«Los colaboradores de toda la vida, que ahora son pensionistas, intentan ahorrar todo el dinero posible, mientras que los jóvenes colaboran lo justo, prefieren cogerse una mesa en el racó a ayudar todos los meses con las cartillas de la hoguera». La frase, de Manoli Abril, presidenta de Polígono de San Blas, resume las sensaciones que se viven en la mayoría de las comisiones fogueriles de la ciudad, que luchan como pueden para no perder más ingresos.

Y aunque pueda parecer lo contrario, los comisionados de las hogueras encargados de cobrar las cartillas siguen teniendo trabajo, aunque ahora es más ingrato. «Hay que ir varias veces a las casas para conseguir que la gente te pague 3 o 4 euros al mes. Este año hicimos una batida por todo el barrio para aumentar las personas que, a título particular, colaboran con la hoguera, y apenas conseguimos cinco nuevas cartillas», explica el presidente de Pla Metal, Antonio Torregrosa. En esta hoguera, los jubilados pagan 30 euros al año y el resto, 50. Con esos precios, no suman ni 70 cartillas.

En Altozano llegaron a tener unos 600 colaboradores, entre comerciantes y vecinos, y ahora apenas suman unos 120. «Se ha notado mucho la caída. Antes nos servía para pagar la iluminación, ahora ni para eso. La ayuda de los residentes ha bajado y muchos comercios tradicionales han cerrado. Ahora nos toca ir varias veces puerta por puerta, porque muchas veces ni nos abren», añade el presidente, Miguel Ángel Espuch.

Una situación similar viven en Calderón de la Barca, con la venida a menos del comercio tradicional. «La ayuda de las tiendas nuevas es prácticamente nula, no se involucran nada con las Hogueras y los más veteranos van cerrando... Así que nos hemos quedado con las cartillas como algo residual. Al año no ingresamos ni 500 euros», argumenta Vicente Benesiu, que lamenta la caída de la participación tanto de vecinos como de empresarios de la zona.

Las cartillas -que se dividen en participaciones mensuales y que suelen dar descuentos a la hora de alquilar una mesa en el racó- se intentan cobrar a lo largo del año, aunque existen colaboradores que prefieren pagar varias mensualidades de una vez. Tras la cartilla se encuentran festeros y también cobradores externos, que se llevan una comisión por cada cartilla que cobran, como sucede en Diputación-Renfe.

«Preferimos tener a un cobrador externo que se quede con parte de las ganancias. Apenas sacamos 1.000 euros al año», subraya José Pina, presidente de la comisión. Sin embargo, la mayoría de comisiones que aún mantienen vigentes las cartillas prefieren dejar en manos de sus comisionados el cobro de las mensualidades. «Tenemos unas 120 cartillas y las cobramos nosotros, aunque ya no nos llega ni para pagar la iluminación. Cobramos una cuota anual de 40 euros, y lo hacemos nosotros, sin ningún intermediario», añade el presidente de La Ceràmica, Juan de Dios Bermúdez.