Bono parece completar la frase. «Pero no progresa igual que Murcia, San Sebastián, o Málaga, como sus competidoras». Parecen dos maestros decepcionados con un alumno brillante que se echa a perder. A la definición de la RAE de «alienación» -«el «proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición»- le falta una foto del Castillo de Santa Bárbara.

El profesor Moreno cree que en realidad nunca se ha levantado cabeza desde que Alicante proveyó de figuras a la II República.

«Falta educación», coinciden todos. Bien a consecuencia del «desmantelamiento planificado de la escuela y la universidad pública» que a escala estatal «está practicando el PP para favorecer a lo privado» en opinión de Moreno y Beviá; bien por la «falta de interés en las cosas que son de todos» y en el abrazo mayoritario del «individualismo» que no cree en «redes y organizaciones» para proteger lo común que lamenta Atienza; quizá a causa de la escasez «de ética», de «formación y de moral» de los políticos representantes que detecta Revenga; lo cierto es que el sustrato social alicantino no ha conseguido ni derribar lo malo ni construir lo nuevo.

«Decir que se ha tenido a los políticos que se merece sería una manera de criticar muy duramente a la sociedad alicantina. Pero sin duda no ha mostrado capacidad de crítica: La corrupción en el PP era absolutamente insoportable y lo que te argumentaban era que sí, que vale, pero cuál es la alternativa. Se estaba votando a los corruptos a las claras. Eso muestra una sociedad enferma» argumenta Atienza.

Moreno tiene pocas esperanzas, pero cree que una mayor responsabilidad ciudadana «a la hora de votar y de informarse» arreglaría un poco las cosas. «Es incomprensible que, a pesar de la gestión desastrosa, siga saliendo el PP como fuerza más votada en la ciudad de Alicante por gente que sufre las consecuencias del paro y los recortes».

Se hace tarde. La estancia adquiere ahora un halo mortecino, espectral. Ha entrado el fantasma vivaracho y retorcido que dicen que vive en la ciudad. El menfotismo que se ríe de todos.

Pasar. Vivir lo mejor posible evitando a toda costa las complicaciones. Convivir con alegría, en palabras de la exedil de Hacienda, con «esa picaresca que no tiene ninguna gracia». Dejar que «la conciencia se relaje», como apunta Gil Olcina, quitar a la «lealtad y la dignidad para encumbrar al dinero», «rodearse de mediocres en lugar de los mejores» para medrar en la sociedad y en la política, en palabras de Limiñana. Rechazar la idea de que «ser una ciudad de provincia no tiene por qué llevar al cutrerío».

Beviá se levanta y trata de espantarlo. «No es menfotismo, el menfotismo es activo. No... La clase media se ha roto, la gente está paralizada, desconcertada, desconfiada. Eso es lo que está pasando». Los demás asienten. No le falta razón. Se despiden y se van.

La cámara enfoca el skyline. La Colmena, el edificio Alicante, el Riscal, Representantes al fondo, el Gran Sol y Santa Bárbara. Abajo, el Ayuntamiento. On. Rec. La grabación empieza de nuevo.

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